viernes, enero 04, 2008

NOS HAN DEJADO DOS MONSTRUOS


Celebro mi vuelta a nuestro amado blog con el recuerdo a dos auténticos "monstruos" de la música. Es obligado tenerlos siempre presentes en nuestro recuerdo musical, artístico y conceptual, pues tanto Oscar Peterson como Karlheinz Stockhausen han contribuido de manera decisiva a alimentar nuestro espíritu, cada uno a su manera, durante muchos años.
Desde el virtuosismo pianístico de su escuela canadiense, con origen en Thelonius Monk y dejando seguidores de la calidad de Monty Alexander, el canadiense Oscar Peterson fue considerado uno de los mejores intérpretes del piano de jazz, demostrando que la velocidad no va en absoluto reñida con la finura y la sensibilidad. Los que le acusaban de "frialdad virtuosística" no tenían, es obvio, capacidad para entender el poder comunicativo de este monstruo del piano.
Desde la revolución serialista a la música por ordenador, Stockhausen, con origen en la Escuela de Darmstadt allá por los lejanos 50, ha sido referencia clave de la música contemporánea, lo que resulta análogo a poder ser considerado un lider del pensamiento artístico en su totalidad durante los últimos sesenta años. La importancia y relevancia de sus composiciones basadas en masas de densidad sonora están todavía por desentrañar, en unas claves de complejidad que explicarían sin duda alguna muchas de las manifestaciones neo-expresionistas en otros campos del conocimiento.
Un pequeño homenaje pues a estos dos meta - arquitectos, constructores, cada uno en claves diferentes, de auténticas obras de arte sonoras.

jueves, enero 03, 2008

Democracia y élite


Me he encontrado últimamente en dos situaciones absolutamente dispares en las que me he tenido que enfrentar con el sustantivo “democratización” (tengo que suponer que realmente existe). Los dos casos a que me refiero están situados en el entorno de proyectos de naturaleza creativa. En ambos casos la calidad de los proyectos fue valorada en función de su mayor o menor carga “democrática”. Entendida ésta, por supuesto, como positiva. He de reconocer mi más profunda perplejidad ante las argumentaciones esgrimidas. Hablaba yo en otro contexto de la pérdida o el desplazamiento del contenido semántico de muchos vocablos, motivada, entre otras causas, por su excesiva utilización. Democracia, entiendo que puede ser un buen ejemplo de este desplazamiento.
No voy a referirme en este texto a la raíz etimológica del término, sobradamente conocida, por otra parte. No me refiero tampoco a su significado estricto como sistema político, adoptado de forma generalizada en occidente. Pero, en el contexto de la creación al que me estoy refiriendo, ¿qué se quiere decir cuando se establece que tal o cual proyecto es democrático? Más aún, ¿es realmente esta calificación condición necesaria y suficiente para constatar los valores positivos de una creación?
Humildemente, intentaré elucubrar sobre los posibles significados que los osados jueces están implantando sobre el término, y que les lleva a emitir una valoración supuestamente positiva:
- Evidentemente en una primera interpretación puede entenderse el adjetivo democrático, como mayoritario. En el ámbito de la creación, esta interpretación, no se sostiene (el cuerpo me pide decir que ningún ámbito. Pero en fin, no lo diré). Más validez (aunque desde luego no absoluta) tendría la afirmación contraria: aquello aceptado y valorado por la mayoría no suele ser más que la enésima repetición de lo ya conocido, de la costumbre, normalmente ya degenerada o deformada. Y poco o nada tiene que aportar para el presente (no digamos para el futuro).
- La aritmética parlamentaria es caprichosa, y vivimos una época en la que frente a criterios mayoritarios estrictos, la democracia puede identificarse de forma más precisa con el consenso. Tampoco creo que esta acepción encaje muy adecuadamente entre las condiciones que debe reunir una creación. La búsqueda del mínimo común múltiplo tiene más que ver con la supervivencia en épocas de hambruna, que con el progreso y el desarrollo.
- Sin embargo, al decir democrático, también pueden referirse a accesible. No entiendo bien porqué no utilizan el término preciso a que hacen referencia, pero, en fin, sigamos. La accesibilidad del proyecto o la obra, entendiendo por esto, que “llegue”, o “sea utilizado y disfrutado”, o simplemente “sea comprendido”, por el máximo número de gente posible, puede parecer, a primera vista, muy positiva. Pero me pregunto: ¿debemos rechazar todo aquello que no es accesible a todos? Dicho de otra forma, y aunque “esté feo”, citándome a mi mismo en otro ladrillito hablando de publicidad: ¿debemos simplificar el mensaje para hacerlo comunicable (accesible) o más bien se debería seguir investigando para hacer comunicables (accesibles) mensajes más complejos? La vocación de universalidad del acto creativo hace de las capacidades del receptor un hecho irrelevante para la obra, salvo que la propia naturaleza de la misma así lo requiera (p.e. juegos para niños, libros para ciegos, publicidad para “target” concretos,…) Si hablamos para tontos, al final, nos convertiremos todos en tontos. Muy accesibles todos, sí, pero tontos de baba.
- Y finalmente, podrían referirse nuestros avispados jueces a democratización, en el sentido de participación. ¿Se refieren a participación democrática en la creación? Mentira. El acto creativo el rigurosamente individual. Se pueden conformar equipos para que cada uno de sus miembros realice de una forma razonablemente organizada su propia aportación individual. Pero no existe la creación colectiva. ¿Se refieren a esas creaciones donde la participación más o menos masiva de personas, conforma la producción final? Quiero decir por ejemplo las fotografías de desnudos masivos de Spencer Tunick, o a la propia Internet. También mentira. El acto creativo de estas obras radica en su concepción, no en su ejecución. El autor prevé y se sirve de la participación de otros agentes, que no tienen más importancia en la obra final que los pigmentos de la paleta de Velázquez.

Dicho esto en las dos ocasiones en las que me topé con la hermética “democratización”, fui tachado automáticamente de “elitista”. Tampoco sé muy bien a qué se referían y no quiero cansar excesivamente a nadie. Pero si querían decir con ello que creo que el acto creativo de cualquier tipo, es intrínsecamente individual, entonces soy elitista. Además afirmo que esa creación exige un grado de talento, esfuerzo y formación importantes, y por lo tanto, supongo que soy elitista. Por otra parte, si querían decir con ello, que no creo que todo por definición, deba estar al alcance de todo el mundo, sino que un creador tiene el derecho y el deber de dirigirse a quien él estime conveniente, entiendo que eso me convierte en elitista. Es más, creo que el autor tiene incluso el derecho a exigir del receptor un esfuerzo para acceder a su obra, lo que me debe hacer de mí, un elitista de cojones.
Eso sí, élite abierta (esto puede que sea un oxímoron, pero me da igual). Élite accesible a cualquiera, no por la vía democrática, sino por la del talento, el esfuerzo y la dedicación.

miércoles, enero 02, 2008

"Mejor por el Messenger, cariño"

Piensa lo que quieras. Interpreta a tu libre conveniencia y déjame reaccionar.

Conversaciones no presenciales. Aquí hay trampa y cartón. Pero jugamos a creer que es oro todo lo que reluce. A esto hay que sacarle partido.

Quiero limitar las posibilidades comunicativas con mis interlocutores. Que me manden un email, un mensaje al Messenger, un fax, señales de humo o tam-tam. Siempre podré decir, uy, pues no recibí aquel mensaje; ah, aquello no era eso lo que yo interpreté; iba a contestarte ahora, no he podido ver tu mensaje hasta ahora mismo…

Estoy cansada, no me cuentes tu vida, prefiero irme a dormir. Escribe lo que quieras en tu blog y cuando tenga un rato ya lo leeré. O no. Me mantendré al día de tu vida, pero a mi ritmo. Déjame elegir estar conectado, ausente, no disponible, salí a comer, paso de ti, cuéntame algo, uy me quedé sin conexión (paso de ti)

Quiero emocionarme con un emoticono.

Que nadie me venga con agresivos diálogos verbales. Que no me apabullen. Que me den tiempo. Soy lenta. Me da pereza pensar demasiado. Aunque siempre he funcionado mejor a alta velocidad. Acción-reacción. Pero quiero ejercitar mi mente. Obligarme a decidir lo que quiero decir. Decir lo que he decidido. Meditar las improvisaciones. O mejor, seleccionar cuidadosamente esas improvisaciones.

Una temporada de relax, por favor. Pereza. Ya llegarán tiempos de pisar el acelerador. Es navidad, me voy a cantar villancicos delante de mi web-cam. Si te apetece reírte un poco de mi, búscame en youtube.

Reciba un cordial saludo.

Estado actual: No Conectado

Oversized

Estas Navidades hemos vuelto a Nueva York, algo que ya se ha convertido en una tradición familiar. Nueva York es más. + colas, + gente, + taxis, +edificios, + jornadas laborales, + comida, + ropa, + tiendas , + consumo, + grande, + calles, + altura, + olores, +colores, + compras, + esperas, +tamaños, + gorduras, + extremos, + políticamente correcto, + adaptabilidad, + metro, + autobús, + espacio, + distancias, +escaparate, + lenguas, + moda, + cultura, + arte, + oferta, + demanda, + escaleras, + impuestos, +++++.

De todos los +s, este año ha habido uno concreto que me ha llamado más la atención que el resto y que tiene que ver con la gente o mejor dicho con el número de personas por metro cuadrado en los sitios mas insospechados (al menos para mi). La ciudad recibe mucho turista extranjero pero sobre todo mucho americano provinciano que decide pasar unas navidades en la gran manzana. Durante estas fechas, N.Y está llena de gente (+ de lo que nos podemos imaginar) , el simple hecho de cruzar una calle, puede convertirse en una aventura bastante peligrosa, y de hecho mucho de los agentes del tráfico se dedican con la misma intensidad al trafico rodado como al peatonal.

Las colas para entrar en un museo, o en una exposición es algo completamente habitual. Un paseo tranquilo por la Quinta Avenida sólo podrás realizarlo de madrugada, cruzar por Broadway a la altura de Times Square puede llevarte más de quince minutos y poder ver el árbol del Rockefeller Center, sin la necesidad de prismáticos, es misión casi imposible. No obstante, jamás en mi vida había visto colas de esas longitudes para poder entrar en una simple tienda y adquirir el producto de moda (que por cierto se venden por Internet)



De la descomunal oferta que esta ciudad ofrece, hay tres productos que cualquier americano (y algún que otro europeo enterado) que se precie, debe poseer: Un ipod, un botas Ugg y alguna prenda “casual” de Abercrombie and Fitch. Cientos de personas, ahora mismo están a la intemperie, soportando temperaturas bajo cero, tras una vallas cedidas por el ayuntamiento, esperando ansiosos tener la oportunidad de adquirir unas botitas, una simple camiseta o reproductor de música que les permita entrar en el club de los elegidos. Ahora bien, la pesadilla no acaba una vez que consigues entrar en la tienda. Una vez dentro, tendrás que volver a ponerte en otra fila para que te proporcionen el producto y tras obtener la recompensa te quedará la larga espera de pagar para poder llevártelo a casa. Eso si, no te preocupes, por que una vez dentro estarás calentito y acompañado con música en directo para hacerte más placentera la espera.

Los reyes también para fhe

NUEVA INVITACION PARA PARTICPAR EN EL BLOG (debeis solicitarla mediante un correo a mi dirección habitual)
Queridos miembros de fhe,

Debido a cambios en la administración de blogger (ahora lo gestiona google) voy a dar de baja a los antiguos miembros de fhe con privilegios para publicar en nuestro blog (a excepción de Diego e Isidro que funcionan en la nueva plataforma.) Cualquier miembro de fhe que quiera, por favor que me mande un correo electrónico para que le vuelva a invitar (con la dirección de correo electrónico donde quiera recibir la invitación). Tendrá que darse de alta en el sistema abriendo una cuenta google (gratis) siguiendo los pasos que le indican. Por favor, tratad de no olvidar la contraseña que pongais. Todos los problemas que tenéis para publicar es que habéis olvidado la antigua contraseña.


Ya no me molesta el cinturón del coche


Los viajes han sido para mí, y supongo que para muchos, momentos de intensidad muy especial: Por algún motivo nuestro espíritu pasa a un estado de alerta máxima, se vuelve más sensible, más receptivo para captar las variaciones del mundo exterior, por supuesto, pero también de nuestro propio mundo interior.
De éste, mi último viaje a Barcelona apuntaré (de momento) una única cosa: Ya no me importa ponerme el cinturón de seguridad del coche. Ya no me importa respetar el límite de velocidad aberrante que fija la DGT. Fui consciente de ello mientras circulaba solitario en mi potente Toyota, a 80 kilómetros por hora, por una autopista que comunica Sitges con la capital catalana, con cuatro carriles y sin una sola curva,. En este caso por motivos de contaminación y cambio climático, ya se sabe; parece ser que a 80 el hielo se funde más despacio. Supongo.¡Yo qué sé! Pero, de verdad, ya no me importa.
El caso es que al tomar conciencia de este nuevo estadío de mi espíritu, como tenía mucho tiempo para pensar en los trayectos tranquilitos, me puse a recordar. De niño, te atan a la sillita, te encadenan, no tienes autonomía ni capacidad de decisión alguna. Con la juventud, te rebelas: “No me pongo el cinturón, porque no me da la gana.” Desprecias a aquellos que aceptan sin rechistar las normas que les imponen. Piensas que tienes más recursos que Fernando Alonso y sencillamente, no te pones el cinturón porque, dadas tus infinitas habilidades, te sobra. Después entramos en una fase en la que nos lo ponemos, pero… nos molesta. Te lo pones, sí, pero en cuanto puedes, te lo quitas. En cuanto no te ven. O se te olvida ponértelo de forma más o menos consciente. Sientes un ligero regusto nostálgico de aquel tiempo en que tenías fuerzas para rebelarte, y te lo quitas con un dubitativo: “eh..., que se jodan”. Y de pronto, te encuentras en la fase a la que yo ya he llegado: ya no me molesta, ya no me importa. Mecánicamente, al entrar al coche, ato mi destino y mi cuerpo a la máquina. Para proteger lo que me queda de vida, que cada vez es menos.
Como consuelo diré que nos queda una última fase, una última pantalla en este juego (algún joven malintencionado quizás lo llamará vejez): “Me gusta ponerme el cinturón.” Es lo que debo hacer y disfruto con ello. Además, me molesta mucho y me indigno cuando otros no se lo ponen. Inconscientes.
Después de ello, ya se sabe: la muerte. Con o sin cinturón, da igual.