sábado, diciembre 05, 2009

¿es prescindible el arquitecto?


"Autor: Diego Fullaondo; publicado en soitu.es en junio 2008"

Leí hace tiempo, cuando aun no era capaz de comprenderla, una aguda explicación para la sensación generalizada de que el tiempo individual pasa cada vez más rápido: El porcentaje que supone una misma fracción temporal con respecto al total del tiempo vivido por cada uno, decrece y decrece de manera inexorable desde el primer instante de nuestras vidas. Las distantes y abstractas matemáticas nos ofrecen una explicación sencilla y, probablemente, correcta, para esta distorsión perceptiva que todos sentimos con mayor o menor intensidad en algún momento (la Navaja de Ockham, no es infalible, pero, desde luego, no conviene despreciarla).
He recordado esta curiosidad ahora que se acaba, casi sin darnos cuenta, el curso académico. Un año confuso y convulso, marcado por el llamado Proceso de Bolonia, que nos deberá conducir a unificar la formación universitaria en todo el espacio europeo. Un proceso de adaptación, tan complejo como necesario, con el que alcanzaremos un gran objetivo común: la excelencia académica. Sin embargo, este rimbombante enunciado, adolece, como tantos otros demasiado habituales en estos tiempos, de una alarmante falta de concreción de su contenido semántico.
Los profundos cambios que se avecinan para el conjunto de las titulaciones, son especialmente significativos en arquitectura, dadas las grandes diferencias que nos separan históricamente, de la mayor parte de Europa: tanto en la concepción y estructura interna de la carrera universitaria como en el ejercicio profesional posterior. La resistencia opuesta a estas modificaciones desde la mayoría de los estamentos del mundillo arquitectónico español ha sido numantina, huelgas y manifestaciones callejeras incluidas. Pero una vez constatada la imposibilidad de victoria frente al poderoso y homogéneo enemigo europeo, la estrategia más generalizada adoptada por las escuelas de arquitectura ha consistido, fundamentalmente, en simular, solamente simular, que nos adaptábamos. Es decir, seguir haciendo y enseñando exactamente como siempre, que por supuesto estamos convencidos de que es lo correcto, pero barnizándolo todo con la terminología que se nos exige desde Europa. A algunos les gustará llamar a esto “picaresca” española. A mi me parece simplemente absurdo.
Es cierto que la formación de los arquitectos en España ha sido y, en gran medida, es todavía, excelente. Prueba de ello, más allá de la proliferación de figuras nacionales con enorme proyección internacional, es el gran reconocimiento que reciben los numerosos jóvenes arquitectos españoles que emigran para trabajar estudios extranjeros de enorme prestigio. Tengo entendido que algo parecido ocurre con nuestros médicos e investigadores, cuya formación previa, es muy valorada más allá de nuestras fronteras. Por otra parte, también es cierto, que cualquier cambio profundo en la formación académica del arquitecto debería conllevar, una modificación substancial del conjunto de la actividad edificatoria, de las competencias, atribuciones y responsabilidades de los distintos profesionales que intervienen en este complejo proceso. Pero, de momento, ese campo está sólidamente enrocado en las posiciones radicalmente inmovilistas de los Colegios Profesionales, supuestamente, en defensa de sus, obligados, colegiados.
Sin embargo, estas dos excusas no deben impedirnos aceptar la imperiosa necesidad de los cambios que debemos afrontar. En estos tiempos, es simple y llanamente imposible la formación de un arquitecto que domine todos los aspectos tecnológicos y normativos de la edificación y el urbanismo; que además sustente su razonar en una comprensión sólida y completa de la historia de la arquitectura y del arte; que sea capaz de concebir y comunicar sus propuestas brillantemente, apoyado en todas las herramientas tradicionales y digitales que están a su disposición; y que … El modelo del arquitecto hombre del renacimiento, ya no es viable.
La respuesta a este conflicto propuesta desde los planes europeos de Bolonia es bastante obvia: la especialización. Una formación inicial básica y rápida, seguida de un eficaz y profesional postgrado dirigido obtener arquitectos especialistas en tal o cual tipo de edificio, en esta o aquella instalación o estructura. Esta nueva organización no hace sino elevar a norma aquello que de alguna manera ya se está produciendo de forma natural con el enorme desarrollo de Masters y Cursos de especialización en diversos campos situados en el entorno de la arquitectura, desde la Seguridad en la Construcción hasta la Acústica de Espacios Polivalentes.
Sin discutir la necesidad de este proceso de evolución hacia lo específico, me gustaría llamar la atención sobre dos aspectos de esta aparentemente incuestionable respuesta al cambio de modelo. Primero: Desconfío de la efectividad a medio plazo de la dictadura del mercado laboral. En muy poco tiempo se ha implantado la convicción absoluta de que la universidad debe producir aquellos individuos-producto que la sociedad-mercado demanda. El mercado siempre tiene razón, se autorregula y si demanda algo, eso debemos entregarle. Cualquier otra cosa sobra, entorpece y ralentiza. De alguna manera, las argumentaciones del famoso Risto Melide en Operación Triunfo. La universidad ha pasado de tener la responsabilidad de formar a las personas que, con sus actos posteriores, desencadenaban los cambios en la sociedad, a tener la obligación de fabricar sujetos que encajen bien en el hueco que la sociedad ha previsto para ellos. A corto plazo entiendo que el sistema va como un tiro. Pero ¿qué ocurre si cambian los huecos? ¿quién o qué determina las especialidades que son necesarias? ¿alguien se preocupa de intentar prever lo que será necesario en el futuro? ¿quién o qué cuestiona al mercado (entendiendo que esto fuera necesario)?
Y segundo: Es obvio que dado el amplísimo desarrollo de todas las áreas de conocimiento, es necesario concentrarse en algún aspecto concreto para llegar a ser un especialista útil y productivo. El problema no es tanto determinar específico sino lo común. Concretamente, ¿qué es lo que característico, si existe, de un arquitecto? O debería más bien disolverse la disciplina en miles de titulaciones del tipo: “Técnico proyectista de instalaciones de climatización sostenible en edificaciones de termoarcilla de menos de tres plantas, aisladas y situadas en zonas ventosas con clima mediterráneo y variantes debidas al agujero en la capa de ozono y/o el deshielo de los casquetes polares”
Lo cierto es que la respuesta no es fácil. El viejo chiste del arquitecto no suficientemente hombre para ser ingeniero de caminos ni suficientemente gay para ser diseñador, ha perdido la gracia para convertirse en profunda convicción de sectores amplísimos de la sociedad. Esto sí que es una crisis de identidad y no lo del PP o lo del Barca. No nos concentramos en encontrar la formulación precisa para lo intrínsecamente arquitectónico y ahora las vías de agua en el casco de la arquitectura provienen de innumerables campos: la ingeniería, el diseño, el proyect management, el control presupuestario, la construcción … Bolonia supone posiblemente nuestra última oportunidad para preguntarnos qué es lo que somos realmente y, como Silvester Stallone en Rambo, si somos o no prescindibles.

jueves, diciembre 03, 2009

Exposición Internacional de Zaragoza 2008


"Autor: Diego Fullaondo; publicado en soitu.es en mayo de 2008"

El 14 de junio abrirá sus puertas la Exposición Internacional de Zaragoza. Más silenciosa para el resto de España que la ruidosa de Sevilla 92, creo que los tres meses de duración del evento, colocarán definitivamente a la capital maña en el mapa y, junto con el AVE, acabarán de dibujar el potentísimo eje económico y social Madrid-Zaragoza-Barcelona. Si sirve para disolver las inútiles disputas y provincianismos que algunos irresponsables e idiotas se empeñan en multiplicar últimamente, pues mejor para todos. Como además, el pretexto de la expo es el agua, puede que por fin entendamos que es un preciado bien común, que el gobierno tiene la obligación de distribuir entre todos sus administrados. Sin demagogias, sin cálculos electorales y sin paletadas.
Pero centrándonos en lo arquitectónico. Hace unas semanas tuve ocasión de visitar el frenético desarrollo final de las obras con un grupo de arquitectos y estudiantes. Sufrimos una surrealista presentación inicial del conjunto del proyecto, realizada por no sé qué ingeniero director de algún departamento de comercialización posterior del recinto, en la cual, recurriendo a todos los tópicos imaginables, puso a caldo a todos los arquitectos por caprichosos, divos, despilfarradores y, en definitiva absolutamente prescindibles. El reflexivo criterio de este iluminado hubiera sido levantar en el meandro de Ranillas, un parque empresarial “normal”. Estupefacto ante un discurso, que al menos era muy poco inteligente y apropiado para el auditorio al que se dirigía, me armé de valor y levanté la mano temeroso para preguntar al visionario: “Y, entonces, lo de la expo de agua y tal, ¿lo haríamos o no?” Sin modificar un ápice su fría expresión, me contestó: “Sí, sí, claro. Ponemos alguna fuente rarita de esas que hacéis los artistillas.”
A pesar de un comienzo tan poco esperanzador, debo señalar dos cuestiones iniciales: La expo tiene una pinta estupenda y me parece una visita muy recomendable para este verano que todos debemos empezar a planificar. Y por otra parte, desde una óptica algo más profesional, el planteamiento urbanístico global del desarrollo del recinto, con los matices que se quiera, es más que aceptable. Aprendiendo de los errores cometidos en Sevilla, se ha planificado el conjunto pensando de forma simultánea la propia exposición internacional y en el período posterior: lo que ellos denominan “post-expo”. Las edificaciones que se están ejecutando pertenecen a tres grandes grupos: Pequeños pabellones temáticos, los más estrictamente expositivos y centrados en el tema concreto del agua y el desarrollo sostenible, que previsiblemente desaparecerán después de la exposición; grandes edificios y espacios libres como el Palacio de Congresos, el Acuario Fluvial, o el Parque del Agua que, manteniendo de forma casi completa su configuración expo, se adaptarán para diversos usos, similares o distintos de los que tengan durante la exposición, para incorporarrlos a la trama de equipamientos urbanos de Zaragoza; y finalmente, el conjunto de los pabellones de los distintos países y comunidades que estarán presentes en la expo, que modificarán posteriormente muchas de sus características principales para adecuarse al uso de oficinas, convirtiéndose en el parque empresarial más importante de la ciudad.
El proyecto post-expo para estas áreas de futuras oficinas realizado por el estudio Lamela, ha introducido algunas variaciones en el planteamiento inicial, restándole algo de ambición y espectacularidad. La enorme cubierta ondulante, continua y transitable bajo la que se colocaban los pabellones individuales ha visto lenta pero inexorablemente simplificada su geometría, reducidas sus dimensiones y minimizada su conectividad, debido a razones presupuestarias y de comercialización y seguridad posterior. Sin embargo, el resultado conserva bastante del espíritu del proyecto original y parece ser que ha conseguido su objetivo de evitar el inhóspito erial en que se convirtió la Isla de la Cartuja después de 92 (además de ser, por supuesto, el soporte económico fundamental sobre el que se cimenta toda la operación).
Los pabellones temporales dedicados al agua serán las edificaciones más genuinamente expo (junto con las instalaciones interiores de los pabellones de países y comunidades autónomas situados bajo la gran cubierta mencionada con anterioridad). Pequeñas construcciones, supuestamente efímeras (han ido ganando en complejidad técnica y de contenido hasta llegar incluso a presentar serias dificultades de cimentación), a través de las cuales se nos presentarán múltiples aspectos del agua y la sostenibilidad utilizando las más sofisticadas tecnologías. Esta suele ser el área más divertida de las exposiciones universales o temáticas, ideales para los niños, donde la arquitectura se acerca maravillosamente a una escenografía interactiva. Durante la visita a la obra, debido supongo a su fuerte contraste con las demás propuestas redundantemente tecnológicas, me llamó especialmente la atención el pabellón botijo, obra del arquitecto Ricardo Higueras, construido íntegramente con adobe. Insólito y arriesgado, pero de momento, sostenible (al menos en la acepción medioambiental del término).
Las construcciones destinadas a permanecer después del acontecimiento para incorporarse al patrimonio de la ciudad de Zaragoza son las que presentan unas diferencias más importantes en lo que respecta a su calidad arquitectónica. Lo poquito que se puede visitar del futuro Parque Metropolitano del Agua que rodeada el recinto, obra de Iñaki Aday y Margarita Jover, apunta cosas muy buenas. No puedo decir lo mismo del Pabellón de Aragón cuya metáfora inspiradora según los propios arquitectos Olano y Mendo, una cesta de mimbre trenzado que contiene frutas de Aragón, se acerca peligrosamente a un chiste malo, malísimo. La Torre del Agua de Enrique de Teresa ha sido para mí un misterio incomprensible desde la convocatoria del concurso. Sus más de 70 metros de altura vacíos eran una extraña prescripción del mismo, pero la forma de gota de agua de la planta y el macizo volumen del zócalo de la solución premiada no han hecho sino hacer más evidente el absurdo. Personalmente, me ratifico en que, ya puestos, la sobria solución del monolito de 2001 clavado sobre una lámina de agua que presentó en su momento Fermín Vázquez, era mucho más acertada.
El triangular hayedo cerámico que ha construido Patxi Mangado para el Pabellón de España es sin embargo una agradable sorpresa. Magníficamente construido y consideraciones relativas a ahorro energético aparte (el agua circulará por el interior de muchos de los pilares-tronco para generar un microclima muy agradable minimizando el consumo energético), los espacios interiores y exteriores del edificio son muy sugerentes. No pudimos visitar el Acuario Fluvial pero estoy convencido de que el contenido del mismo mejorará ampliamente la apariencia de centro comercial con pretensiones y el pastiche de materiales constructivos que constituye su envoltorio arquitectónico. Otra cosa distinta desde luego es el Palacio de Congresos de Nieto y Sobejano, construido con la exactitud, elegancia y dificilísima naturalidad con la que estos arquitectos nos sorprenden en cada una de sus obras: sacan el máximo partido, la máxima variabilidad de un sencillo gesto formal, que luego construyen con implacable precisión.
Pero hay una obra que destaca muy por encima de todas las demás: El pabellón puente de Zaha Hadid. No creo que me equivoque si afirmo que este edificio que ha realizado la polémica diva iraní con la inestimable colaboración de los ingenieros de Ove Arup, se convertirá por méritos en un referente arquitectónico de escala mundial. La apariencia exterior de este puente habitado sobre el Ebro, de 250 metros de longitud, ya es en si misma suficientemente impresionante. Pero es en espacio interior donde la intuición espacial de Zaha combinada un trabajo enorme sobre modelos digitales alcanza su máxima expresión. La sucesión e intersección de las distintas vainas (así las llama Zaha) de sección triángular variable, situadas a diferentes cotas, e iluminadas a través de la compleja y pixelada piel exterior, configuran uno de los espacios más singulares que he visto jamás. Es como si aquellas ingrávidas imágenes virtuales de los videojuegos se hubieran convertido en realidad en este camino sobre el Ebro: Espacios ambiguos y nuevos, donde la luz natural parece artificial por su precisión y manipulación extrema; donde se pasa de interiores a exteriores con una sutileza que los hace casi intercambiables; donde la vista duda entre el magnetismo de la repetición perspectiva horizontal y la búsqueda del vértice superior de las cerchas; donde el suelo se inclina suavemente bajo nuestros pies llevándonos naturalidad de un largísimo recorrido lineal, en el que sin embargo, cada paso es una sorpresa, en el que no hay lugar para la monotonías, ni para las redundancias grandilocuentes y vacías.
Zaha ha construido por fin sus sueños en Zaragoza. Muchos dudaban, o mejor dicho, dudábamos de esta excelente dibujante. Nos equivocábamos y nos alegramos (yo al menos). Está al alcance de muy pocos concebir esta catedral del siglo XXI.

miércoles, diciembre 02, 2009

Frank Gehry, el último arquitecto tradicional


"Autora: María Fullaondo; publicado en soitu.es en mayo de 2008"

La Serpentine Gallery de Londres, desde hace ocho años, encarga a un arquitecto el diseño y construcción de un pabellón temporal en Hyde Park. Los responsables de la realización del pabellón que durante tres meses preside el solar de la galería, son figuras de prestigio mundial que no poseen ninguna obra construida en Inglaterra. Hace unos meses se hizo público que el elegido para la edición del próximo verano será el arquitecto americano Frank Gehry. Esta noticia me proporciona la excusa perfecta para plantear algunas ideas en torno a su figura y arquitectura que llevaba tiempo queriendo abordar. El fenómeno Gehry resulta desconcertante, ya que a pesar del éxito que parece haber alcanzado es probablemente, uno de los personajes más cuestionados hoy en día en ciertos sectores arquitectónicos.


Es indudable que Gehry es un arquitecto de firma y más aun tras la finalización del museo Guggenheim. Sin embargo, parece algo dudoso centrar la oposición a su obra en el argumento de la repetición incesante de un solo concepto. Es verdad que Gehry ha decidido explotar incansablemente la gallina de los huevos de oro (por otra parte, gallina concebida en su totalidad por él) pero opino que no resulta argumento suficiente para poner en duda la calidad de su arquitectura. Se le podrá acusar de muchas cosas, de oportunista, conformista, práctico etc… y si se quiere, incluso de cobarde, pero en culaquier caso son argumentos que están fuera de la crítica arquitectónica. Es indudable que a todos nos gustaría que Gehry continuase enriqueciendo el panorama arquitectónico contemporáneo con nuevas ideas materializadas en edificios, pero también tendremos que considerar un posible agotamiento.

Pensemos por un momento, en la actividad reciente de Rem Koolhaas, considerado por muchos el mejor arquitecto vivo hoy en día. Al contemplar sus últimos proyectos y realizaciones, te inunda una cierta decepción. Koolhaas ha optado por la actitud contraria a la del americano, frente a la posibilidad de decir las mismas cosas con palabras diferentes, ha preferido decir demasiadas cosas. Y esa actitud aunque más valiente que la de Gehry, también puede resultar más peligrosa ya que es susceptible de crítica si las cosas que se dicen no tienen demasiado interés arquitectónico, Mantener el mismo nivel de tensión en toda la producción que ha decidido acometer, inventando y creando conceptos nuevos constantemente, resulta casi imposible.

La arquitectura opera, transforma, crea, revaloriza, y juega principalmente con un elemento por encima de cualquier otro: el espacio. En la mayoría de los casos, el arquitecto interviene en el espacio interior del propio proyecto, entendiendo interior como aquello definido y limitado por las fachadas del edificio. La arquitectura genera al mismo tiempo siempre una actuación a escala urbana, pero el carácter de esta operación no siempre es espacial. Resulta tremendamente complejo transformar completamente el espacio físico de la ciudad con una intervención aislada; sin embargo existen ciertos proyectos que lo consiguen y el Guggenheim de Bilbao es uno de ellos. Gehry ha sido acusado en numerosas ocasiones de que su obra responde más a criterios escultóricos que arquitectónicos. Sinceramente creo que da igual. ¡Viva la escultura! si el resultado es el museo Guggenheim


Otra de las razones que pueden explicar los recelos que provoca Gehry y su arquitectura, gira en torno a su modo de hacer. Simplificando, existen al menos dos tipos de buenos arquitectos, aquellos que poseen un discurso teórico en el que apoyan gran parte de su producción siendo éste a su vez, fácilmente transmisible y comprensible. Y otro grupo en donde el discurso, o no ocupa un lugar relevante en los modos de hacer, o en términos de transmisión resulta complejo y oscuro. La arquitectura de Gehry no parece poseer demasiadas referencias teóricas, y sus métodos proyectuales y procesos de trabajo son, si quieren, muy personales, y por lo tanto no resultan ser un ejemplo a seguir desde un punto de vista pedagógico. Toda su brillantez se explica desde criterios y aspectos subjetivos, en el talento personal de un arquitecto. Aunque son muchos los que le definen como el primer arquitecto digital, hay otros que todavía les gusta pensar en él como último arquitecto tradicional. Y una época presidida por la racionalidad, no parece ser el mejor momento para digerir la presencia de “magos” que se sacan conejos de la chistera. Ahora bien, no nos engañemos, que entendamos y comprendamos los procesos creativos, permite soñar (que no es poco) en aquello que podríamos ser pero que nunca seremos, permiten educar al futuro arquitecto pero sinceramente no hace mejor a un arquitecto.

martes, diciembre 01, 2009

Lo “digital” y lo “ecológico” en arquitectura


"Autor: Diego Fullaondo; publicado en soitu.es en mayo de 2008"

Hace algunas semanas presencié una intensa discusión informal entre dos colegas arquitectos relativa al grado de influencia de lo “digital” y lo “ecológico” en la arquitectura actual y futura. Estas espontáneas conversaciones tabernarias tienen una componente muy interesante y otra menos productiva: Por una parte están liberadas del encorsetamiento académico que suele teñir otras intervenciones más serias en las que preocupa más el efecto del discurso que el contenido del mismo. Pero tienen en contra que, a medida que aumenta el consumo de elixires varios, los argumentos derivan rápidamente hacia la mera descalificación del contrario. Inevitablemente, el eco-arquitecto acabó llamando al ordenador, tiralíneas sofisticado mientras la arquitecta virtual tildaba a su contrincante de molinero retrógrado.
Son dos enfoques de la profesión desde luego muy en boga. A pesar de la virulencia con que suelen ser defendidos por sus respectivos seguidores, entiendo que no son necesariamente antagónicos. Lo que sí puede afirmarse en este momento, es que los efectos tangibles de la introducción de la herramienta informática en la arquitectura son, por ahora, mucho más evidentes y significativos que aquellos derivados de la nueva conciencia sostenible. Limitándonos estrictamente al campo de la construcción, la potencia de cálculo obtenida con la tecnología digital ha hecho posible la realización de proyectos que antes eran absolutamente inabordables, por elementales razones de tiempo.
Frente a esta nueva y generalizada complejidad (o complicación innecesaria opinarán algunos) que ya desde hace décadas es constatable en las ciudades, las huellas físicas del pensamiento ecologista se limitan por el momento a la instalación de paneles, aljibes, o molinillos en el remate de algún edificio (tengo entendido que Sacyr pretendía o pretende instalar varios de éstos en lo alto de su torre de la Ciudad Deportiva del Madrid que, en días de huracán, producirán la energía suficiente para alumbrar los aseos de la cara norte). Salvo algunas excelentes excepciones, el traslado al lenguaje arquitectónico de la loable y necesaria preocupación medioambiental que inunda la cultura occidental se está realizando, de momento, de una forma muy lenta y con una dosis de ingenuidad que raya en el insulto.
Me atrevería a decir que la “buena prensa” de la que disfruta todo aquello relacionado con la sostenibilidad es, paradójicamente, el lastre que está ralentizando su desarrollo real. Su carácter políticamente correcto empuja a todos los agentes participantes en la edificación a la precipitación con una ausencia total de responsabilidad y autocrítica: Las distintas administraciones públicas establecen continuamente nuevas obligaciones y normativas de dudosa eficacia y difícil posibilidad de cumplimiento real; la industria se pone a generar compulsivamente elementos constructivos que aparentemente satisfacen esta nueva obsesión, produciendo en muchos casos más perjuicios al medioambiente en su proceso de fabricación que todo el hipotético beneficio futuro que pudieran provocar a lo largo de su vida; los arquitectos nos apresuramos a teñir con un inútil barniz ecológico las explicaciones de nuestros proyectos, que en nada difieren de aquellos que realizábamos antes de este tsunami ecologista (pido prestada la divertida expresión de Llamazares). Y todo ese magma contradictorio e ineficaz, disuelve las genuinas investigaciones y experiencias que seriamente están buscando un posible nuevo enfoque para esta vieja preocupación de la arquitectura (no nos engañemos: la sostenibilidad, tanto estructural como medioambiental, ha formado parte siempre de la buena arquitectura; la diferencia está ahora en la escala del problema y en la certeza de la limitación de los recursos).
Por el contrario, lo “digital”, sí tuvo que pelear contra las viejas estructuras implantadas sólidamente en los estudios de arquitectura. Por poner el ejemplo más paradigmático: El dibujo a mano había sido históricamente el territorio exclusivo del arquitecto-artista, personal, intransferible e imprescindible. Las herramientas de dibujo asistido por ordenador se desarrollaron durante muchos años, desde posiciones claramente marginales y despreciadas por la mayoría de los arquitectos, hasta alcanzar un grado de madurez suficiente que les permitió sustituir a los sistemas de representación tradicional (cuyo único bastión por sorprendente que parezca, siguen siendo algunas cátedras de dibujo de algunas universidades). La herramienta demostró que no solo podía hacer exactamente lo mismo que el dibujo a mano, pero más preciso, más rápido, más versátil e incluso más expresivo, sino que además abría para los proyectos, un enorme campo de nuevas posibilidades inconcebibles hasta ese momento: representación y control real de geometrías muy complejas; recopilación y manipulación simultánea de gran cantidad de información; introducción de lo aleatorio; etc. La tecnología digital cambió no solo la manera de realizar los proyectos de arquitectura sino que, en este momento, está modificando la propia forma de la arquitectura en virtud de su propio discurso autónomo que se ha convertido en una variable más de la disciplina que no es posible ignorar.
Finalmente, me preocupa una extraña coincidencia que encuentro entre lo “ecológico” y lo “digital” si son llevados a su extremo. El final del camino en ambas posturas es el mismo: la desaparición de la arquitectura. Como ya apuntó Javier Boned en su artículo hace algún tiempo, lo más sostenible de verdad es no hacer absolutamente nada. Y por otra parte, el simulacro digital de la arquitectura (y la vida) que nos presentaba Matrix, no parece demasiado descabellado. Inquietante. Inquietante que dos de los principales pretextos de los que los arquitectos nos servimos para intentar vislumbrar el futuro, contengan en su interior nuestra propia desaparición. Por algún motivo pienso en “La posibilidad de una isla” de Houellebecq.

lunes, noviembre 30, 2009

EMV versus IVIMA


"Autor: Diego Fullaondo; publicado en soitu.es en abril de 2008"

Resulta realmente curioso y a la vez paradigmático el antagonismo de las estrategias de promoción y construcción de vivienda social que siguen en Madrid el Ayuntamiento con su EMV y la Comunidad con el IVIMA. La segunda centra sus actuaciones en lo cuantitativo. Lleva a cabo cada año cientos de viviendas cuyo único valor reside precisamente en eso: sus números, la cantidad de viviendas entregadas desde una gestión eficaz e implacable. No admite distracciones ni dudas que puedan apartarle de su único y vital objetivo: Construir la estadística. Por el contrario la EMV lleva ya muchos años apostando por cualificar sus propuestas. Para ello ha diseñado varios mecanismos: desde la convocatoria de ambiciosos concursos, premiando propuestas jóvenes que no se conforman con clonar por enésima vez el mismo modelo, hasta la contratación “a dedo” de estrellas del firmamento arquitectónico nacional e internacional, para desarrollar algunas de sus operaciones bandera.
Para evitar la tentación de lecturas políticas demasiado elementales, es justo señalar que estas dos formas de hacer de Comunidad y Ayuntamiento, no son asociables, directamente a Gallardón y Aguirre. Paradójicamente, al menos para mí, la EMV inició esta andadura arriesgada y acertada con el violetero Álvarez del Manzano y el IVIMA está enrocado en su impecable gestión desde los tiempos de Leguina. Con lo cual, supongo que los méritos y las culpas, se deben repartir en puestos más bajos del escalafón administrativo.
El encargo directo a arquitectos extranjeros asociados con estudios españoles ha sido quizás la estrategia más criticada de la EMV. Varios sectores de la opinión pública, entre los que destaca, ¡como no!, el de algunos arquitectos, elevaron su voz contra esta injusticia: la arbitrariedad de la contratación directa, las veleidades que se permitían a estas estrellas mediáticas y la relajación del marco normativo en que se desarrollaban los proyectos, fueron los tres argumentos más esgrimidos por los amarillos “compañeros”. Con resultado evidentemente muy desigual entre unas operaciones y otras, el resultado general es bastante positivo para todos: para la EMV, para Madrid y para la profesión en general. Incluidos los protestotes iniciales. Dejando de lado la calidad intrínseca e indudable de varias de estas edificaciones contratadas “a dedo”, razón, en si misma, más que suficiente para justificar su ejecución, el conjunto de las realizaciones de estas estrellas mediáticas han hecho un trabajo impagable con el conjunto de agentes que participan en la promoción: Han abierto los ojos, han ampliado las miras, han eliminado muchos miedos, resquemores y falsedades que se habían elevado a la categoría de verdades absolutas de la mano de una gestión eficaz. Esta nueva y sana ambición inyectada en la sangre de la sociedad adormecida y conformista, va teniendo, cada vez de forma más habitual, reflejo en los fallos de nuevos concursos y en la propuesta de nuevas iniciativas, donde ya no hace falta una figura de relumbrón para justificar y defender la decisión.
Acaban de finalizar las obras del edificio viviendas de Thom Mayne en Carabanchel. No es este uno de mis favoritos, dentro de la campaña diseñada por la EMV. La vivienda colectiva, y no digamos la vivienda social, se encuentra muy alejada del territorio habitual de estos cowboys, acostumbrados a cabalgar en horizontes mucho más amplios y libres (no habían ni proyectado ni construido hasta este edificio ninguna edificación residencial colectiva de bajo presupuesto). Es un tema arquitectónico realmente difícil, sobredeterminado y denso, donde hay poco espacio para gestos grandilocuentes excesivamente gratuitos. En este campo, estos gestos suenan demasiado a hueco, aunque pretendan teñirse de una pátina ecológico-sostenible en forma de pérgola vegetal. Esta oscura lectura californiana de la corrala madrileña (definición he leído estupefacto en algún artículo madrileño) desprende el tufillo de la arbitrariedad y de la falta de consistencia de la que tantas veces nos acusan a los arquitectos.
La pétrea propuesta de Chipperfield en Villaverde, “alegrada” por su vibrante variación del ritmo de huecos verticales en cada planta, teóricamente respondiendo a la distribución interior de la roca, tiene desde luego más solidez. Aunque tiene el inglés, el defecto (la virtud estimarán algunos) de quedarse siempre en un punto intermedio, ni nuevo ni viejo, ni local ni global,… Cero grados, ni frío ni calor, como aquel viejo chiste de Morán. Personalmente, creo que Chipperfield asume y da por válidas demasiado pronto, demasiadas cuestiones que necesitan ser revisadas. Simplifica los problemas. Luego, claro está, la simpleza de la solución, se presenta como obvia, y la llaman “Minimalismo Denso”. Y la verdad es que tiene muy poco de cualquiera las dos cosas.
Desde mi punto de vista, dos de las propuestas más interesantes son las de los holandeses MRVDV para Sanchinarro. El “apilamiento” de tipos de viviendas diferentes, que manejan en el edificio mirador, supone, en primer lugar, el reconocimiento de la diversidad de la configuraciones posibles del espacio de la vivienda que demanda la sociedad, superando el rácano esquema, heredado y obsoleto, de dos o tres dormitorios, con 2,50 m de altura libre. Por otra parte, resulta reconfortante, que un edificio de vivienda social, pueda erigirse como referencia urbana de un barrio monótono, en lugar de hacer recaer esta necesaria misión sobre los edificios de oficinas. La segunda propuesta de los holandeses para Sanchinarro, la manzana horadada, con espacios exteriores ajardinados para las viviendas en todas sus plantas y en todo su desarrollo, también parece un nuevo concepto poderoso que hará tambalearse el hermetismo de patio de manzana oscuro y aislado. Veremos como acaba la obra.
Hay muchos otros. En particular los de muchos arquitectos españoles: el internacional Zaera y su sobrio paralelepípedo de bambú; la elegante e inteligente manzana de González y Gallegos; Nieto y Sobejano, … Y muchos otros arquitectos, jóvenes y menos conocidos aun, que han sabido y podido aprovechar la brecha abierta por estas estrellas para, por la vía de los concursos, introducir lenta y trabajosamente sus ideas en este difícil territorio de la vivienda social, sin duda el más importante de cara a la configuración física de la ciudad.
Frente a todo esto, el IVIMA, presenta exclusivamente su gestión, su fría estadística. Demasiado poco. Hasta las iniciativas que yo o cualquiera pudiera criticar como intento fallido, tienen infinitamente más valor que el falsamente inapelable “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Es más: Hay dos puntos de inercia máxima del tejido residencial que hay que conseguir romper todavía. Uno correspondiente a la pequeña escala y el otro a la grande.
Los programas de distribución interior de las viviendas tienen que cambiar y adaptarse a la realidad social. La gente ya no vive como antes. No quiere y no puede. Aunque, a veces, ni ella misma se dé cuenta y plantée una fuerte resistencia al cambio. Por ejemplo: La propuesta de los llamados minipisos de la denostada ministra Trujillo, fue tachada demasiado rápido de absurda. Nunca entendí el motivo. Y desde lo grande: La edificación no puede pelear eternamente contra el urbanismo. El planeamiento también tiene que cambiar. La variable económica de la ecuación urbanística no es única; ni siquiera la más importante. Constatado que el modelo no funciona hay otras fórmulas que debemos ir probando: Sociópolis de Vicente Guallart en Valencia es un excelente ejemplo. O, aunque alguien pudiera sorprenderse, el planteamiento urbanístico del Pocero en Seseña, no me parece nada desdeñable: una mini ciudad autónoma, en mitad de la nada, equipada, comunicada y densa. Pelotazos, corruptelas y demagogias aparte, desde el punto de vista estrictamente arquitectónico me interesa mucho más que los PAUs. En cualquier caso, parece que ahora el pobre no vende ni un trastero.