jueves, marzo 11, 2010

Periscopios y espacios domésticos


"Autora: María Asunción Salgado; publicado en soitu.es en diciembre de 2008"

Bajo el nombre de La Torre, el Centro de Arte Reina Sofía expone en el patio de la ampliación de Nouvel la última instalación del artista argentino Leandro Erlich.
Como su propio nombre indica, se trata de una estructura vertical de aspecto doméstico que simula tener cuatro alturas, y se presenta adosada a unas escaleras metálicas que dan acceso a su parte superior.
La manera de comportarse ante la torre, implica por parte del visitante la adopción de dos roles distintos. Por un lado el del espectador activo, que sube entusiasta las escaleras con el ánimo de gozar de la sensación de vértigo que produce penetrar en una sala solada con un vidrio transparente continuo situada a 5 metros de altura. Bajo sus pies junto al vacío que provoca la diferencia de alturas, aparecen enmarcadas en un quicio de ventana, las caras sonrientes de quienes se asoman desde fuera.
Por otro lado, el segundo rol es el de un espectador pasivo que se asoma cual voyeur al hueco practicado en la fachada de la planta baja y que sin lugar a dudas, es el que realmente disfruta de la perspectiva imposible que supone ver a la gente moverse en perpendicular al plano del suelo, sin que en apariencia ninguna estructura física que lo sujete.
La perspectiva desde la que se divisa a la gente que deambula por la planta superior, es tremendamente poco favorecedora ya que lo primero y más visible son las suelas de los zapatos y de ahí para arriba en un estado de aparente semi-flotación.
El experimento es divertido y el efecto que produce fascinante en la medida en la que nos hace cuestionarnos aspectos de la física que dábamos por sentados. Pero contradiciendo a aquellos críticos que han calificado la instalación como “seductora”, he de decir que en absoluto constituye una pieza atrayente.
El motivo por el cual no seduce, radica principalmente en su fealdad. En su afán de jugar con lo que califica como “espacios cotidianos comunes”, Leandro Erlich sacrifica la arquitectura sobre la que se apoya empleando un soporte de lo más vulgar, lo cual carece de toda justificación. Personalmente, no creo que la vulgaridad deba ser asociada a la cotidianeidad, y el hecho de pretender que los huecos practicados en los espacios interiores y exteriores de la instalación sean fácilmente identificados con puertas y ventanas de espacios domésticos, no debe estar reñido con la calidad de su diseño.
Al fin de cuentas, la estructura propuesta por Erlich se reduce a un juego de espejos; es en realidad un periscopio casero de tamaño gigantesco cuyo fin es alterar los conceptos más elementales de la percepción.
Y en este sentido, Erlich no nos propone nada nuevo, o en su defecto nada excepcional que no se haya hecho anteriormente. Sin ir más lejos, estos experimentos de distorsión de la realidad del espacio de la arquitectura mediante vidrios y espejos, fueron ampliamente desarrollados durante la década de los setenta por el artista americano Dan Graham, todo hay que decirlo, con construcciones más decentes.
Ejemplos como Alteration to a suburban House (1978), con el que mediante la sustitución de la fachada y el muro paralelo a esta por un vidrio y un espejo, distorsionaba el comportamiento de las personas situadas al exterior e interior de la vivienda respectivamente; o Two Adjacent Pavilions (1978-82), con el que conseguía una duplicidad de espacios interior – exterior utilizando dos estructuras alineadas cubiertas por espejos, por citar solo dos de ellos, dan idea de la importancia de la simbiosis entre espacio y percepción, íntimamente relacionado con la idea de arquitectura.
Más interés merece la nueva instalación del artista anglo-indio Anish Kapoor emplazada en el convento de Santa Clara en Murcia. Bajo el título Islamic Mirror, Kapoor reinventa el clásico juego de los espejos condensado en un único elemento cóncavo de forma circular de 2,40 metros de diámetro, miles de fragmentos cuadrados y octogonales de material reflectante.
Situado en una de las paredes interiores del convento en oposición al patio central del edificio, el reflejo que ofrece esta gran semiesfera es el de una sombra invertida del arco que da al patio al tiempo que devuelve la imagen de aquellos que se acercan a contemplarlo, descompuesta en múltiples repeticiones de ellos mismos.
Más allá de la lectura de se pueda hacer de todas estas instalaciones, el discurso subyacente de Kapoor es el que resulta más sólido. En el juego de la distorsión visual de la realidad de un espacio, no hay que perder de vista cual es el sujeto de dicha alteración, que no es otro que la propia arquitectura que enmarca dicho espacio.

martes, marzo 09, 2010

El efecto “Archigram” y Peter Cook


"Autor: Javier Boned; publicado en soitu.es en diciembre de 2008"

Aún con el riesgo de parecer “antiguo” (calificativo que siempre puede caer sobre nosotros por parte de algún replicante sin historia), me sigue asombrando la facilidad con la que el grupo “Archigram” se desarrolló y creció, y la importancia que ello supuso para la historia de la arquitectura contemporánea. A partir de ese “hostigamiento de base” tan querido y próximo a los años sesenta, y formado por unos arquitectos jóvenes y rebeldes, su principal efecto al principio fue el de irritar a unos pulcros, aburridos y arrogantes compañeros de profesión que llenaban los estudios de Londres. Los Cook, Warren, Crompton, Greene, Herron y Webb, en el año 1961 y desde la metrópolis londinense, inundaron el panorama arquitectónico de imágenes tecnológicas de gran impacto y entroncaron directamente la tradición de las utopías arquitectónicas con un desarrollo real y constructivo que no tardaría en hacerse realidad.
“Archigram” no buscó convertirse en un fenómeno de fama mundial, pero tenía fuerza. Y probablemente de “fuerza” sea de lo que haya que tratar en el vasto y múltiple panorama de la arquitectura actual. Algunos arquitectos hemos tenido la suerte de escuchar y de comprobar la “fuerza” del fenómeno cultural y arquitectónico que representa Peter Cook, con setenta y dos años ya cumplidos.
Algunos arquitectos no estamos seguros de si admiramos del todo sus escasas y complejas construcciones, pero ciertamente alentamos y aplaudimos lo llamativo de sus propuestas, lo claramente expresivo de su arquitectura. Lo preferimos mil veces a esas terribles arquitecturas indecisas y meticulosas que siempre están mirando por encima del hombro, para verificar que están en el camino de lo “políticamente correcto”.
El grupo “Archigram” tuvo conciencia de su vanguardia en Europa, se sentía integrante de una corriente iniciada por Mies Van der Rohe, Gropius, Taut y Le Corbusier, y que se continuaba en los CIAM y en el “Team 10”. En la revisión actual que podríamos hacer de este fenómeno destaca la constatación de una profunda motivación, una fuerza interna para realizar cada trabajo sabiendo que no se está haciendo lo correcto en absoluto.
La arquitectura europea y en concreto la española siempre están bajo el peligro, en general, de una terrible rigidez, producto de una ideología hiper-racionalista y de una preocupación exagerada por la tradición, por lo que Archigram y Peter Cook siguen siendo un símbolo de desafío contra todo ello, un símbolo consistente en saber animar a los arquitectos a descubrir que es posible innovar y volver del revés un programa, desafiar las tradiciones y las inhibiciones de cualquier índole. El “efecto Archigram” ha sido creado para infundir un estado de ánimo optimista que no se preocupe en buscarle justificación a los trabajos, independientemente de sus resultados.
Arquitectos como Peter Cook se siguen enfrentando, por su propia naturaleza, a un cierto proceso de “estrechamiento”, en el que si llegáramos a entrar, nos crearíamos nosotros mismos un falso sentimiento de satisfacción hacia lo que ocurre, sintiendo de inmediato que no existe ya la necesidad de buscar más puntos de referencia que aquéllos con los que están de acuerdo ciertas “autoridades” escogidas (costumbres, personas inteligentes, buenas causas o similares). Esto siempre sucede en lugares que poco o nada tienen que ver con el verdadero carácter metropolitano, y donde el verdadero problema es la escasa consistencia que existe en todos los aspectos de la vida cotidiana, la ausencia de una amplia gama de líneas narrativas a todos los niveles.
La experiencia humana que alientan personajes como Peter Cook y el conocimiento al que dan cuerpo tiende a una concepción del mundo no perfeccionada y estática, no generadora de geometrías puras y no consciente del todo de su propósito. Y es que estas antiguas epistemologías nunca podrán racionalizar el apabullante principio biológico del cambio, que es continuo y constante.
Peter Cook representa una diversidad imprevisible y continua, característica fiel de lo viviente. Peter sigue siendo ese niño travieso que nos sigue recordando lo que de lúdico y creativo posee la arquitectura, construida o no. Su fantástico edificio del Kunsthaus de Gratz y sus últimos proyectos, tanto el de viviendas para Madrid como el Estadio Olímpico para Londres 2012, así lo atestiguan.

(En 2002, el Royal Institute of British Architects concedió a “Archigram” la Real Medalla de Oro de la arquitectura. En 2004, Peter Cook fue seleccionado para el Premio Stirling y en 2007, se le nombró Knight Bachelor en las distinciones “Cumpleaños de la Reina”.)

lunes, marzo 08, 2010

Korda


"Autor: Isidro Gallego; pulicado en soitu.es en diciembre de 2008"

Hace unos días vi en tv un documental sobre la fotografía más famosa de la historia, la que el fotógrafo cubano Alberto Korda hiciera al comandante Ernesto “Ché” Guevara “el Guerrillero heroico”. Entre los muchos comentarios que se hacían por parte de los expertos en el tema, amigos y otros entendidos en el arte de la fotografía, el pop, el op-art , etc, hubo uno que me llamó la atención, hablaba del tratamiento que de esa imagen realizó Korda. La instantánea original tenia un contexto que la situaba en un lugar y en un momento concreto, el ché se asomaba a ver a una multitud conmocionada que a su vez observaba cómo Fidel Castro mostraba los restos de los misiles que el día anterior habían provocado una masacre en la habana a la llegada de un barco con un arsenal belga enviado a la isla. Korda (que fue fotógrafo publicista y casi de cámara de la burguesa sociedad cubana antes de convertirse en fotógrafo de la revolución) al revelar las fotos esa noche en su estudio, percibió instintivamente un especial potencial en aquella imagen, tuvo la necesidad de limpiarla, extraer de ella todo aquello que la perturbaba y decidió sacarla de contexto, de manera que elimino el perfil de una segunda figura a la izquierda del ché y la silueta de una palmera a la derecha, incluso recortó parte de la figura principal, el resultado fue sorprendente. La figura del ché aparecía sola, con la única compañía de las sombras de su cabello y su rostro, el viento movía ligeramente su enraizado cabello, aquella instantánea podía haber sido tomada en cualquier lugar, nació en ese momento el icono y la inmensidad simbólica. Desde entonces y hasta hoy, la imagen tomada y después transformada por Korda ha sido versionada por artistas y movimientos del mundo entero, trascendiendo a las tendencias e incluso a los ideales para convertirse en el símbolo de la revolución, entendiendo a esta más allá de los colores como el máximo exponente del amor y la lucha por los demás.
La arquitectura tiene un componente innato a ella que es el de innovar, el de ser inconformista con lo convencional, en cierto sentido es revolucionaria y esto la lleva a producir altas dosis icónicas. Es por esto que determinadas arquitecturas trasciendan al lugar en el que nacen, yo diría más, la verdadera arquitectura, las auténticas obras maestras no sólo no cumplen el pesadísimo código técnico de la edificación sino que además podrían ser trasladadas a cualquier lugar y seguirían teniendo esa emoción y esa sensación a veces indescriptible que las enaltecen. Curiosamente existe una cualidad común a muchas de ellas, van acompañadas generalmente de alteraciones en su entorno más próximo, posiblemente en busca de aislarse, en pos de conseguir de alguna manera la distancia que les permita alzarse como iconos, en defensa de una idea de actuar, de una forma de entender las cosas, de una sensibilidad que debe estar permanentemente en cuestión y que es lo que permite a la arquitectura estar viva. Es cierto que para proyectar un edificio hay que analizar el entorno, estudiar su realidad física y geométrica para inmediatamente comenzar a pensar de que forma aislarse de ella. Recuerdo recientemente cómo culturetas de provincia se vanagloriaban del fantástico aspecto que lucían las esculturas de Rodin expuestas en una céntrica calle malagueña… no lo niego, pero ¿es que acaso una escultura de Rodin no es excepcional aunque la pongamos en la celsa?.
La arquitectura debe resolver temas urbanos, crear nuevas sensaciones de aislamiento en las ciudades, esos silencios tan necesarios en nuestras fugaces vidas de metrópolis. Nada es más aburrido que crear entre medianerías sin poder moverte atrás ni adelante, ni abajo ni arriba, y además ¡¡cuidado!! debes marcar bien las cornisas para igualar tu encorsetada basura a las basuras vecinas, hacer con aluminio torpes réplicas de los cierres de madera del XIX de tus queridos colindantes y por supuesto seguir el ritmo y proporciones de huecos para conseguir que la ciudad sea una grandísima mierda, aunque eso sí, muy uniforme.
Entiendo que hay calles o incluso ciudades merecedoras de duras ordenanzas que hagan perdurar en el tiempo una estructura bella, pero lamentablemente ese no es el común de los casos y la mayoría de nuestras ciudades sufren esta lacra en forma de reglamentos que capan la capacidad creativa y la potencialidad espacial y formal de las mismas.
Quien pudiera hacer como Korda y aislar su obra, esculpirla lejos de las zarpas de aquellos que probablemente nunca la entenderán.