viernes, enero 15, 2010

ZAHA HADID: UN ESPACIO PARA SOÑAR


"Autor: Javier Boned; publicado en soitu.es en agosto de 2008"

Hay que hablar de nuevo de Zaha Hadid. Hay que hablar de nuevo de esta arquitecta iraní, y de la fantástica aventura espacial que supone recorrer su pabellón – puente de la Expo de Zaragoza, porque sn duda, cuando la Expo termine y se regularice su uso, se va a convertir en el referente español de la mejor arquitectura contemporánea. Será un auténtico privilegio el ir a Zaragoza y poder visitarlo muchas veces, una vez consolidada, como digo, la función definitiva que albergarán sus maravillosos espacios interiores. En este sentido, son el espacio y la función, atributos siempre presentes en cualquier objeto que quiera ser considerado arquitectura, los que merecen de nuevo en este edificio (pues de un edificio se trata) un particular comentario.
Este pabellón no es una escultura, concepto al que muchos malintencionados o sesgados comentarios han intentado reducir, producido casi siempre por el desconocimiento, o en el mejor de los casos por los prejuicios culturales que suelen rondar cierta clase de críticas. Su alarde formal exterior, con reminiscencias del mejor art – decó, se mueve con soltura en unas claves de intervención en el paisaje como organismo serpenteante y sugerente, con un novedoso afán de significar el territorio luciendo orgullosamente el carácter de puente. Un puente de misteriosa belleza, con sus texturas de escamas tramadas en varias direcciones para acentuar su condición dinámica.
Pero es únicamente al discurrir por su interior (que alterna sin cesar con el exterior) cuando descubrimos una concepción absolutamente nueva del espacio. Éste se recorre suavemente, recorrido que se justifica por sí mismo, auténtica experiencia fenomenológica. Las situaciones se van sucediendo desde el primer momento con absoluta y natural continuidad, y la multiplicidad de puntos de vista va fluyendo sucesivamente, enmarcados por suaves y sensuales formas, diseñadas como auténtico halago a los sentidos. Todo invita al movimiento perpetuo, reflexivo, propiciando alternativamente “cortes” en la estructura cinética, situaciones de descanso, miradores, enfoques de la ciudad siempre intencionados. Zaha nos propone una reflexión sobre las posibilidades del espacio – tiempo contemporáneo, un micro – universo donde poder sentir la continuidad de la materia, ese sentimiento que se nos escapa constantemente en nuestro contacto cotidiano con la realidad. Frente a la abstracción dura y poliédrica de los últimos teoremas minimalistas derivados del racionalismo arquitectónico más radical, Zaha nos despliega un sistema de formas en desarrollo, la fluidez expresiva del espacio interiorizado; un vientre de ballena donde reflexionar sobre el mismo acto de sentir, de percibir el espacio.
Esto nos lleva al segundo aspecto peculiar derivado de esta innegable obra maestra: ¿cuál es su función, su uso, para qué sirve claramente este edificio? Muchos pensarán que a estas actuaciones hay que darles un uso claro, máxime si han costado treinta y ocho millones de euros. Un futuro uso de lo más razonable sería, en mi opinión, el museístico, sobre todo si se dedicara al arte y la arquitectura contemporáneos. Pero no sorprendería a nadie que el edificio pudiera albergar también algún uso de tipo comercial compatible con el anterior, incluso cualquier otro de marcado carácter público – cultural. La versatilidad de los espacios antes aludidos así nos lo confirma. Con este hecho pretendo afirmar que el compromiso espacial de la buena arquitectura tiene un valor por sí mismo, y no necesita necesariamente ir ligado solidariamente a una función definida en exceso. Esto podrá irritar a muchos que necesiten sentir irremediablemente la utilidad concreta del objeto construido para encontrar la razón de ser de la arquitectura. Y no caeré ahora en la trampa de debatir sobre aquello de que “la forma sigue a la función”, que como todos los eslóganes famosos, requeriría un minucioso análisis del contexto cultural que los vio nacer, para poder desentrañar su significado real. Simplemente afirmo que la mejor arquitectura ostenta poéticamente el privilegio fundamental, a través del espacio, de sacar a flote nuestros sueños. El pabellón – puente de Zaha Hadid es una arquitectura inmejorable porque ha conseguido esto último, independientemente del uso que esta sociedad y momento histórico concreto hayan decidido otorgarle.
La expresión, en mayor o menor grado, siempre incluirá la razón en sus manifestaciones más auténticas, así que me temo que los racionalistas a ultranza, adalides de la utilidad como atributo fundamental de la arquitectura, ya tienen otro artefacto construido que les quita el sueño. Su vigilia, consecuentemente, les impedirá soñar con lo que la buena arquitectura suscita.

jueves, enero 14, 2010

Mono-espacios y soluciones en cápsula.


"Autora: María Asunción Salgado; publicado en soitu.es en agosto de 2008"

Como arquitecto nunca he tenido la oportunidad de diseñar una cárcel. De hecho, creo que muy pocos arquitectos han podido hacerlo, debido al autismo con el que las autoridades abordan los programas de remodelación de los modelos carcelarios, en relación al diseño de su arquitectura.
Algunas experiencias puntuales, como las llevadas a cabo hace dos décadas por los arquitectos Blanca Lleó, Javier Maroto y Emilio Tuñón supervisados por Manuel de las Casas, desembocaron en la construcción de tres cárceles en Andalucía que cambiaron radicalmente el prototipo de centro penitenciario español. Las nuevas instalaciones de Alhaurín de la Torre, Algeciras y Jaén, servirían de prototipo para otras que estuvieran por llegar, acabando de una vez por todas con la lúgubre imagen de la celda tradicional, poco propicia para la rehabilitación de la población reclusa. Es evidente que desde los ochenta, la sociedad ha cambiado mucho, y lo que entonces supuso un gran avance, hoy es susceptible de ser revisado. Por esa razón, me voy a permitir hacer una reflexión un tanto frívola acerca de la celda del siglo XXI.
En sí, una celda no es más que una unidad habitacional para estancias prolongadas, de espacio reducido, destinada a albergar una o dos personas. Si lo planteamos desde un punto de vista meramente práctico, funciona de forma muy similar a una habitación de hotel, con las salvedades impuestas la restricción del espacio y la ausencia total de intimidad, consecuencia de los sistemas de seguridad.
Precisamente, es esta restricción espacial la que resulta determinante desde un punto de vista arquitectónico, ya que en espacios muy reducidos la división de los usos supone un desafío. Se me ocurren infinidad de ejemplos en los que la separación de usos de estos mono-espacios se ha resuelto mediante la diferenciación de sus acciones en zonas privadas de uso individual y de uso colectivo, como en los hoteles cápsula nipones, en las unidades habitacionales móviles, en las residencias de estudiantes, o en algunos barcos, en los que la “celda” resuelve las funciones de estar y dormir, teniendo que recurrir a baños y comedores comunes.
Pero ¿qué sucede cuando no es posible concentrar estos usos en zonas de libre acceso, o bien cuando se precisa una localización de todos ellos en un mismo habitáculo? En principio, el ejemplo que tenemos más a mano vuelve a ser el de la celda, pero podrían surgir más en el futuro a tenor de los cambios que se producen en la sociedad.
Recordemos en este caso el episodio del ingreso en prisión de la millonaria Paris Hilton. La proyección mediática del personaje alimentó el morbo colectivo hasta tal extremo, que días antes de la ejecución de la sentencia, se publicaron imágenes de la supuesta “celda para VIPs” en la que habría de ingresar.
A primera vista, esta celda de la prisión de mujeres del condado de Lynwood en California, centro que presume de tener el régimen penitenciario más severo del estado, no parecía tan terrible. De hecho, una impecable puerta de color fucsia, su interior estaba pulcramente pintado de color blanco y se amueblaba con un taburete circular, una mesa abatible y dos literas empotradas en la pared que bien podrían haber sido diseñadas por Ronan y Erwan Bouroullec. Junto a la litera superior, una raja vertical practicada en la pared, sustituía al tradicional ventanuco enrejado, un detalle desde mi punto de vista, muy acertado.
Debido a las angostas dimensiones de la celda, no apreciamos en la foto el detalle que diferencia este habitáculo de un dormitorio de estudiantes y que sin embargo encarna por si solo la claustrofóbica sensación de encierro carcelario: un inodoro.
¿Y es que acaso existe una visión doméstica más deprimente que esa? La presencia constante del inodoro a los pies de la cama, funciona principalmente como recordatorio de la falta de intimidad a la que debe someterse al preso, que por seguridad, deberá permanecer a la vista en todo momento. Hacer de la celda (mono-espacio por excelencia) un espacio multifuncional con baño, comedor y dormitorio, sin desvirtuarlo al convertirlo en un habitáculo más acogedor, supone un gran reto que puede ser extrapolable a otras soluciones habitacionales de similares características.
Sin duda ese no fue el objetivo que perseguían la entonces pareja de arquitectos suizos Decosterd & Rahm, más interesados en experimentar con conceptos como la ubicuidad o la bilocación del espacio habitable, cuando en 2004 presentaron la instalación titulada Ghost Flat en el Centro de Arte Contemporáneo de la ciudad de Kitakyushu en Japón.
En principio, Ghost Flat se presentó como un proyecto para habitar un espacio que incorporaba una dimensión desconocida generada mediante variaciones en las longitudes de onda del espectro de la luz y en el que en el que en una misma ubicación, podían esconderse tres usos distintos (dormitorio, sala de estar y baño).
Mediante un panel lumínico compuesto de tres clases de tubos de luz que se encienden de manera selectiva, conseguían hacer visibles aquellos espacios que quedan disimulados bajo los pliegues del espectro, quedando sus volúmenes y superficies contaminados por el color correspondiente a cada una de las luces emitidas. Por ejemplo, el dormitorio aparece con una longitud de onda situada en el espectro ultravioleta entre 400 y 500 nanómetros, por lo que aparece de color azul, la sala de estar de color rojo se sitúa entre los 600 y 800 nanómetros y el baño de color verde, se deja ver en el menor de los espectros entre 350 and 400 nanómetros.
A pesar de que intervenciones como estas, aun a sabiendas de que no son nuevas, apenas nos sorprenden, existe cierto pudor a la hora de encontrar una utilidad práctica adaptada a la arquitectura, quedando relegadas a meras experiencias museísticas.
Por otro lado, existen todavía cuestiones no resueltas en los mono-espacios, que por mucho que se diga, en funcionalidad no pueden competir con el espacio compartimentado.
Las respuestas no son aun las correctas, pero tampoco las preguntas. Lo que sí está claro es que la materialidad no siempre es el camino, y si no, que se lo pregunten a Paris.

martes, enero 12, 2010

Frustraciones


"Autor: Diego Fullaondo; publicado en soitu.es en agosto de 2008"

Bajan las aguas muy revueltas en nuestro provinciano panorama arquitectónico madrileño. El motivo es la adjudicación de dos importantes concursos al arquitecto Arturo Franco, en el corto plazo de poco más de un mes. Estas coincidencias han ocurrido otras veces sin tanto escándalo, pero, por lo que se escucha en los endogámicos círculos profesionales, en este caso, la indignación de un cierto sector de la profesión es mayúscula.
El primero de los concursos fue el de acondicionamiento de las Naves 8 y 9 del Matadero de Legazpi. Arturo Franco fue el responsable de la adecuación de otra nave del novísimo equipamiento cultural madrileño, realizada hace ya un par de años. Esta circunstancia, evidentemente, le ha llevado a tener una intensa relación con los gestores del Matadero desde hace tiempo, y, según la opinión de muchos, hubiera hecho recomendable su no participación en el nuevo concurso. Dejaré de lado el dilema ético personal, por absolutamente risible en estos tiempos voraces, en los que la única línea que se respeta, y no siempre, es la de la letra impresa en el pliego de condiciones. Y, desde luego, menos aun puedo valorar el hecho de si el concurso estaba o no amañado desde un principio, por lógica falta de información (si la tuviera, tendría que ir al juzgado de guardia, supongo).
Lo cierto es que la propuesta inicial del arquitecto en el Matadero, proporcionó a la institución una imagen eficaz y reconocible, que fue recibida, como dice aquel, con gran éxito de crítica y público (supongo que ahora la cosa cambiará; pero eso es demasiado ventajista). Sobredimensionados perfiles metálicos, enormes chapones oxidados y grandes paneles de vidrio reconfiguran puntualmente el espacio, dejando intactos (o exagerando su carácter ruinoso) la mayor parte de los paramentos y acabados originales de las naves, que muestran, orgullosos, la intensidad del paso del tiempo en sus texturas. La construcción se apoya en elementos y materiales constructivos voluntariamente pesados y rotundos, presentados de forma intencionadamente desnuda e independiente de lo preexistente. Se reproduce la atmósfera y el ambiente de las fábricas del siglo XIX, respondiendo al recurrente modelo actual de “fábricas de cultura”. Resulta sorprendente lo implantada que está la imagen fabril decimonónica en nuestras memorias, cuando lo cierto es que la industria y la producción actual está tremendamente alejada de estas duras configuraciones (pienso por ejemplo en las oficinas de Google por el mundo o en las plantas de montaje de la industria automovilística más desarrollada).
En cualquier caso, consciente de la buena acogida de su propuesta inicial, Arturo Franco repite idéntico planteamiento para el concurso ahora presentado. Añade unas gruesas sogas tensadas entre los diferentes pilares existentes, para generar esbozos de compartimentación en el matricial interior de las naves diáfanas. Una nueva textura brutal, excesiva, desnuda y efectiva, que se superpone al planteamiento ya comprobado y aceptado en su anterior intervención. A la vista de esto, no me parece necesario tener que recurrir a complicados complots judeomasónicos para explicar la selección de la propuesta continuista que completa una imagen global ya decidida de la institución. Otro debate sería si un concurso de ideas abierto es el mecanismo de selección idóneo, cuando el organismo convocante tiene decidida de antemano la imagen que desea conformar.
Desde un punto de vista exclusivamente arquitectónico, y aceptando el atractivo superficial del resultado final, entiendo que no conviene olvidar que lo realizado tiene mucho más que ver con el llamado diseño de interiores, el escaparatismo y la generación de una imagen de marca, que con una auténtica propuesta arquitectónica: espacial, programática y/o social más ambiciosa y compleja que, sin duda, habría tenido perfecta cabida en el planteamiento. Después del agradable efecto sorpresa inicial, estas operaciones exclusivamente epidérmicas, interiores o exteriores, me dejan una enorme sensación de vacío e inconsistencia, que acaba incluso por provocar mi antipatía hacia la propia imagen que minutos antes me había fascinado.
El segundo gran motivo de discordia ha sido el concurso para la adjudicación de la revista “Arquitectura” del Colegio de Arquitectos de Madrid. En este caso las descalificaciones del sector crítico hacia el equipo ganador del concurso, abandonan ya completamente cualquier esfuerzo de objetividad disciplinar, para implantarse directamente en el ámbito de lo político: grupos de derechas e izquierdas, enfrentados eternamente sin ninguna posibilidad de reconciliación.
Es muy difícil para mí emitir un juicio siquiera mínimamente interesante sobre este segundo caso por dos motivos fundamentales:
Primero: mi desconocimiento de los criterios de valoración de este tipo de iniciativas editoriales; no sé bien cómo ni qué se juzga de aquello que los candidatos dicen que van a hacer: ¿los contenidos propuestos?, ¿la maquetación y el grafismo?, ¿la línea editorial?, ¿el equipo redactor?,… Me encuentro mucho más cómodo, hablando de unos simples paneles describiendo una propuesta edificatoria concreta.
Y segundo: una incontrolable hostilidad que me produce todo aquello que tiene que ver con el COAM: una institución a la que me veo obligado a pertenecer para ejercer mi profesión. El arquitecto fundamenta su trabajo desde la más estricta responsabilidad individual por lo que la adscripción a tal o cual colectivo debería ser, como primera medida, completamente libre. Al no cumplirse esta elemental premisa, todas las actividades del grupo, por muy interesantes y bienintencionadas que pudieran parecerme en otro contexto, gozan de mi total rechazo.
Pero volviendo al tema y para ir terminando. De todo el revuelo montado con los dos concursos saco tres conclusiones, nada alentadoras, la verdad:
- Es frustrante la capacidad que tiene la política de invadir absolutamente todos los ámbitos. Tanto el hecho en si mismo como, lo que es más grave, el enorme interés que se tiene en leer cualquier acontecimiento desde esta miope óptica. No dudo de la importancia de “lo político”, aunque personalmente me interese poco, pero traducir todo lo que sucede a estos términos me parece aburrido y, sobretodo, equivocado.
- Es frustrante comprobar como un poderoso medio como es la red, se convierte mayoritariamente en soporte de vómitos, improperios y comentarios estúpidos, que nunca debieron salir de la esfera de lo estrictamente privado. La falta de pudor del personal es solo comparable a su verdadera ansia de poder (y a su anónima cobardía, por supuesto). La red les proporciona el medio perfecto para saciar ambas patologías, aunque sea durante un solo instante.
- Y finalmente, también es frustrante comprobar como la arquitectura no interesa ni a los propios arquitectos. Los únicos temas con los que de verdad se desencadena una pelea de verdulería (que algunos prefieren llamar debate), con records de participación, audiencia y comentarios, son aquellos más característicos de “tómbola” o “aquí hay tomate”. Es una lástima.

lunes, enero 11, 2010

… hasta los resultados de la arquitectura adhesiva.


"Autor: Luis de la Cuadra; publicado en soitu.es en julio de 2008"

Quizá el primer lema tipo eslogan de carácter figurativo en Madrid, sea el de “Las Torres Blancas” de Sáenz de Oiza. Una obra que respondía a la vanguardia arquitectónica de su momento, y sigue siendo uno de los mejores edificios de la ciudad. Complejo y arriesgado proyecto en cuyo origen se pueden buscar muchas intenciones, pero desde luego no encontraremos la del respeto al lema utilizado. El desarrollo del proyecto olvidó completamente la “necesidad” de mantener su validez como eslogan. Se conservó, tal vez con ironía, y es conocido popularmente como el de la triple mentira: ni torres (una), ni blancas (gris), ni de Sáenz de Oiza (solamente).

También hay que destacar los casos en que la búsqueda de un eslogan adecuado para el proyecto es posterior a la generación incluso a la construcción del mismo. Estos lemas no tienen que ver con los planteamientos del proyecto, con los lemas tipo eslogan de los que hablamos en el artículo anterior. En ocasiones surgen como resultado del aspecto final del edificio, o por coyunturas comerciales. En otras ocasiones se buscan tratar de evitar que el ojo ciudadano y su magnífico sentido del humor, imponga un mote cruel. Porque motes como El Pirulí (Televisión Española) o La Peineta (Estadio Olímpico) se mofan de la obra e indirectamente de sus autores.

En el artículo anterior elucubrábamos sobre el origen del lema tipo eslogan y sobre su posible interferencia en el origen de algunos planteamientos arquitectónicos. Ahora comentaremos algunos resultados derivados, del respeto hacia aquellos planteamientos.

El entorno de la plaza de Castilla sorprende por la densidad de este tipo de lemas. Sería conveniente realizar un concienzudo análisis sociológico o psicológico, para comprobar si es contagioso (vírico o algo así) y resulta necesario tomar algún tipo de medida sanitaria.

“La puerta de Europa”. Son dos torres inclinadas y simétricas. Se perciben siempre de forma conjunta y parecen prolongar la Castellana hacia Alcobendas. Su eslogan informa que se trata de una puerta (quizá megalítica) y cual es la orientación de la Castellana. Simplificados hasta el extremo, sus volúmenes son comprendidos y memorizados, de forma inmediata. Por su altura, eran visibles en el perfil de la ciudad y su geometría las convirtió en referencia. Desgraciadamente su desarrollo no supuso ninguna evolución sobre la simpleza del anteproyecto. Es imperceptible la dificultad de su estructura. Sus paramentos responden exactamente al esquema vertical-horizontal, desde su base para acentuar, innecesariamente, su inclinación. Su forma no supone ninguna diferencia con el planteamiento inicial. En mi opinión, el esfuerzo de acercarse a observarlas es una pérdida de tiempo porque no aportan nada nuevo. Su simpleza es decepcionante, un desperdicio de proyecto. Sin embargo, el uso de esta geometría simple, de esta forma tópica de torres inclinadas, las ha convertido ya en souvenir de la ciudad.

“Las Cuatro Torres”. Son cuatro y son altas. Cada una de ellas desarrolla su programa con resultados, en algún caso, muy interesantes. Pero me refiero al conjunto como proyecto urbano, pues se trata de una operación unitaria. Desde su concepción serían las más altas y por tanto singulares. Su interés radica en la escasez de altura del resto de la ciudad. Entorno que antes se consideraba de torres y hoy se descubre en una constante horizontal. El proyecto resuelve el (teórico) tráfico rodado, con un sistema de anillos de circulación subterránea, similar a la solución de Azca. Sin embargo en su urbanización, eso que el alcalde denominó “alfombra de la ciudad”, no ha previsto más que los cuatro solares. Quizá sea necesario recordar que la “alfombrilla” de Azca todavía espera solución y su mal funcionamiento, demuestra que conviene pensar alternativas en el espacio público. Proyectar un poco más la porción de ciudad sobre la que se alzarán las torres. Quiero creer que se solucionarán las carencias urbanísticas y que el eslogan dejará de tener sentido porque la ciudad despierta evolucionará hacia su vertical. Con torres altas de verdad y no los edificios que ahora proponen como siete nuevos rascacielos (que con 30 plantas, rascarán los bajos).

“El sol que nunca se pone”. Es todavía una incógnita. Sólo conocemos los paneles del concurso ganador del Centro Internacional de Convenciones, las múltiples fotos de maqueta que han aparecido en los medios y su eslogan. En el proyecto se solucionan dos de los alzados con la forma circular. Polémicas aparte sobre el origen de la idea, que quizá fuese previa al eslogan, aclaran que no es una rodaja de mortadela ni un amanecer. Aún no lo disfrutamos, por lo que no podemos saber si dispondrá de una carita de estilo naíf, con rayos perimetrales. Dada la calidad profesional de sus autores cabe esperar que traicionen la simpleza de lo obvio y realicen un buen proyecto.

Estas intervenciones tienen en común, tanto su cercanía física como el uso de lemas tipo eslogan desde sus orígenes. Pero no son únicas ni son las últimas que tenemos. Recientemente se ha fallado el concurso para la rehabilitación de dos naves del Matadero de Legazpi, con otro lema-eslogan: “hilo conductor”. En su construcción y distribución (móvil) se utiliza: ¡el hilo! Aunque, con el cambio de escala, serán maromas conductoras. En los paneles del anteproyecto, aún no se aprecia desarrollo o solución al programa propuesto en las bases, tan sólo se muestra una intencionada continuidad con el espíritu de lo ya construido (y con gran éxito) en otras salas de esta fábrica de cultura.

Pero este problema no es original de Madrid, disponemos por ejemplo, de las frutas de Aragón en la Expo de Zaragoza, y en el extranjero, recordemos que los más grandes trabajan en Dubai, ciudad sin parangón en la búsqueda de iconos, de arquitectura adherida a tópicos. Y ¿qué es el estadio-nido de las olimpiadas chinas? En fin, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? O lo que es más importante, ¿tenía la gallina forma de huevo?

En la apología de la arquitectura adhesiva, el edificio es el mejor eslogan, algo sencillo y fácil de memorizar. Un método recordar sin necesidad de haber vivido, geometrías asociadas a recuerdos previos, a formas preconcebidas. Su forma no se genera al proyectar, es previa. Su resultado no proviene de la búsqueda de sensaciones, ni de la confrontación de ideas ni de complicados funcionamientos, ritmos, estructuras o decisiones más o menos acertadas. Huye de cualquier investigación, en su forma, en su espacio. Le resulta incómoda, innecesaria y extravagante. Los proyectos son pegatinas de la ciudad. Pero ¿qué publicitan? Obviando los manidos tópicos del poder económico, el capital y otras zarandajas, creo que a esto se le llama auto publicidad.

Estamos ante una maquinaria perfecta. Una rueda que gana y convence, pero ¿genera buenos proyectos?
Vale.