martes, julio 24, 2007

Capricho_Deseo_Obsesión


Tres términos que comparten parte de su significado, pero que se separan violentamente a partir de un punto. No es exactamente una gradación en función de la intensidad de la sensación.
El capricho es visual, inmediato, infantil, rápido. El deseo es táctil, progresivo, maduro y lento. La obsesión anula los sentidos, es redonda y vieja, patológica y constante. Ahora el capricho se tolera, moderadamente, fundamentalmente por su escasa importancia, para, por ejemplo, premiar el esfuerzo, o la dedicación o una buena acción; la obsesión, pobrecilla, es una enfermedad y se trata, se medica. Y el deseo, … El deseo es el maldito. No es fútil como el capricho, no es intercambiable, es intransigente y provoca tremendas frustraciones. Y tampoco dispone de la excusa de ser una patología como la obsesión, con lo que no conlleva la piedad ni la compresión de los demás, no se subvenciona su curación.
Encaprichaos como niños y obsesionaos como viejos pero no deseéis porque sufriréis. Y ya no estamos preparados para algo tan aberrante.

O bien: desead, deseadlo todo malditos.