jueves, mayo 13, 2010

NI TAN SIQUIERA ZUMTHOR SIRVE YA…


"Autor: Javier Boned; publicado en soitu.es en abril de 2009"

En las páginas de crítica arquitectónica de un afamado diario nacional, puede leerse textualmente: “…El Pritzker presenta a Zumthor como una excepción, un personaje único, pero no es la encarnación de la arquitectura que debe buscarse y defenderse. Es autor de una obra fundamental, pero no debe tomarse como antídoto a los excesos y despilfarros de los últimos tiempos, puesto que toda forma personalista de hacer arquitectura pertenece a un modelo que debe ser revisado profundamente. (…) El estado de la arquitectura contemporánea sigue necesitando de algo más que el peso de un premio que insiste en asentar la autocomplacencia a-crítica dominante”.
¡Así esta el tema, señoras y caballeros! La Autocomplacencia A-crítica Dominante (a la que desde ahora llamaremos AAD) se erige claramente en una enfermedad contagiosa, a merced del virus de la personalidad creadora por encima de cualquier otra consideración, y como tal deberá, simple y llanamente, ser eliminada. Los arquitectos no han podido llegar a más ni la arquitectura a un estado tan lamentable. La Forma Personal de Hacer Arquitectura (a lo que desde ahora llamaremos virus FPHA) ha tenido tal vigencia durante tantos años, se ha expandido tanto, que ha producido esta nocivo e irreversible estado de enfermedad social, la AAD. El razonamiento está servido y parece claro, aunque a mi entender no deja de ser perverso: una actitud determinada en un campo concreto ha desencadenado un modelo considerado como insostenible que exige una profunda revisión, y ha alimentado un poderoso virus que desencadena una ceguera a-crítica de un poder también desmesurado. Tan sólo hay un culpable de esta situación: el arquitecto, y no cualquier arquitecto, sino el arquitecto “creador”.
Pero el autor va más lejos, y califica al último premio Pritzker de “antídoto” (¿de qué veneno?). Se induce claramente que para dejar de ser antídoto la única solución es que el premio deje de existir, ya que cualquier vestigio de la FPHA en la cultura arquitectónica (y un premio a una labor individual lo es por antonomasia) no dejará de ser nunca más que un mero alimento para la AAD, cuyo crecimiento ha propiciado impunemente la actual situación insostenible.
En el fondo esta voz y otras que últimamente pueden escucharse y leerse, están clamando por la instauración definitiva en la sociedad del llamado “Arquitecto Normal”. (Al que desde ahora llamaremos ANSC, Arquitecto Normal Socialmente Comprometido) ¿Cuáles deberán ser los atributos de los ANSC? Deberán ser profesionales de elevada y estricta moral social sobre todo, cumplir en todo momento con las normas de la buena construcción y limitarse siempre a obedecer, y resolver cada día la humilde y sagrada misión de resolver el sudoku de solución única que la sociedad, que para eso les ha dado previamente sus “créditos”, demanda de ellos. Pensemos un poco en esto y comprobemos con pavor lo que se nos viene encima; el ANSC no deberá pensar jamás en cualidades, si por tales se entiende cualquier cuestión relacionada con la estética, con la lingüística, y mucho menos con los valores conceptuales, espirituales o formales del espacio arquitectónico. El ANSC deberá convertirse en la nueva referencia, en el nuevo horizonte, un profesional comprometido tan sólo con los aspectos mensurables, cuantitativos, físicos y comprobables de la arquitectura. Tan sólo así podremos superar la AAD, para que la “razón” y el “sentido común” recuperen los valores perdidos de nuestra cultura arquitectónica occidental.
Si ni tan siquiera Zumthor nos sirve ya, es que el arquitecto como creador tiene sus días contados, y su quehacer presto a ser deglutido por los valores de un nuevo “mundo feliz” arquitectónico. Creo sinceramente que están por llegar los “días de la resistencia”, como alguna mente lúcida ha anunciado ya.
Llegó la hora de nuevo del “buen salvaje”. Es la evolución del lenguaje, y no sólo del arquitectónico, lo que está en juego. Y eso no es ni mucho menos cuestión de premios.

martes, mayo 11, 2010

Peter Zumthor: El último mohicano

"Autor: Diego Fullaondo; publicado en soitu.es en abril de 2009"

Le acaban de dar el Pritzker a Zumthor. Pocas veces el aplauso del mundillo profesional ha sido tan unánime. Sospechosamente unánime diría yo. Me explico.
Vaya por delante que es indudable la calidad de su producción. Sus escasísimas obras son una delicia para los sentidos. Cuidadas hasta sus más nimios detalles, con la precisión y esmero que el artesano suizo lleva dentro, nos recuerdan aquellos tiempos en los que la arquitectura era un oficio lento y manual. En estos tiempos virtuales y veloces, Zumthor se aferra a la textura y la pausa. Su arquitectura nos hace reconocer palabras casi olvidadas como belleza, sensualidad o perdurabilidad. Este ejercicio de memoria cualificada justifica sobradamente el premio concedido.
Pero no nos equivoquemos. Estos días he leído alguna loa del personaje que me ha hecho sonreír. Una cosa es que reconozcamos los viejos valores de la arquitectura que Zumthor, con gran maestría, se empeña seguir reelaborando en sus obras, y otra es que pretendamos hacer de ellos la “esencia” de la disciplina en la época actual. Una cosa es admirar, respetar y aprender del talento plástico del ermitaño suizo, y otra es pretender seguir su modelo para derribar las propuestas de otros grandes arquitectos de nuestro tiempo, ocupados y preocupados por problemáticas que van un poquito más allá del pueblecito de los Alpes.
Zumthor encarna como nadie el mito del arquitecto artista; diría que está ferozmente inclinado hacia la vilipendiada vertiente artística de nuestra profesión. No hay en él ni una concesión a la dimensión social de la arquitectura; ni a la economía de recursos; ni a la participación e interacción con el usuario final; ni…. El es un artista antiguo y total; todo magia e inspiración. Comienza y termina sus obras con total autonomía para que perduren en el paisaje por los siglos de los siglos. Por eso me sorprende el aplauso monocorde de mucha crítica que, por lo general, denuncia violentamente este tipo de actitudes tachándolas individualistas y narcisistas.
Haré yo entonces de abogado del diablo, y voy a recordar, con un poco de humor, algunas de las características del trabajo de este maestro artesano que parecen haber sido sibilinamente olvidadas:
- Zumthor no trabaja para cualquiera propiedad; no trabaja para resolver cualquier problema. Es necesario que sienta una “profunda afinidad” con el programa propuesto (cada uno que entienda lo que quiera en estas crípticas palabras).
- Se lo toma con calma. Escuché en una entrevista reciente que tardó siete años en hacer uno de sus últimos proyectos. Es lo que tiene hacer tanto detalle constructivo.
- Lo que se dice arquitectura de bajo presupuesto, la verdad es que no hace. Construir con troncos de árboles centenarios (quemados además, por lo del olor a madera chamuscada), o con sillares de piedra de una tonelada de peso cada uno, por muy de la zona que sean, no es precisamente barato.
- Le interesan sobretodo las parcelitas amplias, preferiblemente en los Alpes suizos cerca de su casa, a ser posible mirando a un lago o, en su defecto, a las propias montañas impolutas. Vamos, solares que, sin sus edificios, ya sean maravillosos.
- La cuidad no le convence. Hay mucho lío. Si usted tiene un solar entre medianeras en Parla, Zumthor no es su hombre.
- La vivienda tampoco es su programa favorito (no debe sentir la “profunda afinidad” mística). Vivienda colectiva directamente no hace y alguna unifamiliar alpina que hay por ahí, no es precisamente su momento más inspirado.
Me viene a la memoria una estupenda cena que disfruté hace más o menos un año en un conocido y carísimo restaurante madrileño. Todo fue excelente hasta que el joven y talentoso chef en la charleta final de cortesía que se ha puesto tan de moda y me resulta tan fastidiosa (arruina la sobremesa), definió su cocina como básicamente “democrática”. Eso sí que no. ¡Acabábamos de pagar un pastizal en una sala con no más de seis mesas! La cena fue deliciosa, divertida, variada, sorprendente, etc… pero desde luego, no fue “democrática”
Zumthor no ha cometido jamás este error (que yo sepa). Nunca ha dicho que sea una cosa diferente de lo que es. Nunca ha hecho proselitismo de su peculiar y parcial forma de afrontar lo arquitectónico. Solo un despistado total podría pretenden extrapolar y generalizar un sistema de trabajo tan tremendamente particular y elitista, que muy difícilmente tiene sentido fuera del estricto marco en el que se ha producido.
Sin ninguna duda el viejo oficio del arquitecto merecía su premio. Le tocaba. Pero por la romántica y justa admiración que todos sentimos hacia el último mohicano que hace fuego con dos palitos, no hagamos la tontería de tirar el mechero que tenemos en el bolsillo.

domingo, mayo 09, 2010

LOS “MOVIE – WALKS” O… ¿QUÉ SERÍA DE LAS CIUDADES SIN EL CINE?


"Autor: Javier Boned; publicado en soitu.es en abril de 2009"

¿Quién no ha sentido la necesidad de viajar a Roma después de ver la película “Vacaciones en Roma”, de William Wyler, con los fantásticos Gregory Peck y Audrey Hebburn deambulando por sus plazas? ¿Quién ha podido resistir la tentación de no viajar a Londres después de ver “Matchpoint” de Woody Allen y perderse por las calles de Nothing Hill? Desde hace tiempo la industria del turismo cultural sabe que sin el cine muchas ciudades y lugares del planeta carecerían de interés. O mejor dicho, muchos existen gracias a que el cine los ha consagrado previamente, y la industria turístico-cultural no ha tenido más que ir tomando nota e ir transportando masivamente a los ciudadanos a los lugares y ciudades que ya eran conocidos por la gran pantalla. La casuística es infinita y de lo más variopinto.
Por ejemplo, desde que Mel Gibson rodó en Matera, una ciudad al Sur de Italia, su famosa y controvertida película “La Pasión de Cristo”, la ciudad se volvió un foco de atracción turística a nivel internacional. Por supuesto que las agencias de viaje no dejan pasar la oportunidad y ahora ofrecen el “Passion Tour” para que los visitantes puedan conocer Matera más a fondo. Incluso el propio Ayuntamiento local está preparando con gran emoción un recorrido por la ciudad, completamente señalizado con indicaciones y carteles que marcarían los lugares específicos donde fueron rodadas las diversas escenas. Algunas agencias de viajes ofrecen recorridos de un día o de un fin de semana. Si bien se dedican a mostrar todas las cualidades de la bella ciudad italiana, sobresalen los sitios donde se rodaron las escenas de la película. El Ayuntamiento de Matera ha conseguido un acuerdo con la producción para poder hacer uso de imágenes y platós de la película. Turistas de todo el mundo están muy interesados en poder realizar estos recorridos. Para ello, la visita guiada de un día, denominada el “Passion Tour”, puede costar entre 6,5 y 10 euros; mientras que el fin de semana oscila entre los 90 y los 138 euros.
¿Quién no recuerda “The Sound of Music” (en español “Sonrisas y lágrimas”) de Robert Wise, con la exquisita actuación de Julie Andrews en el rol de María, la “novicia rebelde” de Salzburgo, que es enviada a la casa del viudo Capitán Georg Ritter von Trapp para convertirse en la institutriz de sus siete hijos? Pues bien, La Villa Trapp, o mansión de la familia Von Trapp - que de por sí fue una historia real- se puede encontrar en la susodicha ciudad austriaca de Salzburgo, y este año ha abierto sus puertas al turismo y se ha convertido en hotel. Este ofrece 14 habitaciones con 26 camas a un precio de unos 100 euros la noche con desayuno incluido, además de visitas guiadas por el jardín y el interior, donde se puede ver una sala adaptada en forma de museo para ilustrar la historia del edificio y los Von Trapp. Se calcula que unos 300.000 turistas visitan los lugares de Salzburgo donde se filmó la película. Las autoridades de la ciudad incluso planean un “Centro Sound of Music” en el casco histórico.
Recordando la más famosa escena de la obra maestra “El Acorazado Potemkin” (1925) de Eisenstein, la de la matanza en aquella interminable escalera de la ciudad de Odesa, resulta que aquel lugar es conocido desde entonces como la “Escalera Potemkin”, y es uno de los lugares más simbólicos e importantes de la ciudad. A pesar de que la masacre de Odesa nunca ocurrió en realidad, la película –como todo buen cine propagandista - acabó haciendo creer a muchos que había sucedido de esa manera, y durante décadas la “Escalera Potemkin” ha sido un gran foco de atracción turística.
En Málaga, sin ir más lejos, puede ya seguirse la ruta “El camino de los ingleses”, visitando 16 lugares de la ciudad y sus alrededores que fueron escenario de la película dirigida por Antonio Banderas. El mismo Banderas afirmó que Málaga se había convertido en un plató ideal.
En Barcelona, su visión turística contrastada ya les ha permitido, desde el Ayuntamiento tener varios “movie-walks” preparados, según se refieran a las películas, “Vicky, Cristina, Barcelona”, “Todo sobre mi madre”, “El perfume”, “Láuberge espagnole”, o “Manual d´amore II”, todas ellas rodadas en diversos escenarios de la capital catalana.
Si nos remitimos a edificios concretos, lo mismo ocurrió con el Empire State Building de “King-Kong”, obligando a las Torres Gemelas (que en paz descansen) a tener su “remake” cinematográfico en los años setenta, para competir en fama con el gigante de la Quinta Avenida. O con las Torres Petronas, tras las peripecias de Sean Connery y Catherine Z. Jones en la altísima pasarela que las une. En Madrid, nadie conocería el Edificio “Capitol” si no fuera por el maravilloso homenaje de Alex de la Iglesia en “El día de la Bestia”, y quizás el Guggenheim de Bilbao haya tenido su récord de visitantes tras las vibrantes escenas de una de las últimas entregas de James Bond, con un flemático Pierce Brosnan atravesando la ría bilbaína después de montar una de las suyas, como si nada hubiese ocurrido, con el emblemático museo de fondo.
¿Qué sería de los lugares, de las ciudades, de los edificios, sin el cine?