viernes, febrero 01, 2008

soitu.es


Hablan muchos de identidades fragmentadas en la red. La idea, no sé bien porqué motivo, me parece sugerente. Algunos miembros de nuestro invisible grupo (de momento María, Javier y yo mismo) estamos escribiendo de forma más o menos regular en un nuevo periódico digital, soitu.es. Nos estamos ocupando de la sección que trata de arquitectura, dentro de una carpeta con el equívoco nombre de "Tendencias" (esa ubicación creo que la vamos a conseguir cambiar en breve, para tener una carpetilla propia. !Toma ya¡). Aprovecho esta breve entrada para varias cosas:

1. Informar de esta novedad que viene a eliminar, al menos parcialmente, parte de ese velo de invisibilidad que tan felices nos hacía (a mí en particular).

2. Hacer un poco de autobombo, e invitar a que nos visiteís en esa otra dirección (y que de paso no nos despidan), con una temática mucho más precisa. Menos variada, menos divertida quizás, pero yo creo que también interesante. En particular para los del gremio y allegados.

3. Por último, invitar a cualquiera de los miembros que se sienta con ganas de hacer algo en esta nueva línea a que se ponga en contacto conmigo por correo electrónico para comentarlo. Puede ser divertido; eso sí, con un puntillo (no mucho) más de compromiso que aquí en FHE.
Por aquello que he comentado de las identidades fraccionadas hemos decidido no colgar aquí, aquello que publiquemos allí (al menos de momento). Leednos si os apetece y, lo dicho, el/la que se anime, que me lo diga.

jueves, enero 31, 2008

LA MUSICA PIENSA


EugenioTrías es un descubrimiento. Su forma de escribir, su filosofía, es tan comprensible como sugerente. El conocimiento de las cosas desde su tangencialidad, su frontera, su analogía con "lo otro", está en la base de su pensamiento. Y la música, siempre la música, como soporte intelectual de su atractivo discurso. He aquí algunas reflexiones suyas:
"...La música piensa. Es difícil expresar de manera más sucinta y sintética lo que he intentado hacer en mis acercamientos al universo de la música. Se trata de afirmar que la música, la mejor música, expone siempre pensamiento."
"...Se trata, pues, de reconocer pensamiento en la música; y por lo mismo -también- música en el pensamiento. Sostengo que el pensamiento tiene en la música una forma de exponerse. O que no queda confinado en exclusiva, como tantas veces se afirma, al dominio del lenguaje verbal, o a la palabra."
"...La esquizofrénica división, desde el romanticismo, entre una razón analíticamente esclarecida, que tendría en el universo lingüístico su fundamento, y en las ciencias su desarrollo, dejaría el arte en general, y la música en particular, como una suerte de Parque Jurásico donde la emoción hallaría su personal reinado.
Hay además otra causa más profunda que explica este confinamiento de la música al coto cerrado de la emoción. La filosofía del siglo XX se definió desde sus mismos inicios como filosofía del lenguaje. Filosofía y filosofía del lenguaje han sido, durante el pasado siglo, una especie de ecuación primordial convertida en dogma de la sabiduría convencional filosófica."
"...Si la música es pensamiento, entonces se halla en condición próxima a la apertura del conocimiento. El conocimiento, por lo demás, no es dominio exclusivo de las ciencias (como cierta epistemología de escaso calado pretende). Hay conocimiento -musical- del mundo y de nosotros mismos. La música es uno de los mejores medios que permiten cumplir el imperativo de Delfos y de Sócrates: el lema conócete a tí mismo."
"...Decía Platón -en su diálogo tardío el Timeo- que el alma estaba construida con número y proporción musical. Conocerse es, pues, reconocer ese principio musical que compone la estructura misma del alma. La música es la mejor demostración de que ésta existe."
"...La música es pensamiento. Pero a diferencia de las matemáticas, conecta de forma inmediata con la emoción y el afecto. Esa unión de pensamiento y emoción exige un concepto que exprese esa síntesis que en la música se produce. Yo hablo al respecto de logos simbólico. El símbolo, radicalmente redefinido, me resulta imprescindible."
"...La música es una gnosis sensorial. Por gnosis debe entenderse un conocimiento que nos cura de la "infirmitas". Salud, salvación, eso es lo que se puede acoger como don -como dice Hölderlin- "cuando arrecia el peligro". La música es un don que proporciona conocimiento, reconocimiento de uno mismo, y promesa de salvación."
"...La música sabe unir la orientación espiritual y mística más encumbrada con su mejor tratamiento de las dimensiones materiales del sonido. La música hoy se halla empeñada en la emancipación de la "phoné": de ese dominio matricial del timbre y del colorido sonoro que Arnold Schönberg, al final de su Tratado de Armonía, auguraba como la gran tarea de la música del futuro (y que él mismo pudo comprobar en la creación en sus magníficas Cinco piezas para orquesta). Desde Gustav Mahler y Claude Debussy hasta Giacinto Scelsi y John Cage, esta emancipación de la phoné marca, a mi modo de ver, la orientación y el destino -hacia lo matricial- de la mejor música de hoy. La mejor música -de hoy, de ayer y de mañana- se halla siempre en la intersección entre materia y espíritu."
Os invito a que sustituyais la palabra "música" por la de "arquitectura", y entonces este discurso cobra otra nueva dimensión, aún más interesante, si cabe.
Esta vez creo que me he pasado, pero los de Bilbao somos así. Que se jodan.

lunes, enero 28, 2008

Moneo y la "Casa Da Música"


Leo el artículo de Moneo sobre “el Koolhas” de Oporto, y no tengo más remedio que realizar una serie de apostillas sobre el tema.
Es curioso Moneo. Me resulta curiosa esa personalidad que posee este gran arquitecto, con esa necesidad de querer explicarlo todo, a toro pasado, como intentando desesperadamente auto-ubicarse en este panorama contemporáneo tan complejo, tanto cultural como arquitectónicamente. Panorama por cierto ante el que no resulta aconsejable, debido a esa misma complejidad, lanzarse a elaborar catalogaciones demasiado disciplinares, a no ser que en el fondo, insisto, sean debidas a un desasosiego y un grado de estupor tan sólo comparable al que sufrió la crítica arquitectónica ortodoxa (véase Tafuri y compañía) ante determinadas arquitecturas de los incipientes años sesenta (véanse primeros edificios de James Stirling, por ejemplo). Me temo que en este sentido la historia se repite.
Con esto no quiero decir en absoluto que Rafael Moneo esté equivocado en lo que dice, ni mucho menos, simplemente creo que su crítica resulta sesgada, inconclusa, y desde luego desviada ligeramente de esa lectura profunda que de la “Casa Da Música” cabría esperarse.
Y es que Moneo sigue hablando en el fondo, de racionalismo. Y es justamente su resistencia (no quiero pensar ni siquiera en una posible negativa consciente) a pensar en clave expresionista lo que hace desviar su certera mirada de halcón de la lección que nos da este fantástico edificio y le lanza a emitir una crítica, a mi entender, limitada.
Porque en mi opinión La Casa da Música entronca históricamente con una vertiente del Movimento Moderno que muchos pretenden todavía enmascarar o eludir y que supuso un evidente revulsivo en cuanto al ataque directo a las bases mismas del lenguaje o “los lenguajes” artísticos: el expresionismo. Y desde luego, es fundamental citar de nuevo el sofisticado universo del manierismo conceptual, iniciado después de la Segunda Guerra Mundial y con su apogeo a finales de los años cincuenta y primeros sesenta, para entender ese carácter de “caja sofisticada” que nos presenta el arquitecto holandés. No tiene pues especial relevancia, a mi entender, la alusión a la tipología o al carácter objetual-funcional de esta arquitectura, si no somos capaces de comprenderla como un desarrollo evolucionado de aquellas primeras arquitecturas pétreas del expresionismo alemán, esas gemas de vidrio que demostraban la delicadeza del material a pesar de sus agudos bordes, donde se reconciliaban espíritu y materia. Con el tiempo ese vidrio se ha transfomado en una masa opaca de precioso hormigón con reminiscencias cristalinas, símbolo de una época que ha perdido su inocencia, su claridad en el mensaje, lenguaje hermético por excelencia, testigo complejo de las más contemporáneas tensiones y fiel paradigma de unos tiempos en inestable equilibrio.
Como fruto de todo esto y de su tremenda actualidad, el edificio es una suma de paradojas en cuanto el desarrollo de sus funciones se refiere, con toques irónicos a mansalva, como pudimos comprobar “in situ”.
La Casa Da Música se nos revela como “arquitectura dentro de arquitectura”, “caja dentro de caja”, auténtico ejemplo de diseño espacial, querido Rafael, en esos espacios intermedios de los emocionantes y majestuosos vestíbulos, totalmente intencionados, (incluso desde la posible aleatoriedad de sus formas) auténtico espectáculo fenomenológico para sentir y sentirse dentro de la cueva, el seno materno, el origen de toda arquitectura. (Igual que en el vientre del Scharoun, también expresionista, pero con la función aún más indefinida, de uso más libre, si cabe).
La casa de la Música es pura historia de la arquitectura y también es puro lenguaje, pero es historia y lenguaje actualizados, sofisticados, desplazados de su empleo lingüístico tradicional (“tradición” entendida aquí como la correspondiente al Movimiento Moderno en su vertiente expresionista).
En lo que sí estoy de acuerdo es que el espacio no lo es todo, sino un elemento más, pero dudo que eso no ocurra con toda la buena arquitectura; la mayor o menor preponderancia del mismo no deja de ser un grado de evolución correspondiente con el desarrollo del manierismo moderno, que se ve obligado, para mantener el principio de complejidad y contradicción que lo sustenta, a aumentar y hacer convivir el número de parámetros conceptuales sobre los que ha de basarse el proyecto desde un principio. En cuanto a la aplicación biunívoca espacio – función, sería ingenuo, incluso malintencionado, negar a estas alturas que la buena arquitectura jamás cumplió esa relación. ¿Para qué sirve una catedral gótica, el Guggenheim de Wright, la Terminal de Saarinen? ¿Para qué sirven los vestíbulos del Kursaal?
¿Por qué ese empeño en no hablar de expresionismo? ¿Qué especial fantasma se cierne sobre ese otro rostro del lenguaje de la tradición moderna de la arquitectura?

BLADE RUNNER Y LA CIUDAD SOFISTICADA


Se cumplen veinticinco años de la creación de Blade Runner, película que resultó especialmente reveladora tanto por su estética como por el caudal de interpretaciones y especulaciones sobre el futuro de las ciudades, que surgieron a raíz de su polémico estreno. Al cabo del tiempo, inmersa nuestra cultura en pleno desarrollo de la ciudad sofisticada sobre todo a través de las nuevas implantaciones urbanas del Medio y Lejano Oriente, se hace especialmente interesante una reflexión, en forma de gran interrogante, sobre los significados que se siguen desprendiendo de este film futurista.
Empecemos por el nombre, “Blade Runner”, que podríamos convenir en traducirlo como “vividor del filo”, o más sutilmente, “el oficio del margen”, siempre en peligro, siempre en el borde de la realidad. Los personajes se mueven por una ciudad entendida como laberinto simultáneamente arcaico y futurista, pero cuyo futurismo no guarda la menor relación con las visiones modernistas industriales y cuyo arcaísmo no recuerda ningún arquetipo de la puesta en escena “post-moderna”. En esta escenografía, el policía anti-héroe que nos muestra la película no puede sino provenir del desarraigo, auténtico “nómada intelectual y estéril”, de raíz spengleriana, y su búsqueda no supone más que un vagar indefinido y errático.
Blade Runner intenta desarrollar varios pensamientos o ideas simultáneamente, y para eso toma como objeto la propia ciudad. La unión de ciencia-ficción y de cine negro resulta así extraordinariamente adecuada para la expresión y continuación de las líneas de fuerza de la ciudad contemporánea, es capaz de denotar espacios y objetos cuyo propósito original se ha perdido, debido al reciclaje constante.
En estas condiciones el protagonista deberá reconocer lo real de lo simulado, todo ello obstaculizado por la falta de horizonte, por los mensajes ambivalentes, por el vertiginoso laberinto en que la misma ciudad se convierte, siempre oscura y lluviosa. La importancia creciente de las áreas de interrelación y comunicación imaginaria será proporcional al declive de las estructuras construidas, produciéndose, en palabras de Paul Virilio, “la dislocación de la metrópoli, el derrumbamiento de la ciudad históricamente material a favor de una concentración post- urbana, en la que el único factor de unificación sería un espacio – tiempo sintético que conectaría los asentamientos humanos diseminados por todas partes en el espacio geográfico”.
¿Qué extraño mundo nos presenta Ridley Scott a través de estas imágenes? ¿Qué significado tienen esos “replicantes”, hombres – máquina que no deberán sentir emociones ni afectos, pues ello quebrantaría las leyes de la necesidad, convirtiéndose al instante en la medida de toda actividad libre y creativa?
Quizás a estas alturas de la historia la ciudad de Blade-Runner, su sofisticación, resulte ya una realidad incuestionable. Quizás sus habitantes tengamos ya la necesidad imperiosa de los momentos de soledad y reflexión, únicos intervalos vitales donde la melodía de la caja de música nos devuelva la infancia, los recuerdos, alternativa prohibida al espacio-tiempo sofisticado que no deja de enturbiar nuestro presente.