jueves, septiembre 28, 2006

Ayer estuve en Plencia.

Es un pueblo pequeño situado a 20 kilómetros al norte de Bilbao. Allí lo escriben con tezeta y lo pronuncian con una mezcla entre ese y che.
Mi hermano se va a casar con una chica de allí, y fuimos a su pedida.

- ¡Qué bien se vive!
Es un pueblo costero, situado en la desembocadura de una ría, Con playa (aunque pertenece al término municipal de Górliz). Grandes pinares, mucho verde, clima agradable y olor a mar cántabro. El paseo por la orilla de la ría (con marea alta) es digno de película costumbrista de principios de XX.

Comimos. Mi padre pidió nuera y tomamos postre. Estupendo. Después sus padres nos acompañaron por el paseo, para bajar la comida.
Llevan treinta años viviendo allí. Tienen casa en Bilbao, donde trabajan y en Plencia, donde descansan. Pero él es de León y ella de Madrid. Tienen dos hijos. La mayor lleva ocho años fuera, y se casará ahora.
- Será duro tener a la hija tanto tiempo fuera.
- Sí.
Ella adora a su padre. Cuenta anécdotas compartidas con él cuando era pequeña y le da besos. Muchos besos; él sonríe y calla.

Camino a su lado y le escucho. Habla alto con claridad y aunque padece dislexia silábica, a trompicones va hablando. No baja la voz cuando se cruza con alguien (a todos saluda), sino que se calla.

- Sí se hace duro, pero ella está feliz. La pena es el chico. Se llevan muy bien pero la nuera, esa es muy vasca. De siempre no la soporta. Yo no he conseguido hablar vasco. Llevo treinta años y ni lo entiendo. Pero la nuera es sobrina del presidente, del Ibarreche. Viven en un caserío y no ven a nadie. Lo malo fue que en la boda la montaron. La nuera se la guardaba a mi hija y cuando se casaron, se la montaron a la familia de mi mujer. Nosotros nos enteramos en el autobús. Se la montaron en el baile. Mi cuñado se compró una casa aquí, y no ha vuelto. Y él pues eso, no se atreve.

Su hija, de cuando en cuando se acerca y le da besos. Se acuerda cuando cumplió quince, que su padre le envió quince rosas, que el ramo ocupaba más que ella. Y lo que lloró, y lo que se ríe. Y otro beso.
- Mi mujer tiene asma (me acabo de fumar un cigarro a su lado), y está delicada. Aquel edificio es para los terminales. Les dan pasaporte. Aquí estuvo mi padre. Duró diez días. En invierno, con marea brava las olas cruzan la carretera y pasan sobre el muro. Es precioso y las olas grandes revientan contra aquella piedra y la cubren de blanco.
¿La de la pintada de presoak?
- Sí, la de la pintada, pero no veo que pone. Y allí está el de convalecencias largas. Tuvimos al chico, diez años. Tenía mal el telón daquiles. De los diez a los diecisiete. Ahora a veces me dice que le duele y le digo que se ponga la plantilla. Pero no me tampoco me hace caso.

Su mujer se acerca y le reprende: ¡A ver que dices! Es que tiene mucha boca.
- No irá a la boda de su hermano. No lo ha decidido, pero ya se lo dije, es su boda y seréis bienvenidos. No hay problema, no tienen cuajo. Si van no montarán ningún follón porque no están aquí. Aquí todos son del peneuve, y claro con los sobres, con lo de a los niños de la calle ni tocarlos; pues todo está bien. Y como el Estado no hace nada, que cogen a los más malos y como hablan con ellos, pues los sueltan. Al Josu y al otro, el de las amenazas. Ya verás lo que tarda en salir. Y aquí son héroes. Pues claro. Si les engancharan, la gente no les seguiría. Son cuatro, son muy vascos, pero no son tontos. Aquí todo el mundo se conoce. Todos sabemos quién es quién. Esto es muy pequeño.
¿?
- Sí aquí se vive bien, si hay manifestación, mejor no sales porque si son muchos, te pegarán. Pero cuando lo sabes, no sales. Por lo demás, se vive bien. Además lo tengo todo, mis amigos, mis compañeros, mi vida. Ella está en Madrid. Mejor así.

Al volver, en la radio del coche un político vasco dice nosequé y en ello empeña su “palabra de vasco”.
Eta sale del armario pegando tiros y aclarando alguna duda.
Y resuena: son cuatro, son cuatro, son cuatro. Sólo son cuatro
Pero siempre hay uno en cada familia. O no son cuatro o sois cuatro familias. Por lo demás no estoy de acuerdo:
Creo que vivir bien es otra cosa.

miércoles, septiembre 27, 2006

Pía

Ayer llevé a Hugo al Bernabeu por primera vez. Solo tenía un carnet de sobra por lo que tuve que elegir entre mis vástagos al afortunado que me iba acompañar a tan magno acontecimiento. En un ejercicio de machismo anacrónico, lo sé y pido disculpas por ello, el agraciado fue Hugo en lugar de Pía (de momento Sofía no entraba en el sorteo). Es chico, es el mayor,... en fin, había algunas razones para ello. El caso es que los lloros y protestas de Pía en el momento de la partida hacia el campo fueron de órdago y solo fueron mínimamente amainados con el compromiso ineludible de ser ella la seleccionada en la siguiente ocasión. La velada resultó maravillosa, animada, muchos goles, victoria aplastante, etc..., especialmente diseñada para un niño.
Esta mañana durante mi recorrido habitual de reparto de pequeños a sus diversos colegios, el drama continuaba. Mientras Hugo cantaba con una amplia sonrisa condescendiente, las excelencias de la noche futbolera de adulto, Pía iba aumentando el volumen de sus protestas. Inicialmente suavemente quejumbrosas, después llorosas, para terminar en completamente histéricas. Por más que le ratificaba mi absoluta decisión de cumplir el compromiso adquirido, nada parecía poder detener el torrente de lágrimas, mocos, babas y gritos que salían de su boca.
Hasta que súbitamente, sin que todavía encuentre razón para ello, se hizo el silencio absoluto. Unos eternos segundos después, justo cuando iba a girarme preocupado hacia los asientos traseros para comprobar que todo el mundo seguía con vida, Pía me pregunta con voz calmada y pausada: Papá, ¿por qué es tan importante el fútbol?.
No he podido dejar de pensar en aquella vieja campaña publicitaria del "Aleti"... Pero, a más a más, como dirían en catalañol.