martes, julio 27, 2010

La Ciudad de la Cultura de Peter Eisenman

Autores: Varios; publicados en soitu en septiembre de 2009

¿Mejillón o Vieira? (Ignacio Rodríguez Urgel)

Creo que una de las cosas más emocionantes que tiene nuestra profesión es poder predecir cómo será un edificio una vez construido. Siempre espero el momento de terminar la ejecución de un proyecto para comprobar si coincide con lo que esperaba de él. Indudablemente que la sensación es más intensa cuando uno mismo ha proyectado el edificio, pero también disfrutamos al visitar otros que, sin ser nuestros, los hemos seguido desde publicaciones de arquitectura. A menudo la sorpresa que nos llevamos al visitar estos proyectos una vez construidos es positiva, dado que la documentación publicada es incapaz de exponer todo lo que su autor ha volcado sobre ellos. Es por esta razón que siempre existe una parte del proyecto publicado que completamos y redefinimos con nuestra propia imaginación, o bien con nuestro deseo de aportar y hacer la arquitectura que nos gusta.
En el caso de la Ciudad de la Cultura en Santiago de Compostela, el proyecto desde la fase del concurso, planteaba nuevos criterios arquitectónicos respecto a la integración de la arquitectura en el paisaje y, aún más, en cuanto a la formación o creación del paisaje desde el propio proyecto. La visita realizada el pasado mes de agosto me llevó a una sensación inédita de fracaso y decepción.
Buscando las causas que ha llevado a la obra ejecutada no parecerse en nada a la idea preconcebida que tenía yo del proyecto, creo que la respuesta se encuentra en el tiempo que se tarda en ejecutar un proyecto de este tamaño. En proyectos de las dimensiones de la Ciudad de la Cultura en los que el tiempo que lleva su construcción abarca más de una legislatura, la política entra sin lugar a dudas a formar parte del éxito o no del mismo.
Los que conocemos Galicia sabemos que es difícil que en esta maravillosa tierra se pongan de acuerdo más de tres gallegos. Hoy mismo, si buscas información en la red, puedes observar que el 99 % de los artículos sobre el GAIAS tratan de comparecencias en el parlamento gallego, redefiniciones del proyecto o disputas interprovinciales Vigo-A Coruña, y solamente el 1% habla del proyecto desde el punto de vista arquitectónico.
Es indudable que el cambio de gobierno no favoreció el desarrollo del proyecto y que, hoy en día, de no haberse producido ese cambio la obra estaría más adelantada.
Sin embargo, la decepción no viene porque en lugar de ocho edificios, se vayan a realizar seis o estén construidos tres, la decepción es el resultado final.
Y eso me lleva a pensar que no todos los errores se han producido desde la clase política, es más, los políticos bastante tienen en conseguir y financiar el dinero necesario de los proyectos que los arquitectos luego proyectamos.
Cuando visitas el GAIAS lo primero que piensas es que lo construido no supera lo proyectado, en este caso, la ejecución de la obra proyectada es absolutamente lo contrario a la idea que yo esperaba del proyecto.
La vieira, la superposición del trazado de la ciudad antigua y la integración en el paisaje mediante formas topográficas debían llevarnos a algo más. Todos deseábamos ver qué pasaba debajo de las cubiertas, cómo se solucionaban los espacios, los límites entre el espacio exterior y el interior, el diálogo entre los distintos materiales utilizados, etc.
Para el que no lo sepa la ejecución de la obra no fue encomendada a su autor, no sé si por ahorrar costes de honorarios o porque el estudio de Peter Eisenman es muy reducido y no podía abarcar el encargo. El caso es que esta labor de desarrollo ejecutivo y posterior control de obra se encomendó a Andrés Perea.
Wilfred Wang, uno de los arquitectos que formaron parte del jurado del concurso, recordaba cómo básico para el desarrollo del proyecto la importancia de la relación que debía tener el arquitecto autor del proyecto Peter Eisenman con el arquitecto director de la obra Andrés Perea, y recordaba la dificultad de ejecutar una línea metálica dibujada sobre el suelo por otro arquitecto que no fuera el autor de la idea. Y viendo el resultado puedo decir que tenía razón.
Entiendo la dirección de obra como parte fundamental del proyecto. Digo como parte del proyecto, porque en mi opinión éste nunca se termina hasta que está la obra ejecutada. Los cambios y modificaciones en obra son, a mí entender, necesarios y obligatorios para conseguir lo que queremos expresar. Los arquitectos construimos ideas que modelamos en el estudio y luego en la obra.
Darse una vuelta por la Ciudad de la Cultura es reconocer el fracaso de un proyecto mutilado por el tiempo, donde las decisiones políticas y profesionales han llevado a lo que pudo ser el mejor ejemplo de arquitectura del paisaje en un pastiche de formas, colores y materiales, donde el resultado final se encuentra más próximo a un híbrido entre un Palacio de Congresos y un Mc Donalls, que a un hito arquitectónico.
Recomiendo a los arquitectos que quieran ahorrarse la visita, que acudan a la próxima feria de VETECO que se celebra en el recinto ferial Juan Carlos I de Madrid, (cuya ampliación también realizó Andrés Perea), y que a Santiago de Compostela vayan, como siempre se ha hecho, a ver al Apóstol y a comer pulpo.
Pero para animar a mi amigo Antonio, que tan bien organizó la visita al GAIAS, decirle que el tiempo, que fue el causante del fracaso del proyecto, será también el culpable de su éxito. Me explico.
En una ocasión Peter Eisenman comparaba a la Ciudad de la Cultura con el Partenón de Atenas, claro está que se refería a la relación que existe entre los costes económicos de construir un hito arquitectónico con los beneficios que posteriormente obtendrá la ciudad. Y en verdad no le falta razón, pero por otros motivos.
Creo que al igual que al Partenón, el verdadero valor de la Ciudad de la Cultura se descubrirá dentro de dos mil años, cuando se encuentre en ruinas, sólo hay que esperar que el tiempo haga su trabajo. Al igual que en su día hizo Piranesi con el Partenón, un viajero del futuro realizará, a su paso por Santiago de Compostela, un dibujo de la Ciudad de la Cultura con sus cubiertas dominadas por los toxos, sus fachadas liberadas de esos desafortunados cristales, los espacios interiores dominados por castaños, pinos, hortensias y laureles. Y sobre todo, aunque no sé si a causa del paso del tiempo o por el cambio climático, donde el horrible color beige de las carpinterías no se distinga por estar rodeadas al igual que las bateas de mejillones. Sólo así coincidirá con la visión preconcebida que yo tenía del proyecto y en ese momento el mejillón habrá ganado a la vieira y la ciudad de Santiago de Compostela tendrá un nuevo hito al que visitar.
Muchas gracias Antón.

Aprendiendo a ser arquitectos (María Fullaondo)

Este verano algunos de nosotros hemos tenido la oportunidad de visitar las obras del proyecto de la “Ciudad de la Cultura” en Santiago de Compostela del arquitecto Peter Eisenman. Por otra parte, el 3 de agosto del 2009 fallecía, el también arquitecto, Charles Gwathmey a la edad de 71 años. La carrera de ambos ha estado muy ligada y su trayectoria se ha desarrollado de manera bastante parecida desde que en 1969, en el MoMA de Nueva York, tuviera lugar la conferencia “CASE” (Conference of Architects for the Study of the Environment; Conferencia de Arquitectos para el Estudio del Entorno). Allí, se expuso y se debatió la obra de cinco arquitectos americanos que, para muchos, constituía la incipiente escuela de Nueva York publicándose el libro “Five Arquitects” que catapultaría a la fama definitivamente a: Peter Eisenman, Michael Graves, Charles Gwathmey, John Hejduk y Richard Meier.
Existen ciertos modelos arquitectónicos inmutables en el tiempo cuando se trata de aprender y enseñar a proyectar. No creo que haya ningún arquitecto que no haya dibujado al menos una vez alguna obra de Le Corbusier o Mies van der Rohe. El porqué entre otras cosas estriba en que la metodología proyectual de ambos arquitectos resulta en la mayoría de los casos comprensible y aparentemente clara. En este sentido, la naturaleza indagadora que ha presidido la trayectoria de estos cinco arquitectos, el cambio substancial en la manera de representar, dibujar y expresar gráficamente sus ideas y la gran carga teórica que apoyaba toda su producción provocó que fueran incluidos casi de manera inmediata en la historia de la arquitectura. Al mismo tiempo, es bastante habitual al comienzo de la formación arquitectónica, cuando uno se tiene que enfrentar por primera vez al papel en blanco, que la soltura y destreza reflejadas en las plantas de los edificios desaparece casi por completo en la secciones. La admiración y respeto que profeso hacia la trayectoria de Peter Eisenman se remonta a mis años de estudiante de arquitectura y en gran parte tiene que ver con todos estos aspectos. Probablemente, el proyecto de la casa “Guardiola” de Eisenman es uno de los mejores ejemplos para ilustrar , revelar y manifestar la riqueza espacial alcanzada con sencillas operaciones como rotaciones, traslaciones, intersecciones, etc. realizadas en cualquier lugar del espacio. Con el proyecto presentado en el concurso de Santiago de Compostela pasa algo parecido.
Peter Eisenman es uno de esos arquitectos cuyo trabajo se ha movido sobre todo en el campo teórico con unos proyectos que denotan un claro carácter investigador y que al menos hasta ahora no había tenido la oportunidad de de construir ningún proyecto importante. Los pocos que han llegado a realizarse o eran proyectos menores o no respondían a un programa arquitectónico complejo. Una de las características presentes, sobre todo en la maqueta para la ciudad de la cultura, es la capacidad de sugerencia y de inspiración que provoca su contemplación y análisis. La sugerencia junto a la sinceridad y coherencia del método proyectual a lo largo de su carrera, desde mi punto de vista, explican y distinguen la posición alcanzada en el panorama arquitectónico de este arquitecto americano. Al mismo tiempo, esa facultad, puede llegar a ser su peor enemigo ya que la materialización puede no satisfacer completamente las expectativas . Ya sea por la escala o por la diversidad y la elección más que discutible de los materiales, o por la decisión de no hacer transitable la montaña , o por los problemas en la dirección de obra o por la falta de todavía algunas de las piezas, la realidad es que tras la visita te invade una cierta decepción y una sensación de oportunidad perdida.
Cerrar un proyecto resulta tremendamente complicado, la ciudad de la cultura es una prueba de ello. Eisenman puede que haya fallado en esta fase pero, como siempre, sigue dando lecciones de lo que es ser arquitecto. En algunas ocasiones es necesario recordárnoslo.

(Isidro Gallego)


Quizá de los proyectos presentados a concurso, el de Eisenman Architects era el de mayor potencial tectónico y formal. Me quedo con el gesto brutal del modelo inicial, libre de toda una serie de argumentaciones y alusiones de ortopédica conjunción. Los pliegos nacían sutilmente desde el territorio retorciéndose y generando espacios magistralmente integrados, al modo de las oníricas plataformas planetarias de Lebbeus Woods. De alguna forma el proyecto inicial colonizaba un brutal ámbito, multiplicando sus espacios, generando nuevos recorridos, vacíos, y situaciones de compleja e imprevisible realidad. Quisiera no tener que hablar de la obra y del desarrollo del proyecto para su ejecución pero hemos venido a eso.
No voy ni tan siquiera a parar en comentar las dificultades económicas, políticas y de gestión que todo gran proyecto está condenado a sufrir. No, creo que hay asuntos a mi modo de entender el proceso mucho más graves y que arruinan el proyecto desde los comienzos de su propia evolución.
El primer y más grave tropiezo, es pretender estructurar un “landscape” desde la ortogonalidad geométrica de un nuevo revival del International style. Utilizar el mismo lenguaje para concepciones tan distintas descongela la tensión y genera una situación de absoluto y negativo desconcierto. No se si es una cuestión de anclaje al pasado o una falta de comprensión de la evolución expresionista de los espacios, lo cierto es que, y sin ánimo de molestar a nadie, es una de los métodos más complicados y torpes capaces de destrozar un buen proyecto.
El segundo de los aspectos, desde mi punto de vista más sangrante, es el intento de justificar el orden del proyecto desde el paralelismo con la estructura urbana de la ciudad. Este hecho respalda la tesis de que si no sabes hacer algo es mejor que aprendas en casa. Mire usted, está recordándome al maestro Michael Jordan jugando al beisbol, si usted es el primero que no se cree su proyecto, si usted necesita una trama alusiva para poder argumentar una organización, si usted tiene tan poca fe en la fuerza de su madera es imposible que la talle. (Y las torres de John Hejduk emulando el obradoiro….. supongo que Dios les perdonará porque realmente doy fe de que no saben lo que hacen).
Por último no quisiera dejar pasar el hecho de que si a todo lo comentado sumamos una pésima construcción (eximamos de esto al menos en parte al sr. Eisenman por su forzada desvinculación de la misma), un recorte y acotación de gran parte del proyecto incluido los contactos de las cubiertas con los suelos, una triste elección de materiales y cromatismos y un ritmo de obra que deprime y desinfla cualquier emoción, podremos entender cómo se puede ser un moribundo antes de haber nacido.
Dicho todo esto, y a sabiendas de haber sido enormemente duro, diré que a medida que te alejas del lugar, a medida que las texturas se entremezclan con la distancia, mirando hacia atrás y en espiral, se puede percibir una idea de skyline que te traslada a aquellas imágenes iniciales de enorme fuerza y valor gestual.
Comprenderán que en este caso la función no merezca tiempo. Y si he de quedarme con algo me quedo con el concurso y como diría un grosero amigo, con la brisa fresca de los intersticios que elevan las defensas cutáneas a un erotismo rural de inhibición de las miserias.

Cidade da Cultura de Galicia, la obra grande de Peter Eisenman
(Ciro Márquez)

Han pasado mas de diez años desde que la Xunta convocase el Concurso Internacional de Arquitectura para realizar la Cidade da Cultura de Galicia en el Monte Gaiás en Santiago de Compostela, esperemos que no haya que esperar otros diez años para ver concluido el proyecto. El conjunto lo integran seis edificios: el Archivo y la Biblioteca de Galicia que abrirán para el Xacobeo, el de servicios centrales y el Museo da Historia de Galicia y que también abrirá para el Xacobeo pero hay que acabarlo antes, y otros dos restantes que siguen en el alero.
El Edificio das Novas Tecnoloxías y el Teatro da Música sufrieron el cambio de gobierno del 2005, cayendo en lo que se denominó un periodo de reflexión. El bipartito paró las obras y modificó los usos. El teatro en un principio destinado a albergar espectáculos operísticos pasó a denominarse Escenario Obradoiro, un centro versátil para artes escénicas, producciones culturales y experimentación. Este cambio se realizó con el consenso de los agentes implicados en un intento de redefinir no solo la identidad sino la actividad del centro. Con la vuelta al gobierno el PP pretendía recuperar la opera, pero la Consellería de Cultura que dirige un independiente se opone. Estas escaramuzas políticas no hacen sino poner de manifiesto la dificultad de poner en marcha y mantener vivo un conjunto de estas características.
El planteamiento de ciudad satélite de la cultura es más que dudoso frente a la integración de sus elementos en el casco de la ciudad. Si por ahora el aspecto programático a dado lugar a parones reflexivos, en un futuro mantener la actividad del satélite dará lugar a más de un dolor de cabeza, que no se solucionará colocando una tienda de discos. Los híbridos cultural-comerciales se están sucediendo con distinto éxito, una nueva tipología de bibliotecas ha surgido siguiendo la estela de Seattle, y en holanda proliferan tomando prestada la tipología de la Fnac. Son modelos que potencian la accesibilidad al producto cultura, la cuestión es si este conjunto puede compartir el éxito de los hipermercados situados en las circunvalaciones o quedará aislado. Probablemente puestos a hacer esta apuesta será mejor caballo grande ande o no ande, y cuanto mayor número de actividades mejor.
Según palabras del propio Eisenman perder esos dos edificios sería terrible “Porque es un proyecto completo, necesita de un sentido colectivo”. Si usted visita hoy la Cidade da Cultura tendrá esa visión de lo terrible, la del miembro amputado, dejando a la vista fachadas que nunca deberían haberse percibido frontalmente y desvirtuando la continuidad de la cubierta. Hoy el Monte Gaiás no está horadado ni esculpido está descarnado. Después de la visita la única visión que reconforta es volver a la maqueta original, e imaginar lo que puede llegar a ser la obra completa.
Antes de vacaciones la Xunta aprobó la urbanización del Gaiás, las calles son junto a la cubierta germen del proyecto y su ausencia imposibilita por completo entender siquiera los fragmentos del conjunto. Sin calle no hay ciudad, y hoy por hoy las fastuosas salas de la hemeroteca parecen más bien miradores de escombros. Estas mismas salas desde la calle pasarán a convertirse en escaparates y la actividad en su interior hará desaparecer las fachadas. El cierre de las dos cornisas paralelas, dibujando la curva de la cubierta, enmarcará unas calles que ni siquiera la maqueta puede anticipar.
Por todo esto parece prematuro calificar el resultado, tan solo me remitiré a un interior acabado que visitamos, y que no estaba en funcionamiento. La entrada fue un tanto decepcionante, los espacios de la hemeroteca son desmesurados y la falta de actividad no ayudaba, tan solo unas pilas de cajas de cartón rompían el blanco total. Los paños interiores están cuajados de escalonamientos, pliegues y hendiduras que dibujan un sinfín de tramas. La estructura de los muros cortina se desdobla al interior en varias retículas que no llegan a formar un todo con sus homólogas en suelo y techo, y aunque no resulta difícil identificar la House I, en el interior de la hemeroteca la trama no trasciende al vacío y queda adosada a la envolvente. La potencia de la sección de la casa Guardiola que constreñía el vacío aquí se diluye en un falso techo distante, y es que de todos los conceptos arquitectónicos el de la escala puede ser el más complicado. Para realizar un edificio grande no basta ampliar o repetir varias veces uno pequeño, quizá sea necesario haber realizado otros edificios grandes. Eisenman es sin duda un arquitecto consagrado sobre el papel, veremos si cuando el fabuloso manto ondulado del concepto caiga de nuevo sobre el Monte Gaiás, le consagra también como materializador.

(Diego Fullaondo)

Miente quien diga que no tiene prejuicios. Son una parte fundamental de nuestra memoria y sin ella nos convertiríamos en pececillos como Dorin el amigo de Nemo. Lo que debemos hacer es aprender a convivir con ellos evitando que cieguen nuestro juicio. Peter Eisenman es una de mis más profundas filias. Creo que es (y me temo que seguirá siendo) el gran olvidado de los premios Pritzker al igual que Borges lo fue del Nóbel de Literatura.
Con este ánimo y evidente prejuicio, visité las obras de la Ciudad de la Cultura de Santiago. Verano tras verano, desde hace ocho o nueve años he contemplado, la evaporación del Monte Gaiás y la lenta aparición de las sinuosas siluetas de las cubiertas de la excelente maqueta ganadora del concurso de 1999. Aquella compleja topografía artificial se impuso a excelentes y rotundas propuestas como la de Perrault, a tímidos y supuestamente regionalistas planteamientos como el de Portela y a aberrantes ordenaciones infantiles como la de Bofill (todas las maquetas finales del concurso pueden contemplarse en las propias instalaciones de la obra). Para alegría de muchos de nosotros, el maestro norteamericano, tenía por fin su gran oportunidad.
Diez años después, al poder por fin acercarnos a la montaña mágica en construcción ¿qué nos encontramos? Seré un poco brutal: Un enorme monte desmochado sobre cuya nueva plataforma horizontal se posan confusamente tres o cuatro hangares muy sofisticados, y, por supuesto, los dos silos-torre de John Hejduk, homenaje póstumo de Peter Eisenman a su viejo compañero de batallas en los Five Architects.
¿Qué ha pasado? ¿Dónde está aquel edificio topográfico que restituía de manera artificial el perfil del viejo monte para alojar en su interior los nuevos usos culturales? ¿Qué fue de aquellos trazados sinuosos homólogos a los del casco antiguo de Santiago que estructuraban con naturalidad el conjunto sin necesidad de recurrir a las artificiosas retículas ortogonales? Mi cabeza buscaba desesperadamente conexiones entre las complicadas naves industriales que estaba viendo y aquella hermosa maqueta-metáfora de mi memoria: toda ella de madera, continua y delicada; donde el Monte Gaiás se desplegaba con naturalidad sobre la totalidad de los edificios, inventando en su interior el espacio cavernoso de la cultura; escondido y pegado a la tierra, a lo natural, a la vez que iluminado sutilmente desde las vibrantes grietas que había cincelado lo urbano.
No las hay. Prácticamente ninguna (por lo menos en este momento). Lo construido es otra cosa. Es una especie de centro comercial y de ocio gigantesco (de lujo, eso sí); al más puro estilo de los suburbios residenciales de crecimiento rápido; colocado en un punto alto del paisaje para que se vea muy bien, y dotado de su propio totem publicitario con las dos torretas de Hejduk.
En descarga del arquitecto hay que decir dos cosas:
- La primera y más importante es que el proyecto está inacabado; y lo que es más grave, parece que así quedará. Faltan por ejecutar varios de los volúmenes que completaban su nueva topografía y sin ellos es imposible obtener el resultado continuo de la propuesta original.
- Y la segunda: ha sido una obra afectada por todo tipo de vicisitudes y zarandeos políticos, presupuestarios, administrativos… Un proyecto tan largo, que ha pasado por tantas manos, que ha modificado sus usos y destinos con tanta frecuencia y que aun hoy en día no tiene un plan de explotación medianamente claro, es muy difícil que pueda mantener firme el norte que lo originó en sus inicios.
Pero en el debe de Eisenman y su socio nacional en la fase de ejecución, Andrés Perea, también hay que apuntar algunas cuestiones exclusivas (casi nunca es fácil determinar con precisión el porcentaje de responsabilidad de cada co-autor en el proceso de toma de decisiones de un proyecto; con lo que en una, por citar el Discovery Channel, Megaconstrucción como ésta, resulta totalmente imposible):
Creo que el proyecto está colado de escala sobre rasante. No me refiero en este caso al, impreciso todavía, programa de usos que deberá albergar. Digo que hay un problema de proporción con respecto al propio emplazamiento, al monte donde inicialmente se debía esconder, a la distancia real que le separa del casco urbano. Es demasiado grande, los volúmenes son demasiado altos, las pendientes demasiado fuertes. Tiene una presencia en superficie muy superior a lo que las maquetas iniciales sugerían, que hacen vasto y monumental aquello que solo era sutil y delicado.
Encuentro algunas decisiones estratégicas de construcción muy discutibles. No hablo del detalle ni de la calidad constructiva que es seguro excelente (probablemente demasiado excelente). Pienso en algunas cuestiones como las siguientes:
- Uno de los grandes aciertos de la maqueta inicial fue ejecutar la nueva edificación y el monte existente con un mismo material, la madera; esta decisión sugería con claridad un tratamiento similar de las cubiertas del edificio y del terreno natural circundante para maximizar el esfuerzo de camuflaje y de adhesión al paisaje de lo construido; la artificiosa y compleja colocación de la piedra en las cubiertas, sobre esa retícula ortogonal que no sé de donde ha salido, provoca una discontinuidad completamente contraria al espíritu general del proyecto. Un tratamiento de las cubiertas más blando, vegetal, preferiblemente transitable al menos en algunas de sus pendientes, hubiera sido a la vez más sencillo y más efectivo.
- La situación se hace aun más confusa con la utilización de esa misma piedra en un modulo cuadradito mínimo en muchas de las fachadas verticales, dificultando mucho la lectura del conjunto del proyecto.
- La aparición de las tradicionales geometrías complejas de Eisenman en las fachadas acristaladas, con sus pequeños giros y variaciones, sí puede tener sentido; aunque, de nuevo, tanta trama se confunde con la dichosa retícula superpuesta de la planta, a la vez que parece algo excesiva teniendo en cuenta que, al menos en teoría, eran las fachadas a una grieta.
- Los interiores que pudimos visitar tenían ciertamente más interés. En particular el atormentado y cambiante plano de los falsos techos, que conseguía en muchos puntos transmitir la sensación de caverna de la cultura que todo el proyecto había anunciado.
- Aunque eché de menos algo más de esa variación de cota, en el plano del suelo, para escapar de la sensación de enorme nave industrial horizontal e isotrópica.
No. No es la obra redonda que parecía intuirse desde el concurso y que personalmente yo esperaba y deseaba para Santiago y para Eisenman por las distintas afinidades que me unen a ambos. Es, mejor dicho será, un equipamiento muy singular, con algunos valores arquitectónicos interesantes que espero que los gallegos sepan completar con un programa de usos y actividades, este sí, auténticamente excepcional.
Yo, mientras tanto, seguiré recordando la madera de aquella hermosa topografía habitada.

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