… hasta los resultados de la arquitectura adhesiva.
"Autor: Luis de la Cuadra; publicado en soitu.es en julio de 2008"
Quizá el primer lema tipo eslogan de carácter figurativo en Madrid, sea el de “Las Torres Blancas” de Sáenz de Oiza. Una obra que respondía a la vanguardia arquitectónica de su momento, y sigue siendo uno de los mejores edificios de la ciudad. Complejo y arriesgado proyecto en cuyo origen se pueden buscar muchas intenciones, pero desde luego no encontraremos la del respeto al lema utilizado. El desarrollo del proyecto olvidó completamente la “necesidad” de mantener su validez como eslogan. Se conservó, tal vez con ironía, y es conocido popularmente como el de la triple mentira: ni torres (una), ni blancas (gris), ni de Sáenz de Oiza (solamente).
También hay que destacar los casos en que la búsqueda de un eslogan adecuado para el proyecto es posterior a la generación incluso a la construcción del mismo. Estos lemas no tienen que ver con los planteamientos del proyecto, con los lemas tipo eslogan de los que hablamos en el artículo anterior. En ocasiones surgen como resultado del aspecto final del edificio, o por coyunturas comerciales. En otras ocasiones se buscan tratar de evitar que el ojo ciudadano y su magnífico sentido del humor, imponga un mote cruel. Porque motes como El Pirulí (Televisión Española) o La Peineta (Estadio Olímpico) se mofan de la obra e indirectamente de sus autores.
En el artículo anterior elucubrábamos sobre el origen del lema tipo eslogan y sobre su posible interferencia en el origen de algunos planteamientos arquitectónicos. Ahora comentaremos algunos resultados derivados, del respeto hacia aquellos planteamientos.
El entorno de la plaza de Castilla sorprende por la densidad de este tipo de lemas. Sería conveniente realizar un concienzudo análisis sociológico o psicológico, para comprobar si es contagioso (vírico o algo así) y resulta necesario tomar algún tipo de medida sanitaria.
“La puerta de Europa”. Son dos torres inclinadas y simétricas. Se perciben siempre de forma conjunta y parecen prolongar la Castellana hacia Alcobendas. Su eslogan informa que se trata de una puerta (quizá megalítica) y cual es la orientación de la Castellana. Simplificados hasta el extremo, sus volúmenes son comprendidos y memorizados, de forma inmediata. Por su altura, eran visibles en el perfil de la ciudad y su geometría las convirtió en referencia. Desgraciadamente su desarrollo no supuso ninguna evolución sobre la simpleza del anteproyecto. Es imperceptible la dificultad de su estructura. Sus paramentos responden exactamente al esquema vertical-horizontal, desde su base para acentuar, innecesariamente, su inclinación. Su forma no supone ninguna diferencia con el planteamiento inicial. En mi opinión, el esfuerzo de acercarse a observarlas es una pérdida de tiempo porque no aportan nada nuevo. Su simpleza es decepcionante, un desperdicio de proyecto. Sin embargo, el uso de esta geometría simple, de esta forma tópica de torres inclinadas, las ha convertido ya en souvenir de la ciudad.
“Las Cuatro Torres”. Son cuatro y son altas. Cada una de ellas desarrolla su programa con resultados, en algún caso, muy interesantes. Pero me refiero al conjunto como proyecto urbano, pues se trata de una operación unitaria. Desde su concepción serían las más altas y por tanto singulares. Su interés radica en la escasez de altura del resto de la ciudad. Entorno que antes se consideraba de torres y hoy se descubre en una constante horizontal. El proyecto resuelve el (teórico) tráfico rodado, con un sistema de anillos de circulación subterránea, similar a la solución de Azca. Sin embargo en su urbanización, eso que el alcalde denominó “alfombra de la ciudad”, no ha previsto más que los cuatro solares. Quizá sea necesario recordar que la “alfombrilla” de Azca todavía espera solución y su mal funcionamiento, demuestra que conviene pensar alternativas en el espacio público. Proyectar un poco más la porción de ciudad sobre la que se alzarán las torres. Quiero creer que se solucionarán las carencias urbanísticas y que el eslogan dejará de tener sentido porque la ciudad despierta evolucionará hacia su vertical. Con torres altas de verdad y no los edificios que ahora proponen como siete nuevos rascacielos (que con 30 plantas, rascarán los bajos).
“El sol que nunca se pone”. Es todavía una incógnita. Sólo conocemos los paneles del concurso ganador del Centro Internacional de Convenciones, las múltiples fotos de maqueta que han aparecido en los medios y su eslogan. En el proyecto se solucionan dos de los alzados con la forma circular. Polémicas aparte sobre el origen de la idea, que quizá fuese previa al eslogan, aclaran que no es una rodaja de mortadela ni un amanecer. Aún no lo disfrutamos, por lo que no podemos saber si dispondrá de una carita de estilo naíf, con rayos perimetrales. Dada la calidad profesional de sus autores cabe esperar que traicionen la simpleza de lo obvio y realicen un buen proyecto.
Estas intervenciones tienen en común, tanto su cercanía física como el uso de lemas tipo eslogan desde sus orígenes. Pero no son únicas ni son las últimas que tenemos. Recientemente se ha fallado el concurso para la rehabilitación de dos naves del Matadero de Legazpi, con otro lema-eslogan: “hilo conductor”. En su construcción y distribución (móvil) se utiliza: ¡el hilo! Aunque, con el cambio de escala, serán maromas conductoras. En los paneles del anteproyecto, aún no se aprecia desarrollo o solución al programa propuesto en las bases, tan sólo se muestra una intencionada continuidad con el espíritu de lo ya construido (y con gran éxito) en otras salas de esta fábrica de cultura.
Pero este problema no es original de Madrid, disponemos por ejemplo, de las frutas de Aragón en la Expo de Zaragoza, y en el extranjero, recordemos que los más grandes trabajan en Dubai, ciudad sin parangón en la búsqueda de iconos, de arquitectura adherida a tópicos. Y ¿qué es el estadio-nido de las olimpiadas chinas? En fin, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? O lo que es más importante, ¿tenía la gallina forma de huevo?
En la apología de la arquitectura adhesiva, el edificio es el mejor eslogan, algo sencillo y fácil de memorizar. Un método recordar sin necesidad de haber vivido, geometrías asociadas a recuerdos previos, a formas preconcebidas. Su forma no se genera al proyectar, es previa. Su resultado no proviene de la búsqueda de sensaciones, ni de la confrontación de ideas ni de complicados funcionamientos, ritmos, estructuras o decisiones más o menos acertadas. Huye de cualquier investigación, en su forma, en su espacio. Le resulta incómoda, innecesaria y extravagante. Los proyectos son pegatinas de la ciudad. Pero ¿qué publicitan? Obviando los manidos tópicos del poder económico, el capital y otras zarandajas, creo que a esto se le llama auto publicidad.
Estamos ante una maquinaria perfecta. Una rueda que gana y convence, pero ¿genera buenos proyectos?
Vale.
Quizá el primer lema tipo eslogan de carácter figurativo en Madrid, sea el de “Las Torres Blancas” de Sáenz de Oiza. Una obra que respondía a la vanguardia arquitectónica de su momento, y sigue siendo uno de los mejores edificios de la ciudad. Complejo y arriesgado proyecto en cuyo origen se pueden buscar muchas intenciones, pero desde luego no encontraremos la del respeto al lema utilizado. El desarrollo del proyecto olvidó completamente la “necesidad” de mantener su validez como eslogan. Se conservó, tal vez con ironía, y es conocido popularmente como el de la triple mentira: ni torres (una), ni blancas (gris), ni de Sáenz de Oiza (solamente).
También hay que destacar los casos en que la búsqueda de un eslogan adecuado para el proyecto es posterior a la generación incluso a la construcción del mismo. Estos lemas no tienen que ver con los planteamientos del proyecto, con los lemas tipo eslogan de los que hablamos en el artículo anterior. En ocasiones surgen como resultado del aspecto final del edificio, o por coyunturas comerciales. En otras ocasiones se buscan tratar de evitar que el ojo ciudadano y su magnífico sentido del humor, imponga un mote cruel. Porque motes como El Pirulí (Televisión Española) o La Peineta (Estadio Olímpico) se mofan de la obra e indirectamente de sus autores.
En el artículo anterior elucubrábamos sobre el origen del lema tipo eslogan y sobre su posible interferencia en el origen de algunos planteamientos arquitectónicos. Ahora comentaremos algunos resultados derivados, del respeto hacia aquellos planteamientos.
El entorno de la plaza de Castilla sorprende por la densidad de este tipo de lemas. Sería conveniente realizar un concienzudo análisis sociológico o psicológico, para comprobar si es contagioso (vírico o algo así) y resulta necesario tomar algún tipo de medida sanitaria.
“La puerta de Europa”. Son dos torres inclinadas y simétricas. Se perciben siempre de forma conjunta y parecen prolongar la Castellana hacia Alcobendas. Su eslogan informa que se trata de una puerta (quizá megalítica) y cual es la orientación de la Castellana. Simplificados hasta el extremo, sus volúmenes son comprendidos y memorizados, de forma inmediata. Por su altura, eran visibles en el perfil de la ciudad y su geometría las convirtió en referencia. Desgraciadamente su desarrollo no supuso ninguna evolución sobre la simpleza del anteproyecto. Es imperceptible la dificultad de su estructura. Sus paramentos responden exactamente al esquema vertical-horizontal, desde su base para acentuar, innecesariamente, su inclinación. Su forma no supone ninguna diferencia con el planteamiento inicial. En mi opinión, el esfuerzo de acercarse a observarlas es una pérdida de tiempo porque no aportan nada nuevo. Su simpleza es decepcionante, un desperdicio de proyecto. Sin embargo, el uso de esta geometría simple, de esta forma tópica de torres inclinadas, las ha convertido ya en souvenir de la ciudad.
“Las Cuatro Torres”. Son cuatro y son altas. Cada una de ellas desarrolla su programa con resultados, en algún caso, muy interesantes. Pero me refiero al conjunto como proyecto urbano, pues se trata de una operación unitaria. Desde su concepción serían las más altas y por tanto singulares. Su interés radica en la escasez de altura del resto de la ciudad. Entorno que antes se consideraba de torres y hoy se descubre en una constante horizontal. El proyecto resuelve el (teórico) tráfico rodado, con un sistema de anillos de circulación subterránea, similar a la solución de Azca. Sin embargo en su urbanización, eso que el alcalde denominó “alfombra de la ciudad”, no ha previsto más que los cuatro solares. Quizá sea necesario recordar que la “alfombrilla” de Azca todavía espera solución y su mal funcionamiento, demuestra que conviene pensar alternativas en el espacio público. Proyectar un poco más la porción de ciudad sobre la que se alzarán las torres. Quiero creer que se solucionarán las carencias urbanísticas y que el eslogan dejará de tener sentido porque la ciudad despierta evolucionará hacia su vertical. Con torres altas de verdad y no los edificios que ahora proponen como siete nuevos rascacielos (que con 30 plantas, rascarán los bajos).
“El sol que nunca se pone”. Es todavía una incógnita. Sólo conocemos los paneles del concurso ganador del Centro Internacional de Convenciones, las múltiples fotos de maqueta que han aparecido en los medios y su eslogan. En el proyecto se solucionan dos de los alzados con la forma circular. Polémicas aparte sobre el origen de la idea, que quizá fuese previa al eslogan, aclaran que no es una rodaja de mortadela ni un amanecer. Aún no lo disfrutamos, por lo que no podemos saber si dispondrá de una carita de estilo naíf, con rayos perimetrales. Dada la calidad profesional de sus autores cabe esperar que traicionen la simpleza de lo obvio y realicen un buen proyecto.
Estas intervenciones tienen en común, tanto su cercanía física como el uso de lemas tipo eslogan desde sus orígenes. Pero no son únicas ni son las últimas que tenemos. Recientemente se ha fallado el concurso para la rehabilitación de dos naves del Matadero de Legazpi, con otro lema-eslogan: “hilo conductor”. En su construcción y distribución (móvil) se utiliza: ¡el hilo! Aunque, con el cambio de escala, serán maromas conductoras. En los paneles del anteproyecto, aún no se aprecia desarrollo o solución al programa propuesto en las bases, tan sólo se muestra una intencionada continuidad con el espíritu de lo ya construido (y con gran éxito) en otras salas de esta fábrica de cultura.
Pero este problema no es original de Madrid, disponemos por ejemplo, de las frutas de Aragón en la Expo de Zaragoza, y en el extranjero, recordemos que los más grandes trabajan en Dubai, ciudad sin parangón en la búsqueda de iconos, de arquitectura adherida a tópicos. Y ¿qué es el estadio-nido de las olimpiadas chinas? En fin, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? O lo que es más importante, ¿tenía la gallina forma de huevo?
En la apología de la arquitectura adhesiva, el edificio es el mejor eslogan, algo sencillo y fácil de memorizar. Un método recordar sin necesidad de haber vivido, geometrías asociadas a recuerdos previos, a formas preconcebidas. Su forma no se genera al proyectar, es previa. Su resultado no proviene de la búsqueda de sensaciones, ni de la confrontación de ideas ni de complicados funcionamientos, ritmos, estructuras o decisiones más o menos acertadas. Huye de cualquier investigación, en su forma, en su espacio. Le resulta incómoda, innecesaria y extravagante. Los proyectos son pegatinas de la ciudad. Pero ¿qué publicitan? Obviando los manidos tópicos del poder económico, el capital y otras zarandajas, creo que a esto se le llama auto publicidad.
Estamos ante una maquinaria perfecta. Una rueda que gana y convence, pero ¿genera buenos proyectos?
Vale.
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