martes, diciembre 15, 2009

Moneo y Carla Bruni, juntos en el Balneario de Panticosa.


"Autor: Luis de la Cuadra; publicado en soitu en julio de 2008"

Disfrutar una cena asesorado por Pedro Subijana en el Gran Hotel del Balneario de Panticosa, es tentador; hacerlo recordando la influencia de Moneo en el Balneario y la sorpresa de las Termas mientras canta Carla Bruni, es incluso atractivo.

En el último número de la revista del colegio de arquitectos de Madrid publicaron unas fotos en un artículo titulado “Balneario de Panticosa de Moneo-Brock”, algo sorprendente. Un vistazo mal echado a la revista, me hizo pensar que Moneo había cambiado, se desnudaba, salía su lado oscuro, que estábamos ante una nueva época. Quizá le había transformado su colaborador, menuda fuerza. Estuve de paseo familiar por el balneario, fui a cenar, a mirar y a disfrutar.

El balneario está situado en el valle del Tena del Pirineo aragonés. Es una zona de descanso con una docena de edificaciones de finales del XIX (hoteles, casino, instalaciones), aunque según dicen, sus aguas medicinales se usan desde la época romana. Hasta hace diez años su aspecto decadente y destartalado se defendía como un paraje pintoresco, uniforme y con encanto. Ejemplo de valores de la arquitectura pirenaica: cubiertas a dos aguas, de pizarra, enfoscados y madera pintada en las fachadas, chimeneas de piedra y visillos tras la madera de carpinterías y contraventanas. Aunque en algunas ventanas había luz eléctrica, el conjunto mostraba abandono. Humedades, cubiertas con vegetación, canalones vistosamente descolgados, cristales rotos, algunas puertas y ventanas cerradas a cal y canto... Era un cementerio ideal para imaginar lo que fue un lugar exclusivo, para la tranquila relajación de las clases económicamente privilegiadas. Además se utilizaba como campo base de montañeros y aparcamiento para hordas de excursionistas, de esos que acceden en sus coches hasta donde pueden.

Pero despertó. Un grupo empresarial adquirió la empresa de aguas de Panticosa, y con los acuerdos con el Ayuntamiento de Zaragoza y la Federación Aragonesa de montaña, se convirtió en su propietario. Impulsó la revitalización del balneario, con un proyecto empresarial de proporciones desconocidas hasta entonces en la zona. Se buscaba, según decían, lo mejor de lo mejor; el encargado del proyecto arquitectónico fue Rafael Moneo, el asesoramiento culinario está protagonizado por Pedro Subijana y se decía que las instalaciones serían la envidia del mundo entero.

Algunos de los hoteles y de las instalaciones han abierto ya sus puertas, sin embargo las construcciones de otros edificios aún no han concluido y por ello, el conjunto presenta todavía un aspecto precario. En estos tiempos de incertidumbre, el tradicional retraso de la construcción convierte cada situación transitoria en un sospechoso estado definitivo. Se dice que no se terminarán las obras, que se hará una cesión y no se responsabilizarán de la gestión y de lo comprometido, que venden, que suspenden pagos. En fin, las subcontratas cantan, los trabajadores se levantan y mientras estamos con el que llueva que llueva, los ecologistas, hablan de desastres medioambientales.

Para la tranquilidad de todos, se ha buscado un responsable, el consejero delegado del grupo (Medalla al Mérito Turístico en reconocimiento a su innovadora apuesta por el desarrollo turístico de calidad en el Pirineo aragonés), que fue dios del desarrollo de Aragón se convierte en un abyecto individuo. Acusado él y su familia de las cuestiones más peregrinas, son sospechosos de construir instalaciones de superélite para quien pueda pagarlas; de haber destrozado una parte importante del patrimonio aragonés; hacer que este precioso rincón del Pirineo aragonés pierda su encanto, su arquitectura y su identidad; impedir el acceso a vehículos ajenos a los hoteles y otras muchas “atrocidades” que pueden descubrirse con facilidad en internet. (http:chusanch.blogspot.com; expo-no.es y otras).

No me creo capaz de analizar la calidad o la viabilidad económica del balneario como proyecto empresarial llamado “Panticosa Resort”, y me parece que las acusaciones a sus responsables se descalifican por sí mismas. Sólo les deseo un próspero futuro para tranquilidad de propietarios y trabajadores y de paso, para ralentizar la actual crisis.

En cuanto al balneario, su carretera es de montaña retorcida, de las que de día te permite apreciar unas vistas espectaculares y de noche (especialmente la vuelta después de cenar ayudado por algún digestivo) resulta aterradora. Al aparecer las primeras luces, se puede comprobar que efectivamente el acceso de vehículos está restringido. Es lo que tiene la propiedad privada, que prohíbe el paso. Pero es sencillo atravesar la barrera vigilada por un guarda con porra, sólo hay que reservar mesa.

Junto a la barrera de seguridad de sitúa un edificio impactante, dos plataformas horizontales de hormigón, sin cerramientos y con aspecto de nave posada. Contrasta la horizontalidad de las plataformas con el vértigo de la montaña a la que parece pertenecer. El espacio diáfano de las plantas invita a su visita. La rotundidad geométrica de su trazado puede herir la sensibilidad de los defensores del entorno natural (que deberían agradecer que les impidan el paso). La pintura e inscripciones de los pilares no dejan dudas, se trata del aparcamiento. Magnífico y grande, cabe suponer que en el futuro se peatonalizará todo el balneario. Enhorabuena a su autor.

Como el número de edificaciones del balneario es reducido, al final encontramos lo publicado. Son las Termas de Tiberio, junto a la iglesia, detrás de la nueva pasarela de los hoteles. No es todo el Balneario de Panticosa, sino un edificio banqueado y excavado en la montaña. El edificio invita a ser recorrido, a dar la vuelta a la esquina, a ver qué hay al otro lado. Tres o cuatro plantas tratadas como bandejas o curvas de nivel, sin aristas verticales. Sus cubiertas son planas o ligeramente inclinadas, ajardinadas y con acceso desde la montaña. Un modelo de implantación en el entorno natural, realizado con cuidado pero sin tratar de camuflar su presencia. El cerramiento exterior se resuelve únicamente con piezas de pavés de sección trapezoidal que acentúan la horizontalidad del proyecto. Resulta un tratamiento y matiz interesante de la luz natural en el interior a la vez que se convierte en una asombrosa luminaria en su entorno. De noche impresionan las tonalidades verdes y anaranjadas y la vida y movimiento que el edificio desprende. Puede ser más discutible el tratamiento curvo de los espacios interiores manteniendo una disposición ortogonal de las líneas estructurales, o la elección del chapado (alabastro, creo) que aunque se asocia con la Terma romana y resultará útil comercialmente, es incoherente con el proyecto. El edificio, parece venido de otro vecindario y mejora sustancialmente el nivel arquitectónico del balneario. Tienen razón quienes lo atacan por “no pegar con el entorno”, sin duda destaca de forma más que notable. Su autor no es Moneo sino su hija, según aclaran en la entrada. Analizada la información de la que disponía felicito sinceramente a Belén Moneo, Jeff Brock e Iñigo Cobeta, autores del proyecto y a sus colaboradores.

Buscando el lugar de la cena, meditando sobre influencias genéticas, intelectuales y ya con hambre, puedo comprobar que Moneo continua haciendo las cosas como marcan las reglas. En su mayoría su actuación se ha centrado en la rehabilitación de las edificaciones existentes, manteniendo sus fachadas y redefiniendo interiores con maderas y tonos marrones y naranjas. Los nuevos edificios proyectados parecen responder a este espíritu de la rehabilitación, pasar desapercibido. La ampliación del Gran Hotel y Casino tiene un claro carácter mimético El proyecto del nuevo hotel con las proporciones precisas; las cubiertas a dos aguas, utilizando el material de su entorno, madera, pizarra, incluso con chapado de madera y aluminio blanco, podría haber estado allí desde hace tiempo. La pasarela, cuyo trazado corta la plaza y oculta las Termas, con unos apoyos de hórreo asturiano, seguro que tendrá una razón de ser que se me escapa. En mi opinión los defensores del tradicional balneario del XIX pueden estar tranquilos, ahora el paseo es más tranquilo, sin baches, y los edificios han sido tratados, incluso con más respeto del que su calidad obliga.

En cuanto a la cena de Subijana, superó todas mis expectativas. Elegimos el menú degustación, porque tal como recomienda su autor, los menús han sido seleccionados de acuerdo a parámetros experimentados e inaccesibles al común de los mortales. Todo un acierto, un aperitivo con helado de aceituna delicioso; unas setas del bosque de presentación hiperrealista (sólo faltaba Gárgamel), con texturas muy extrañas…; y una cantidad de comida más que suficiente. Como postre el famoso gin tónic en plato: gelatina y helado; no lo conocía y es un auténtico gin tónic, es delicioso y sólo tiene un inconveniente, que para los adictos a esta bebida cohíbe pedir después de cenar, un gin tónic.

El restaurante se encuentra en la planta baja del hotel restaurado, y la cena fue acompañada por un envolvente balbuceo francés que provenía según me confirmaron de un disco de Carla Bruni. Si la imaginas medio desnuda, con una guitarra, ronroneando en el asiento de atrás de tu coche puede resultar estimulante. Al cabo de un buen rato, el disco volvió a comenzar de forma automática. Aburridos del runrún, y dado que éramos los únicos clientes, decidimos pedir que lo cambiasen. Gran sorpresa del personal ante la falta de glamour. ¿No les gusta?, Pues para un rato sí. Pero cuando para continuar disfrutando la obra de un artista necesitas recordar o imaginar las razones que tenías para hacerlo, quizá no merece la pena. Hay discos que no tienen una cara B interesante y obras que no necesitas recorrer para haberlas visto ya mil veces.

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