sábado, diciembre 12, 2009

Lo Efímero de lo Persistente


"Autor: Angel Gil Bernaldo de Quirós; publicado en soitu.es en junio de 2008"

"El valor de la obra de arte, aquello que llamamos su belleza, reside, en términos generales en su capacidad de brindar felicidad". Wilhelm Worringer
Me planteaban hace unos días una interesante cuestión. El desencadenante, un paseo por la calle Conde de Peñalver de Madrid y la sorpresa de uno de mis acompañantes ante el descubrimiento la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas. ¿Cómo era posible que ese edificio hubiera permanecido invisible a sus ojos tras años de hacer ese recorrido y en alguien de natural no especialmente atolondrado?
El edificio siempre me pareció extraordinario. No son tantos (por ser generoso) los ejemplos de Brutalismo, tal y como lo entendió Reyner Banham en sus preceptos formales, de los que podemos disfrutar entre nosotros. Obra de Cecilio Sánchez-Robles Tarín el edificio de 1970 destaca por su impactante austeridad y su claridad formal. La contundencia de sus volúmenes convierten en más sorprendente aún la capacidad de mimetización del edificio dentro de la trama urbana, no sólo invisible a los ojos de muchos ciudadanos, sino también a la crítica y a la propia Historia. Son múltiples los ejemplos de ese “tan lejos, tan cerca” que me venían a la mente, entre ellos el paradigmático del edificio de Via Campania de los hermanos Pasarelli, inmortalizado por Bruno Zevi en sus Espacios de la Arquitectura Moderna. Recordando ambos rescaté una impactante fotografía de Emilio Hernández, el Museo del Arte Borrado, ejemplo del No-Objetualismo de la escuela peruana y fechada también en 1970, en una de esas piruetas que en ocasiones nos ofrece el azar.
La contundencia de la masa de hormigón frente a nosotros y el vacío de la fotografía de Hernández, nos planteaba varias reflexiones. ¿Cómo explicar que un objeto de tales dimensiones se desnude de su capacidad de relacionarse con el espectador? En tiempos de lógica difusa, ¿es tan necesaria la presencia del objeto artístico?, y, existiendo la presencia de dicho objeto, ¿cuándo lo reconocemos como tal?
Si dicha lógica difusa se adapta mejor a la explicación del funcionamiento del mundo real ha de adaptarse también a la reflexión sobre lo artístico. Hay que precisar que lo que es difuso e impreciso es el objeto que se estudia, no la lógica. Expresa, por tanto, la falta de definición o la multiplicidad de definiciones del concepto al que se aplica. Si nos atenemos a la concepción de Worringer sobre el arte y la existencia de la kunstwollen o voluntad artística manifestada en la necesidad de combinar dentro de un sistema estético pleno los conceptos de abstracción y empatía, ambos requisitos podemos encontrarlos en sistemas artísticos reinterpretados desde la óptica de una lógica no clásica.
El objeto es arte o no lo es en función de las variables temporales que afectan a objeto y a espectador, de las variables espaciales que determinan los recorridos de acercamiento, de las variables culturales y de la reflexión a la que éstas nos conducen. El edificio, el objeto puede estar siempre; su imbricación dentro de una trama que es vivida de modos diferentes altera su presencia como acto artístico. Llevado al extremo es posible la desaparición de dicho objeto, el no-objeto, la persistencia en la memoria. Ese vacío físico y/o conceptual es arte. (He estado tentado a hacer una referencia a las Torres Gemelas y al estrés postraumático de una mutilación. No lo haré).
La lógica difusa, la no necesaria adscripción del concepto de lo artístico a sistemas binarios de unos y ceros sobrevuela el mundo de la creación ya no desde el inicio de las vanguardias. Me atrevería a decir que desde siempre.
Cuadrado Blanco Sobre Fondo Blanco, espacios crómlech, Minimalismo, Museo del Arte Borrado, acto y objeto estético delimitados o confundidos.
Observado desde la lógica difusa la reflexión sobre lo artístico tiene consecuencias impredecibles. La arquitectura entendida como arte sería algo efímero. Lo efímero de lo persistente y viceversa. El objeto podría no ser artístico en sí siempre y en todo momento. Incluso podría desaparecer y seguir siéndolo. Lo es en tanto en cuanto es capaz de producir una emoción, cuya persistencia además diferirá del momento temporal y de las circunstancias del espectador. Pero la cuantificación y cualificación de dicha emoción, ¿la establecemos en términos aristotélicos de catarsis, la purificación interior que logra el espectador al contemplar las miserias humanas sobre el escenario de la tragedia griega, la purificación de sus propias pasiones que quedan empequeñecidas comparadas con las que viven los personajes de ficción?, ¿la abandonamos al azar de lo impresionable de la condición humana a las escalas o conceptos no cotidianos?
Dijo Rauschenberg “el arte no basta. La vida no basta. Es preciso colmar el vacío entre arte y vida.” Quizá ese vacío es lo que da sentido a ambas. O quizá reflexionar sobre ello.

La Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas se encuentra en la calle Conde de Peñalver nº 40 de Madrid.

0 Comments:

Publicar un comentario

<< Home