martes, abril 20, 2010

LA VENTANA HOLANDESA


"Autor: Javier Boned; publicado en soitu.es en marzo de 2009"

Viajar a Holanda implica siempre encontrarse con la calidad de la arquitectura. Realmente no se puede hacer mejor. En estos tiempos de crisis, llenos de múltiples ejemplos muchas veces contradictorios y confusos en lo que se refiere al entendimiento de la arquitectura, es siempre reconfortante comprobar el equilibrio y la solidez con la que Holanda sigue avanzando en este campo. Holanda es una ventana abierta al paisaje de la calidad y de la cultura arquitectónicas.
Territorio, abstracto, paradigma de lo plano, paisajes que alumbraron la mirada geométrica de un Mondrian o el colorismo apasionado de Van Gogh, parajes donde la cultura humanista y protestante se acerca a la ventana para mostrarse, para vivir y enseñarnos esa vida cotidiana, como los personajes de Vermeer. En Holanda todo sucede alrededor de la ventana; la ventana es luz, es apertura al mundo, es el escaparate necesario para identificarse con un nivel de vida, con una cultura. La ventana es la esencia de lo holandés.
Una cultura así se manifiesta constantemente, es pública, todo el mundo puede disfrutar de ella. No hay nada que ocultar, desde el exotismo de un mitificado “barrio rojo” hasta los huecos asimétricos y múltiples de los últimos edificios de viviendas, que nos muestran sin tapujos sus domésticos interiores. La variedad de huecos resulta prácticamente infinito, y la capacidad seductora de la arquitectura se manifiesta, además de por su perfección formal y constructiva, por la belleza intrancesdente de la cotidianidad que se deja ver tras los vidrios de todas las ventanas. Es indiferente lo que nos encontremos; personas trabajando en silencio, viejecitas resolviendo un puzzle o niños pequeños y rubios manejando vistosas construcciones de juguete. En Holanda todo es normal. No hacen falta aspavientos, gritos, gestos grandilocuentes. Toda la expresión arquitectónica está contenida, cargada de intensidad cultural y rabiosamente contemporánea en diseño, en funcionalidad, en silenciosa belleza.
Una cultura así valora la ciudad por encima de todas las cosas. La ciudad es la ventana por donde mirar y el espejo donde mirarse y reconocerse en ella es el privilegio de sus habitantes. La ciudad está limpia, funciona, las calles son auténticos manifiestos de la complejidad donde todo está diseñado, las texturas de los pavimentos, los infinitos carriles-bici, los carriles de tráfico rodado (más estrechos para que disminuya la velocidad), los tranvías de puntualidad exquisita. La relación entre lo privado-construido y el espacio público roza siempre la perfección, distinguiéndose perfectamente las distintas etapas de crecimiento, y desarrollándose cada parte como corrresponde a su tiempo. Por ejemplo, desde 1993 se empezó a acometer en Amsterdam el desarrollo de los muelles gemelos de Borneo y Sporenburg. Los responsables municipales decidieron que al menos 800 de las 2.150 viviendas previstas fueran de baja altura. El equipo ganador del concurso, dirigido por el paisajista Adrian Geuze, no se conformó con conseguir el mínimo previsto, sino que elevó el número de viviendas de baja altura al 80 % del total. Propuso una trama de calles paralelas que se ven interrumpidas en los puntos de perspectiva visual por tres grandes bloques en altura. El secreto del proyecto está en trasladar el habitual jardín delantero o trasero de la casa holandesa al interior de la vivienda, en forma de patio o de cubierta ajardinada. De esta manera se ganaba espacio, superponiendo los diferentes niveles de estancia, sin restar metros ni estándares de calidad espacial, y con acceso independiente a cada vivienda. A ello añadió como condición que todas las plantas bajas tuvieran un altura mínima de 3,50, para que puedieran ser utilizadas como locales. El resultado, a día de hoy, es una ciudad tremendamente esponjada, con altas dosis de variedad en todas sus manzanas, lo contrario a cualquier monótono barrio de los que podemos encontrarnos en nuestras queridas ciudades españolas, sometidas a rígidos planeamientos urbanísticos. Variación, multiplicidad, buena construcción, viviendas de alquiler, espacios abiertos, zonas verdes… la arquitectura moderna hecha realidad.
Holanda es un buen motivo para empezar a amar la arquitectura moderna. Miremos por su ventana, reflexionemos y aprendamos, sin aspavientos ni violentos gestos, cómo se puede integrar la creatividad silenciosa del arte y del diseño arquitectónico en el natural paisaje de la cotidianidad. Sostenibilidad incluida.

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