lunes, marzo 29, 2010

Caos medido


"Autor: Isidro Gallego; publicado en soitu.es en enero de 2009"

Cuando la repetición de tu movimiento genera el caos, es que tu movimiento está mal hecho. En ese sentido debemos proyectar procesos y no resultados.
Nos hemos pasado toda la vida oyendo “querer es poder” y en los últimos cinco años su transformación a “información es poder”. Ahora estamos por fin obligados a girar. Cuando una frase tan repetida y asumida se ve obligada a cambiar… es que algo grande está empezando a ocurrir. Se me antoja un nuevo revolcón a la expresión, ahora quizá podríamos decir que el poder o el conseguir determinados objetivos pasa por establecer una nueva jerarquía a la hora de seleccionar nuestro tiempo y esfuerzo, quizá ”¿enfocar es poder?”…no se, habrá que seguir dando vueltas, parece necesario pero no suficiente.
Hace unos días volví a ver aquella imagen, un montón de niños corriendo para formar fila ante la entrada de su colegio, parecía que les iba la vida en ello, la competitividad era tan intensa que incluso llegaban a propinarse codazos y zancadillas con tal de llegar antes a la cola y coger una mejor posición. Lo curioso de todo esto es que una vez situados en la cola… termina la competición, vuelven a recuperar al instante la amistad perdida por unos momentos, de nuevo se gastan bromas, hablan entre ellos y se unen en abrazos como borrachos en la fase de exaltación de la amistad. Pero lo que aún es más sorprendente es que la cola era tan solo para entrar en clase, clase que no comienza hasta que todos y cada uno de los alumnos está convenientemente sentado en su pupitre. Es jodido esto, ¿eh?, ¿Qué puede pasar por sus cabecitas para adoptar tan complejo comportamiento?, posiblemente tienen la capacidad de adaptarse a los distintos condicionantes a velocidad de vértigo. El porqué abandonamos esos hábitos de comportamiento es algo que explicaría mejor un psicólogo, no obstante si es cierto que algo de ello nos debe quedar.
Y es que a veces, necesitamos hacer cosas regidas por nuestros impulsos más primarios, incluso sin sentido, para que otras puedan llegar a tenerlo. Quizá cuando uno es demasiado ingenuo sus actos acaban por rodearse de una especie de patente de corso que en ocasiones termina por funcionar.
Releyendo aquella disertación en la que Francisco J. Sainz de Oiza concluía hablando de la monstruización de la profesión en aras de la producción empresarial, tras dar por hecho la barrera existente entre nuestro trabajo y el nuevo campo de batalla: “Hombre, pues volveremos a ser más artistas, porque primará el componente artístico. Y como ése es muy personal, muy individual, pues se valorará al artista, como se valora al futbolista que mete goles”, “tendremos que volver a empezar otra vez, como desde cero, desde cenáculos, desde pequeñas organizaciones…”. Con ligeras matizaciones esto es perfectamente trasladable a la situación actual.
Quizá deberíamos recuperar los reflejos y la velocidad e ingenuidad de los niños en estos obligados auque gloriosos cambios de chip.
El reloj de los proyectos vuelve a tener ese ritmo necesario pero perdido en los últimos tiempos. Es probable que esta lentitud haga a la arquitectura avanzar más.

“El artista, como el Dios de la creación, permanece dentro, o detrás, o más allá, o por encima de su obra, transfundido, evaporado de la existencia…, indiferente…, entretenido en arreglarse las uñas.” (James Joyce “Retrato del artista adolescente”).

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