Espacios frágiles y diagramas tridimensionales
"Autora: María Asunción Salgado; publicado en soitu.es en enero de 2009"
En mi modesta búsqueda de información sobre los límites materiales del espacio, he tropezado casi sin quererlo con el concepto de fragilidad aplicado a la arquitectura. Estrictamente hablando, se define como frágil aquello que es débil por naturaleza o que tiende a romperse con facilidad. Esta definición que resulta antagónica respecto de las propiedades materiales de la arquitectura, se presenta sin embargo como una cualidad no exenta de belleza y fascinación, que puede incluso resultarnos ciertamente exótica cuando recordamos los paneles de arroz con los que se compartimenta el espacio en la arquitectura tradicional japonesa.
Hablo de tropiezo porque cuando más estudiaba las nuevas propuestas inmateriales de la nueva arquitectura, más tendía a separar las propiedades fisiológicas o psicológicas del espacio de las materiales, cuando en realidad dicha frontera es difusa.
Digamos que tuve esta revelación al visitar la exposición titulada Frágil que se exponía en el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia. A través de una selección de obras pertenecientes a doce artistas contemporáneos de distintas edades, se trataba de hacer notar la fuerza estética de lo delicado. Pero por encima de todo esto, lo que realmente llamaba la atención era la capacidad que parecían poseer dichas obras para transformar el espacio en el que estaban situadas.
Con la instalación Stalk Room, construida expresamente para esta exposición, el artista Andy Goldsworthy divide la gran sala en la que se sitúa con una estructura realizada a base de finos tallos de enea que se unen mediante espinas de endrino. Dicha estructura se presenta como un tabique de gran ligereza que, ajustado a las paredes laterales de la sala, va de suelo a techo dejando como único hueco de paso posible un círculo en su parte central. Hueco imposible de traspasar si no es mediante un salto propio de un acróbata de circo.
La sala provista de dos entradas distintas situadas en extremos opuestos, permite que el visitante pueda acceder a ambos lados de la misma a pesar de que la trama de Goldsworthy nos impida el paso, para así contemplar la totalidad de la sala desde dos puntos de vista distintos.
A corta distancia, la estructura es de una fragilidad que asusta. Cualquier leve movimiento puede hacer que caiga conquistando así la totalidad de un espacio que solo se había perdido en su recorrido físico.
La obra de Goldsworthy no es la única que llama la atención por la capacidad de transformación de un espacio. Las estructuras a base de hilos del americano Fred Sandback, deberían interesar especialmente a los arquitectos ya que traslada al espacio físico conceptos propios del plano y el dibujo de la arquitectura. Los hilos son asimilables a la línea, mientras que suelos y paredes son el plano.
Sandback construye dibujos de arquitecturas, adaptándose a las características de las salas y valiéndose de la fuerza del color. La capacidad de crear y transformar un espacio mediante hilos es la misma que cuando se trazan líneas deliberadamente en un dibujo; ambas son arquitectura.
Pero sin duda para mí el mayor descubrimiento en términos de experimentación espacial, ha sido la obra artista de la artista de origen alemán Gego. Hija de judíos alemanes huidos a Venezuela durante la represión nazi, Gego (Gertrud Goldschmidt) logró terminar sus estudios de arquitectura en Caracas llegando incluso a trabajar como arquitecto por unos meses.
Volcada en su trabajo como diseñadora, Gego comenzó a trabajar en lo que sería el núcleo central de su obra, la retículas ambientales.
Obsesionada con conceptos como la traslación de la línea y el plano al espacio tridimensional, la relación entre mapa y diagrama y otros términos más relacionados con la materia como la unión entre piezas y la transición entre formas, la obra de Gego especialmente sus retículas, nunca llegaron a desprenderse de su aprendizaje como arquitecto.
Las retículas de Gego, en apariencia ligeras y frágiles pero con una presencia imponente, son capaces de dominar y alterar la percepción espacial desde la presencia de la ausencia. Estas instalaciones resultan más actuales que nunca y suponen en sí mismas un ejercicio diagramático potentísimo. De hecho, algunas de sus retículas se asemejan a muchos proyectos de arquitectura que se desarrollan en la actualidad, especialmente cuando aparecen representados mediante estructuras alámbricas en una pantalla de ordenador.
Giles Deleuze definió que el diagrama ya “no era tanto un objeto auditivo o visual sino un mapa, una cartografía extensiva al ámbito social”. Según él, las Reticulárea de Gego bien podrían considerarse diagramas, con lo cual no podría estar más de acuerdo.
En mi modesta búsqueda de información sobre los límites materiales del espacio, he tropezado casi sin quererlo con el concepto de fragilidad aplicado a la arquitectura. Estrictamente hablando, se define como frágil aquello que es débil por naturaleza o que tiende a romperse con facilidad. Esta definición que resulta antagónica respecto de las propiedades materiales de la arquitectura, se presenta sin embargo como una cualidad no exenta de belleza y fascinación, que puede incluso resultarnos ciertamente exótica cuando recordamos los paneles de arroz con los que se compartimenta el espacio en la arquitectura tradicional japonesa.
Hablo de tropiezo porque cuando más estudiaba las nuevas propuestas inmateriales de la nueva arquitectura, más tendía a separar las propiedades fisiológicas o psicológicas del espacio de las materiales, cuando en realidad dicha frontera es difusa.
Digamos que tuve esta revelación al visitar la exposición titulada Frágil que se exponía en el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia. A través de una selección de obras pertenecientes a doce artistas contemporáneos de distintas edades, se trataba de hacer notar la fuerza estética de lo delicado. Pero por encima de todo esto, lo que realmente llamaba la atención era la capacidad que parecían poseer dichas obras para transformar el espacio en el que estaban situadas.
Con la instalación Stalk Room, construida expresamente para esta exposición, el artista Andy Goldsworthy divide la gran sala en la que se sitúa con una estructura realizada a base de finos tallos de enea que se unen mediante espinas de endrino. Dicha estructura se presenta como un tabique de gran ligereza que, ajustado a las paredes laterales de la sala, va de suelo a techo dejando como único hueco de paso posible un círculo en su parte central. Hueco imposible de traspasar si no es mediante un salto propio de un acróbata de circo.
La sala provista de dos entradas distintas situadas en extremos opuestos, permite que el visitante pueda acceder a ambos lados de la misma a pesar de que la trama de Goldsworthy nos impida el paso, para así contemplar la totalidad de la sala desde dos puntos de vista distintos.
A corta distancia, la estructura es de una fragilidad que asusta. Cualquier leve movimiento puede hacer que caiga conquistando así la totalidad de un espacio que solo se había perdido en su recorrido físico.
La obra de Goldsworthy no es la única que llama la atención por la capacidad de transformación de un espacio. Las estructuras a base de hilos del americano Fred Sandback, deberían interesar especialmente a los arquitectos ya que traslada al espacio físico conceptos propios del plano y el dibujo de la arquitectura. Los hilos son asimilables a la línea, mientras que suelos y paredes son el plano.
Sandback construye dibujos de arquitecturas, adaptándose a las características de las salas y valiéndose de la fuerza del color. La capacidad de crear y transformar un espacio mediante hilos es la misma que cuando se trazan líneas deliberadamente en un dibujo; ambas son arquitectura.
Pero sin duda para mí el mayor descubrimiento en términos de experimentación espacial, ha sido la obra artista de la artista de origen alemán Gego. Hija de judíos alemanes huidos a Venezuela durante la represión nazi, Gego (Gertrud Goldschmidt) logró terminar sus estudios de arquitectura en Caracas llegando incluso a trabajar como arquitecto por unos meses.
Volcada en su trabajo como diseñadora, Gego comenzó a trabajar en lo que sería el núcleo central de su obra, la retículas ambientales.
Obsesionada con conceptos como la traslación de la línea y el plano al espacio tridimensional, la relación entre mapa y diagrama y otros términos más relacionados con la materia como la unión entre piezas y la transición entre formas, la obra de Gego especialmente sus retículas, nunca llegaron a desprenderse de su aprendizaje como arquitecto.
Las retículas de Gego, en apariencia ligeras y frágiles pero con una presencia imponente, son capaces de dominar y alterar la percepción espacial desde la presencia de la ausencia. Estas instalaciones resultan más actuales que nunca y suponen en sí mismas un ejercicio diagramático potentísimo. De hecho, algunas de sus retículas se asemejan a muchos proyectos de arquitectura que se desarrollan en la actualidad, especialmente cuando aparecen representados mediante estructuras alámbricas en una pantalla de ordenador.
Giles Deleuze definió que el diagrama ya “no era tanto un objeto auditivo o visual sino un mapa, una cartografía extensiva al ámbito social”. Según él, las Reticulárea de Gego bien podrían considerarse diagramas, con lo cual no podría estar más de acuerdo.
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