....pero seguimos en 2001.
"Autora: María Asunción Salgado; publicado en soitu.es en julio de 2008"
Nunca he estado muy de acuerdo con esas listas en las que se enumera lo más destacado de un periodo y a la que son tan aficionadas las publicaciones anglosajonas. Quizá, este rechazo se deba a mi imposibilidad para escoger una opción entre varias de difícil comparación, máxime cuando proceden de circunstancias diversas. Me siento como esos personajes a los que entrevistan en televisión preguntándoles cuál es su disco o su película favorita, circunstancia en la que al invitado sin respuestas preparadas, le suele cambiar la cara.
De hecho, siempre me he preguntado cuál es el criterio con el que se confeccionan esas listas y sobre todo, si quien se encarga de ello, no arde en remordimientos por haber olvidado incluir algo o alguien.
Este verano descubrí por pura casualidad, una de esas listas en una edición especial del suplemento de la revista TIME. El número titulado The Design 100. The people and ideas behind today’s most influential design, destacaba bajo el título Nothing Plain in Spain, la última intervención del diseñador Jaime Hayón en el restaurante de la Terraza del Casino de Madrid, como ejemplo de la nueva arquitectura (interior supongo) española.
Y aquí regresa el enigma de “la lista”, ya que de entre todas las intervenciones que se han producido en España en los últimos meses, me sorprendió que fuera precisamente ésta la que consideraran más destacable desde el equipo de Time. No hay que decir, que eso despertó mi curiosidad.
Jaime Hayón que venía de asumir el difícil reto de convertirse en el asesor artístico de la marca de porcelanas Lladró, se arriesgaba de nuevo con una propuesta de interiorismo para un local que se considera todo un clásico de la hostelería española de cierto nivel.
Superada la impresión inicial que me producen este tipo de proyectos y a los que tan difícil me resulta clasificar, descubrí que sin embargo, el proyecto de Hayón parece haber satisfecho las expectativas tanto de la crítica como del público asiduo al local, sin duda acostumbrado a soluciones más conservadoras. Lo mejor de todo son las analogías con las que han ilustrado esta intervención.
Algunos la definen como una apuesta ecléctica a caballo entre el lujo del barroco y el refinamiento zen, otros como un interior sacado del cuento de Lewis Carroll Alicia en el País de las Maravillas, símiles bastante literarios con los que pretenden alabar la intervención, pero que me resultan poco creíbles cuando pienso que en realidad en quien se inspira, es en los escenarios de Kubrick.
De todas las imágenes a las que podría asociar la “nueva” Terraza del Casino, la que de forma recurrente acude a mi mente es la del escenario en el que el director sitúa al protagonista y único superviviente de la Nave Discovery en las escenas finales de 2001: Una Odisea en el Espacio, (1968).
Esta habitación en la que el astronauta Dave Bowman acaba sus días tras destruir la computadora HAL 9000, recuerda al proyecto de Hayón en la búsqueda intencionada de contraste entre continente y contenido, con el que consigue un escenario más aséptico.
De una forma más evidente, Kubrick instala una habitación con mobiliario estilo barroco francés, profusamente decorada con molduras y apliques decimonónicos, sobre habitáculo iluminado desde el suelo por paneles modulares luminososprivando a este espacio de cualquier atisbo de calidez, para convertirlo en un recinto frío y angustioso. La sensación que trasmite es de absoluta soledad, anticipándonos que la habitación de Dave Bowman se transformará en un ataúd en vida.
La causa por la que Kubrick y su equipo de escenógrafos escogieron un decorado de esas características no está claro, sobre todo en comparación con el ejercicio de diseño que supone el conjunto de los restantes escenarios de la película, muchos de los cuales siguen sirviendo de inspiración a arquitectos y diseñadores con estéticas que aun hoy siguen vigentes. Sin ir más lejos, encontramos en el mercado numerosos diseños que imitan la estética “blanda” de los sillones rojos creados por el francés Olivier Mourgue para el hotel Orbital Hilton que aparecen en la película, o el acolchado amarillo del tránsito interior en la nave Aries IB, con azafata uniformada de Courreges incluida.
Al contrario que los postulados de Arthur C. Clarke, autor de la novela en la que se basó la película de Kubrick, el rigor y las decisiones con las que se diseñaron los interiores de las naves espaciales, han superado con solvencia la barrera del tiempo, constituyendo aun hoy cuarenta años después, un modelo de diseño a imitar.
De todas las imágenes de esta película que han servido de inspiración al diseño interior y la arquitectura en el pasado, la más arriesgada era sin duda la de la habitación-cripta de Dave Bowman. Cuarenta años separan la Terraza del Casino de Hayón de la propuesta de Kubrick. A priori, nada tienen que ver y sin embargo, ambos proyectos comparten el mismo mensaje, el de un clásico que pretende crear una estética para el siglo XXI.
Nunca he estado muy de acuerdo con esas listas en las que se enumera lo más destacado de un periodo y a la que son tan aficionadas las publicaciones anglosajonas. Quizá, este rechazo se deba a mi imposibilidad para escoger una opción entre varias de difícil comparación, máxime cuando proceden de circunstancias diversas. Me siento como esos personajes a los que entrevistan en televisión preguntándoles cuál es su disco o su película favorita, circunstancia en la que al invitado sin respuestas preparadas, le suele cambiar la cara.
De hecho, siempre me he preguntado cuál es el criterio con el que se confeccionan esas listas y sobre todo, si quien se encarga de ello, no arde en remordimientos por haber olvidado incluir algo o alguien.
Este verano descubrí por pura casualidad, una de esas listas en una edición especial del suplemento de la revista TIME. El número titulado The Design 100. The people and ideas behind today’s most influential design, destacaba bajo el título Nothing Plain in Spain, la última intervención del diseñador Jaime Hayón en el restaurante de la Terraza del Casino de Madrid, como ejemplo de la nueva arquitectura (interior supongo) española.
Y aquí regresa el enigma de “la lista”, ya que de entre todas las intervenciones que se han producido en España en los últimos meses, me sorprendió que fuera precisamente ésta la que consideraran más destacable desde el equipo de Time. No hay que decir, que eso despertó mi curiosidad.
Jaime Hayón que venía de asumir el difícil reto de convertirse en el asesor artístico de la marca de porcelanas Lladró, se arriesgaba de nuevo con una propuesta de interiorismo para un local que se considera todo un clásico de la hostelería española de cierto nivel.
Superada la impresión inicial que me producen este tipo de proyectos y a los que tan difícil me resulta clasificar, descubrí que sin embargo, el proyecto de Hayón parece haber satisfecho las expectativas tanto de la crítica como del público asiduo al local, sin duda acostumbrado a soluciones más conservadoras. Lo mejor de todo son las analogías con las que han ilustrado esta intervención.
Algunos la definen como una apuesta ecléctica a caballo entre el lujo del barroco y el refinamiento zen, otros como un interior sacado del cuento de Lewis Carroll Alicia en el País de las Maravillas, símiles bastante literarios con los que pretenden alabar la intervención, pero que me resultan poco creíbles cuando pienso que en realidad en quien se inspira, es en los escenarios de Kubrick.
De todas las imágenes a las que podría asociar la “nueva” Terraza del Casino, la que de forma recurrente acude a mi mente es la del escenario en el que el director sitúa al protagonista y único superviviente de la Nave Discovery en las escenas finales de 2001: Una Odisea en el Espacio, (1968).
Esta habitación en la que el astronauta Dave Bowman acaba sus días tras destruir la computadora HAL 9000, recuerda al proyecto de Hayón en la búsqueda intencionada de contraste entre continente y contenido, con el que consigue un escenario más aséptico.
De una forma más evidente, Kubrick instala una habitación con mobiliario estilo barroco francés, profusamente decorada con molduras y apliques decimonónicos, sobre habitáculo iluminado desde el suelo por paneles modulares luminososprivando a este espacio de cualquier atisbo de calidez, para convertirlo en un recinto frío y angustioso. La sensación que trasmite es de absoluta soledad, anticipándonos que la habitación de Dave Bowman se transformará en un ataúd en vida.
La causa por la que Kubrick y su equipo de escenógrafos escogieron un decorado de esas características no está claro, sobre todo en comparación con el ejercicio de diseño que supone el conjunto de los restantes escenarios de la película, muchos de los cuales siguen sirviendo de inspiración a arquitectos y diseñadores con estéticas que aun hoy siguen vigentes. Sin ir más lejos, encontramos en el mercado numerosos diseños que imitan la estética “blanda” de los sillones rojos creados por el francés Olivier Mourgue para el hotel Orbital Hilton que aparecen en la película, o el acolchado amarillo del tránsito interior en la nave Aries IB, con azafata uniformada de Courreges incluida.
Al contrario que los postulados de Arthur C. Clarke, autor de la novela en la que se basó la película de Kubrick, el rigor y las decisiones con las que se diseñaron los interiores de las naves espaciales, han superado con solvencia la barrera del tiempo, constituyendo aun hoy cuarenta años después, un modelo de diseño a imitar.
De todas las imágenes de esta película que han servido de inspiración al diseño interior y la arquitectura en el pasado, la más arriesgada era sin duda la de la habitación-cripta de Dave Bowman. Cuarenta años separan la Terraza del Casino de Hayón de la propuesta de Kubrick. A priori, nada tienen que ver y sin embargo, ambos proyectos comparten el mismo mensaje, el de un clásico que pretende crear una estética para el siglo XXI.
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