La exposición de la arquitectura y el aplauso a una iniciativa museística
"Autora: María Fullaondo; publicado en soitu.es en julio de 2008"
El crítico y profesor de arquitectura Bruno Zevi comenzaba el libro “Saber ver la arquitectura” subrayando el desinterés generalizado que existe en torno a la arquitectura cuando la comparamos con otras artes. Por una parte, dice Zevi, al público parece sólo importarle la pintura, la música, la escultura y literatura. Pero quizás más importante, existe también un cierto pasotismo o incapacidad por parte de arquitectos, críticos, e historiadores para transmitir y difundir el aprecio por la buena arquitectura mediante una clara y valida interpretación de la misma. Si Zevi hubiera escrito el artículo hoy en día, seguro que hubiera dedicado algunas palabras de reproche a los museos, sobre todo, si tenemos en cuenta el papel que han asumido en la cultura contemporánea. Sin embargo, aunque en líneas generales Zevi pudiera tener razón, afortunadamente existen algunos esfuerzos encomiables y es precisamente uno de ellos, el protagonista de este artículo.
Es indudable que la arquitectura a la hora de su exposición presenta una dificultad añadida en relación a otras disciplinas artísticas y más si el objetivo fundamental es que ésta sea entendida íntegramente. La mayoría de las exposiciones dedicadas a la arquitectura optan por la manera más sencilla de mostrarla, es decir, mediante la presentación de la documentación que define y expresa la obra arquitectónica, planos, fotografías, dibujos, perspectivas, detalles y maquetas. Pero este método presenta numerosos inconvenientes, ya que no permiten una completa apreciación de la obra de arte. A esto se suma, en muchos casos, la dificultad e imposibilidad que se tiene para la compresión y lectura de este tipo de documentos, pudiendo llegar a convertir el edificio en mucho más incompresible de lo que era antes de ser expuesto. Es entonces, cuando la maqueta adquiere un valor singular al ser el documento más representativo y real del objeto arquitectónico.
Ahora bien, este modo de exponer la arquitectura no es el único. En algunas ocasiones, el espacio expositivo puede trasladarse temporal o permanentemente a la obra arquitectónica objeto de exposición, convirtiéndose paradójicamente a la vez en continente y contenido, en galería expositiva y en objeto expositivo. En este contexto, enmarcaríamos el nuevo museo “nómada” de la firma Chanel realizado por la arquitecta iraní Zaha Hadid . Este museo/galería tiene vocación expositiva, itinerante y efímera (tan de moda hoy en día), ya que cada seis meses cambiara de ubicación pasando por seis ciudades diferentes, Los Ángeles, Nueva York, Tokio, Londres y Moscú. El objetivo principal de la iniciativa es la de difundir el arte contemporáneo a través de la obra de diferentes artistas, y a pesar de que quizás no conscientemente, se ha conseguido también, la propaganda de la arquitectura.
A finales de los años veinte, un historiador de arte llamado Alfred H. Barr a la edad de 27 años concibe un museo dedicado al arte moderno en el que además de la pintura y escultura tengan cabida otras disciplinas artísticas como la arquitectura, fotografía, cine, diseño etc… En 1929 nace el Museo de Arte Moderno de Nueva York, más conocido como MoMA y el sueño de este americano comienza a hacerse realidad. El MoMA respondiendo al plan multidepartamental ideado por Barr, organiza en 1932, la primera exposición de arquitectura del Museo de Arte Moderno de Nueva York, bajo el título: “Exposición Internacional de Arquitectura Moderna.” Las consecuencias de la exposición fueron importantísimas y marcarían el futuro desarrollo de la arquitectura americana de posguerra . También supuso la creación oficial del primer departamento de arquitectura dentro de un museo.
Como es obvio, el MoMA ante el reto de no limitarse a las Bellas Artes, se encontró con los mismos escollos ya apuntados a la hora de exponer la arquitectura. Y aunque es verdad que en la mayoría de los casos optó por el método tradicional, el MoMA popularizaría otro modo de presentar y divulgar la arquitectura, la construcción de la obra o del edificio objeto de la exposición entre los muros del museo.
En 1940, el museo dedica una gran retrospectiva a l maestro americano Frank Lloyd Wright, siendo el propio arquitecto el que planteó al museo la necesidad de construir en el jardín del museo un prototipo a escala real, a su tamaño original como pieza clave de de la exposición. La iniciativa fue tachada de absurda, cara e innecesaria por parte de ciertos accionistas y dirigentes del museo y como consecuencia la vivienda (completamente proyectada para la ocasión) nunca llegó a construirse.
Un año más tarde, de la mano de nuevo de Barr, y aprovechando la interrupción del programa ordinario del Museo como consecuencia de la guerra, se construye por primera vez en el jardín del MoMA una vivienda de emergencia del arquitecto/ingeniero Buckminster Fuller. Hay que tener en cuenta, que a diferencia de lo que estaba sucediendo en Europa hacia principios de los años treinta, en Estados Unidos, los antecedentes de construcción de edificios formando parte de una exposición o feria eran muy escasos. En la mayoría de los casos, los prototipos realizados no se enmarcaban dentro de lo definido como moderno y en donde la preocupación por la calidad arquitectónica ocupaba un segundo plano y perseguían esencialmente intereses lucrativos como la venta de material de construcción y equipamiento. Ante el éxito obtenido por la DDU de Fuller (Dymaxion Deployment Unit ), en 1949, el astuto Philip Johnson decide poner en marcha un programa expositivo consistente en la construcción de un prototipo de vivienda todos los veranos en el jardín del museo cuyo resultado fue la muestra de tres viviendas suburbanas que cualquier familia americana de clase media podría poseer .
El Moma, 60 años después ha decidido retomar la iniciativa que tantos éxitos le dio y este verano los neoyorquinos podrán visitar las cinco viviendas prefabricadas que el museo ha decidido construir con motivo de la exposición “Home Delivery: Fabricating the Modern Dwelling”. El jardín de esculturas, escenario y marco de la arquitectura-exposición en el pasado, cede su puesto al solar vacío situado al oeste del Museo. El solar albergará la obras de cinco arquitectos KieranTimberlake Associates (Filadelfia); Douglas Gauthier y Jeremy Edmiston (System Architects, Nueva York); Oskar Leo Kaufmann y Albert Rüf of Dornbirn, (Austria);el profesor Lawrence Sass como representante de Massachusetts Institute of Technology (MIT) ; y por último el arquitecto ingles, Richard Horden (Londres).
Por tanto, la realidad es que hace más de medio siglo, un museo dedicado al arte eligió gracias a la idea de un arquitecto (Wright), una nueva manera de enseñar la arquitectura y construyó entre sus paredes una vivienda unifamiliar cuya misión es simplemente la presentación de un ejemplo de arquitectura moderna de calidad. Hoy, el Museo de Arte Moderno de Nueva York repite la experiencia consiguiendo eliminar todas las dificultades antes descritas, desde un punto de vista expositivo. Proporciona la posibilidad que la obra pueda ser vivida y comprendida, y el espacio recorrido. Pero por encima de todo, estas cinco viviendas representativas de la investigación y los avances que están llevando a cabo en el mundo de la prefabricación, permiten que la arquitectura alcance un valor adicional a su propia condición. Únicamente por formar parte de un museo o de una muestra, la arquitectura adquiere por encima de todo, una vocación ilustrativa y demostrativa asegurando la eficiencia desde criterios didácticos, expositivos e interpretativos. Sospecho que esta propuesta habría conseguido apaciguar por lo menos un poco, al crítico italiano.
El crítico y profesor de arquitectura Bruno Zevi comenzaba el libro “Saber ver la arquitectura” subrayando el desinterés generalizado que existe en torno a la arquitectura cuando la comparamos con otras artes. Por una parte, dice Zevi, al público parece sólo importarle la pintura, la música, la escultura y literatura. Pero quizás más importante, existe también un cierto pasotismo o incapacidad por parte de arquitectos, críticos, e historiadores para transmitir y difundir el aprecio por la buena arquitectura mediante una clara y valida interpretación de la misma. Si Zevi hubiera escrito el artículo hoy en día, seguro que hubiera dedicado algunas palabras de reproche a los museos, sobre todo, si tenemos en cuenta el papel que han asumido en la cultura contemporánea. Sin embargo, aunque en líneas generales Zevi pudiera tener razón, afortunadamente existen algunos esfuerzos encomiables y es precisamente uno de ellos, el protagonista de este artículo.
Es indudable que la arquitectura a la hora de su exposición presenta una dificultad añadida en relación a otras disciplinas artísticas y más si el objetivo fundamental es que ésta sea entendida íntegramente. La mayoría de las exposiciones dedicadas a la arquitectura optan por la manera más sencilla de mostrarla, es decir, mediante la presentación de la documentación que define y expresa la obra arquitectónica, planos, fotografías, dibujos, perspectivas, detalles y maquetas. Pero este método presenta numerosos inconvenientes, ya que no permiten una completa apreciación de la obra de arte. A esto se suma, en muchos casos, la dificultad e imposibilidad que se tiene para la compresión y lectura de este tipo de documentos, pudiendo llegar a convertir el edificio en mucho más incompresible de lo que era antes de ser expuesto. Es entonces, cuando la maqueta adquiere un valor singular al ser el documento más representativo y real del objeto arquitectónico.
Ahora bien, este modo de exponer la arquitectura no es el único. En algunas ocasiones, el espacio expositivo puede trasladarse temporal o permanentemente a la obra arquitectónica objeto de exposición, convirtiéndose paradójicamente a la vez en continente y contenido, en galería expositiva y en objeto expositivo. En este contexto, enmarcaríamos el nuevo museo “nómada” de la firma Chanel realizado por la arquitecta iraní Zaha Hadid . Este museo/galería tiene vocación expositiva, itinerante y efímera (tan de moda hoy en día), ya que cada seis meses cambiara de ubicación pasando por seis ciudades diferentes, Los Ángeles, Nueva York, Tokio, Londres y Moscú. El objetivo principal de la iniciativa es la de difundir el arte contemporáneo a través de la obra de diferentes artistas, y a pesar de que quizás no conscientemente, se ha conseguido también, la propaganda de la arquitectura.
A finales de los años veinte, un historiador de arte llamado Alfred H. Barr a la edad de 27 años concibe un museo dedicado al arte moderno en el que además de la pintura y escultura tengan cabida otras disciplinas artísticas como la arquitectura, fotografía, cine, diseño etc… En 1929 nace el Museo de Arte Moderno de Nueva York, más conocido como MoMA y el sueño de este americano comienza a hacerse realidad. El MoMA respondiendo al plan multidepartamental ideado por Barr, organiza en 1932, la primera exposición de arquitectura del Museo de Arte Moderno de Nueva York, bajo el título: “Exposición Internacional de Arquitectura Moderna.” Las consecuencias de la exposición fueron importantísimas y marcarían el futuro desarrollo de la arquitectura americana de posguerra . También supuso la creación oficial del primer departamento de arquitectura dentro de un museo.
Como es obvio, el MoMA ante el reto de no limitarse a las Bellas Artes, se encontró con los mismos escollos ya apuntados a la hora de exponer la arquitectura. Y aunque es verdad que en la mayoría de los casos optó por el método tradicional, el MoMA popularizaría otro modo de presentar y divulgar la arquitectura, la construcción de la obra o del edificio objeto de la exposición entre los muros del museo.
En 1940, el museo dedica una gran retrospectiva a l maestro americano Frank Lloyd Wright, siendo el propio arquitecto el que planteó al museo la necesidad de construir en el jardín del museo un prototipo a escala real, a su tamaño original como pieza clave de de la exposición. La iniciativa fue tachada de absurda, cara e innecesaria por parte de ciertos accionistas y dirigentes del museo y como consecuencia la vivienda (completamente proyectada para la ocasión) nunca llegó a construirse.
Un año más tarde, de la mano de nuevo de Barr, y aprovechando la interrupción del programa ordinario del Museo como consecuencia de la guerra, se construye por primera vez en el jardín del MoMA una vivienda de emergencia del arquitecto/ingeniero Buckminster Fuller. Hay que tener en cuenta, que a diferencia de lo que estaba sucediendo en Europa hacia principios de los años treinta, en Estados Unidos, los antecedentes de construcción de edificios formando parte de una exposición o feria eran muy escasos. En la mayoría de los casos, los prototipos realizados no se enmarcaban dentro de lo definido como moderno y en donde la preocupación por la calidad arquitectónica ocupaba un segundo plano y perseguían esencialmente intereses lucrativos como la venta de material de construcción y equipamiento. Ante el éxito obtenido por la DDU de Fuller (Dymaxion Deployment Unit ), en 1949, el astuto Philip Johnson decide poner en marcha un programa expositivo consistente en la construcción de un prototipo de vivienda todos los veranos en el jardín del museo cuyo resultado fue la muestra de tres viviendas suburbanas que cualquier familia americana de clase media podría poseer .
El Moma, 60 años después ha decidido retomar la iniciativa que tantos éxitos le dio y este verano los neoyorquinos podrán visitar las cinco viviendas prefabricadas que el museo ha decidido construir con motivo de la exposición “Home Delivery: Fabricating the Modern Dwelling”. El jardín de esculturas, escenario y marco de la arquitectura-exposición en el pasado, cede su puesto al solar vacío situado al oeste del Museo. El solar albergará la obras de cinco arquitectos KieranTimberlake Associates (Filadelfia); Douglas Gauthier y Jeremy Edmiston (System Architects, Nueva York); Oskar Leo Kaufmann y Albert Rüf of Dornbirn, (Austria);el profesor Lawrence Sass como representante de Massachusetts Institute of Technology (MIT) ; y por último el arquitecto ingles, Richard Horden (Londres).
Por tanto, la realidad es que hace más de medio siglo, un museo dedicado al arte eligió gracias a la idea de un arquitecto (Wright), una nueva manera de enseñar la arquitectura y construyó entre sus paredes una vivienda unifamiliar cuya misión es simplemente la presentación de un ejemplo de arquitectura moderna de calidad. Hoy, el Museo de Arte Moderno de Nueva York repite la experiencia consiguiendo eliminar todas las dificultades antes descritas, desde un punto de vista expositivo. Proporciona la posibilidad que la obra pueda ser vivida y comprendida, y el espacio recorrido. Pero por encima de todo, estas cinco viviendas representativas de la investigación y los avances que están llevando a cabo en el mundo de la prefabricación, permiten que la arquitectura alcance un valor adicional a su propia condición. Únicamente por formar parte de un museo o de una muestra, la arquitectura adquiere por encima de todo, una vocación ilustrativa y demostrativa asegurando la eficiencia desde criterios didácticos, expositivos e interpretativos. Sospecho que esta propuesta habría conseguido apaciguar por lo menos un poco, al crítico italiano.
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