LA NADA SOSTENIBLE
"Autor: Javier Boned; publicado en soitu.es en abril de 2008"
En una galería de arte contemporáneo de reconocido prestigio, un buen aficionado a la pintura contemplaba atónito el cuadro de un famoso pintor, fiel ejemplo de las últimas tendencias y de enorme fama internacional. El cuadro en cuestión se titulaba “Grupo de vacas pastando en el césped”, y no contenía absolutamente nada, ni un trazo, ni un color, ni una mínima imprimación. Era un lienzo absolutamente virgen. Sin salir de su asombro, el aficionado acudió al encargado de la galería, al que preguntó intrigado:
.- ¿Ha dado alguna explicación el autor sobre el título de este cuadro?
.- No, ninguna, pero ¿qué ocurre?... es muy sencillo de entender - contestó el encargado.
.- ¡Pero si no contiene nada¡ ¿Dónde está el césped?
.- Está claro, se lo han comido las vacas.
.- ¡Pero si tampoco hay vacas!
.- Pero hombre de Dios, ¿y qué van a hacer las vacas donde no hay nada que pastar? Cuando el césped se agotó las vacas se fueron, por eso no hay nada en el cuadro. ¿No le parece genial?
El estupefacto aficionado, ante este último razonamiento, y totalmente desarmado a pesar de su vasta cultura y su gusto refinado, se marchó silencioso, pensando que algo andaba mal en el mundo del arte contemporáneo.
Pues bien, este mal chiste resulta sin embargo dramáticamente esclarecedor para dar cuenta de algunas situaciones que se han instaurado en la compleja y variopinta cultura arquitectónica actual. Sin ir más lejos hace ya unos días, en una de las jornadas de la Semana Cultural de la Escuela de Arquitectura de Málaga, asistimos pasmados a la conferencia de un afamado arquitecto francés, finalista nada menos que del Premio Mies van der Rohe, que nos explicaba meticulosamente algunos de sus últimos edificios, cuyo contenido espacial y arquitectónico era precisamente éste: la nada más absoluta.
Parece increíble, pero les aseguro que es radicalmente cierto, que alguien pueda estar hablando de conceptos sofisticados y complejos sobre el espacio, la función, la tecnología, la economía y todo lo que ustedes quieran, manteniendo en pantalla durante veinte largos minutos una retícula de puntos negros, sin más. Una retícula espantosa (ni siquiera estaba finamente dibujada) que se supone correspondía a una compleja estructura de pilares que se repetía a lo largo de cuatro plantas casi idénticas, y que constituía la base filosófica y original, el “alma mater” arquitectónica de un proyecto de lo que posteriormente sería el edificio destinado a la Escuela de Arquitectura de Nantes. Miento; también había una rampa, que llevaba hasta la cubierta, un plano totalmente liso y vacío. Esto era todo el proyecto; cuatro plantas iguales llenas de pilares cuadrados y una rampa para vehículos que llegaba hasta la cubierta, colmatando totalmente un solar entre calles estrechas y actuando de fondo a un sofisticado discurso sobre la sostenibilidad en arquitectura. Pero todavía hubo más. La siguiente media hora fue dedicada por parte del conferenciante a mostrar las fotos del montaje de la estructura prefabricada, a la par que el discurso se hacía más agresivo y arremetía contra los lenguajes formales, la voluntad artística y lo pernicioso de mantener estas actitudes retrógradas. Todo esto mientras contemplábamos el montaje de una hermosa placa de hormigón.
De pronto, surgen en el discurso unas cuantas infografías totalmente anodinas, llenas de cientos de personajes ocupando un espacio delimitado por un suelo, un techo, unos cuantos pilares y unas ventanas (por cierto con un despiece espantoso). ¡Voilá, madames et messieurs! ¡La Escuela ha surgido sola! ¡La arquitectura es la vida, empieza a existir cuando se llena de gente! Antes de este hecho irrefutable el discurso seguía abundando en la idea de que la arquitectura, hasta nuestros días, no ha sido más que una entelequia en la mente de pequeños burgueses, impresentables representantes de la clase dominante, profesionales “arquitectos” que se han erigido siempre en impunes intérpretes de la vida misma, y que no han hecho otra cosa, hasta ésta nuestra época sostenible, que imponer la tiranía de la forma.
La siguiente infografía es aún más jugosa, si cabe. Para demostrar palmariamente la versatilidad del plano de cubierta, aparece una carpa de circo montada en todo su esplendor y sugiriendo un perfecto funcionamiento del espectáculo, a juzgar por la cantidad de estudiantes-usuarios que salían de su interior. Probablemente éstos vendrían de entregar algún ejercicio de urbanismo sostenible en la jaula de los leones, última estrategia moderna de enseñanza basada en acojonar al alumnado para quitarle, desde los primeros cursos de docencia, las ganas de ser artista - arquitecto.
En todo momento el incansable discurso del afamado profesional continuaba inexorable, conformándose totalmente como una especie de infinita apología de la renuncia. No al dibujo; no a las maquetas; no a la forma; no al diseño; no a lo preconcebido; no al proyecto prejuicioso; no al simbolismo; no a lo interdisciplinar; no al uso de materiales significativos. ¿Qué nos queda entonces? Es evidente: lo verdadero, lo esencial, lo importante de las cosas, la vida misma, la economía de medios, lo sostenible, lo foto-voltaico, el lienzo en blanco, la única posibilidad de honestidad en una realidad mancillada por todo lo que de lujo innecesario existe en la arquitectura, que es tanto como decir la arquitectura misma. Lo malo es que ante este circo de la nada, muchos jóvenes profesores resonaron como poseídos de una profética revelación. ¿Cómo no se habían dado cuenta antes? ¡Por fin el discurso de la no-forma!
Con un poco de imaginación al menos, el cuadro en blanco del pintor contemporáneo podía sugerirnos una aséptica metáfora, no exenta de mala leche, sobre algunas manifestaciones de la pintura suprematista. Pero esta arquitectura nos acerca tristemente al nada recomendable mensaje de una actitud extendida entre algunos arquitectos, actitud muy cercana, en fina lectura realizada en su momento por Juan Daniel Fullaondo, a la de los más comprometidos y progresistas peudo-intelectuales de los años sesenta: un doble rostro mitad de yogui iluminado, mitad de comisario político. El lema de estos personajes estaría cercano al “viva la muerte” legionario, siendo el caso al que me refiero una especie de legión a la francesa, y que denota militantemente la retórica más vieja, tautológica y peligrosa de todas: aquélla que mitifica lo obvio, encumbra lo simple y propaga descaradamente la nada más absoluta como única posibilidad moral.
La nada sostenible. El discurso más idóneo para manipular y confundir, por parte de aquéllos que odian la arquitectura, a unos jóvenes alumnos en plenitud de sus facultades creativas. Lo peor es que además se lo premian.
En una galería de arte contemporáneo de reconocido prestigio, un buen aficionado a la pintura contemplaba atónito el cuadro de un famoso pintor, fiel ejemplo de las últimas tendencias y de enorme fama internacional. El cuadro en cuestión se titulaba “Grupo de vacas pastando en el césped”, y no contenía absolutamente nada, ni un trazo, ni un color, ni una mínima imprimación. Era un lienzo absolutamente virgen. Sin salir de su asombro, el aficionado acudió al encargado de la galería, al que preguntó intrigado:
.- ¿Ha dado alguna explicación el autor sobre el título de este cuadro?
.- No, ninguna, pero ¿qué ocurre?... es muy sencillo de entender - contestó el encargado.
.- ¡Pero si no contiene nada¡ ¿Dónde está el césped?
.- Está claro, se lo han comido las vacas.
.- ¡Pero si tampoco hay vacas!
.- Pero hombre de Dios, ¿y qué van a hacer las vacas donde no hay nada que pastar? Cuando el césped se agotó las vacas se fueron, por eso no hay nada en el cuadro. ¿No le parece genial?
El estupefacto aficionado, ante este último razonamiento, y totalmente desarmado a pesar de su vasta cultura y su gusto refinado, se marchó silencioso, pensando que algo andaba mal en el mundo del arte contemporáneo.
Pues bien, este mal chiste resulta sin embargo dramáticamente esclarecedor para dar cuenta de algunas situaciones que se han instaurado en la compleja y variopinta cultura arquitectónica actual. Sin ir más lejos hace ya unos días, en una de las jornadas de la Semana Cultural de la Escuela de Arquitectura de Málaga, asistimos pasmados a la conferencia de un afamado arquitecto francés, finalista nada menos que del Premio Mies van der Rohe, que nos explicaba meticulosamente algunos de sus últimos edificios, cuyo contenido espacial y arquitectónico era precisamente éste: la nada más absoluta.
Parece increíble, pero les aseguro que es radicalmente cierto, que alguien pueda estar hablando de conceptos sofisticados y complejos sobre el espacio, la función, la tecnología, la economía y todo lo que ustedes quieran, manteniendo en pantalla durante veinte largos minutos una retícula de puntos negros, sin más. Una retícula espantosa (ni siquiera estaba finamente dibujada) que se supone correspondía a una compleja estructura de pilares que se repetía a lo largo de cuatro plantas casi idénticas, y que constituía la base filosófica y original, el “alma mater” arquitectónica de un proyecto de lo que posteriormente sería el edificio destinado a la Escuela de Arquitectura de Nantes. Miento; también había una rampa, que llevaba hasta la cubierta, un plano totalmente liso y vacío. Esto era todo el proyecto; cuatro plantas iguales llenas de pilares cuadrados y una rampa para vehículos que llegaba hasta la cubierta, colmatando totalmente un solar entre calles estrechas y actuando de fondo a un sofisticado discurso sobre la sostenibilidad en arquitectura. Pero todavía hubo más. La siguiente media hora fue dedicada por parte del conferenciante a mostrar las fotos del montaje de la estructura prefabricada, a la par que el discurso se hacía más agresivo y arremetía contra los lenguajes formales, la voluntad artística y lo pernicioso de mantener estas actitudes retrógradas. Todo esto mientras contemplábamos el montaje de una hermosa placa de hormigón.
De pronto, surgen en el discurso unas cuantas infografías totalmente anodinas, llenas de cientos de personajes ocupando un espacio delimitado por un suelo, un techo, unos cuantos pilares y unas ventanas (por cierto con un despiece espantoso). ¡Voilá, madames et messieurs! ¡La Escuela ha surgido sola! ¡La arquitectura es la vida, empieza a existir cuando se llena de gente! Antes de este hecho irrefutable el discurso seguía abundando en la idea de que la arquitectura, hasta nuestros días, no ha sido más que una entelequia en la mente de pequeños burgueses, impresentables representantes de la clase dominante, profesionales “arquitectos” que se han erigido siempre en impunes intérpretes de la vida misma, y que no han hecho otra cosa, hasta ésta nuestra época sostenible, que imponer la tiranía de la forma.
La siguiente infografía es aún más jugosa, si cabe. Para demostrar palmariamente la versatilidad del plano de cubierta, aparece una carpa de circo montada en todo su esplendor y sugiriendo un perfecto funcionamiento del espectáculo, a juzgar por la cantidad de estudiantes-usuarios que salían de su interior. Probablemente éstos vendrían de entregar algún ejercicio de urbanismo sostenible en la jaula de los leones, última estrategia moderna de enseñanza basada en acojonar al alumnado para quitarle, desde los primeros cursos de docencia, las ganas de ser artista - arquitecto.
En todo momento el incansable discurso del afamado profesional continuaba inexorable, conformándose totalmente como una especie de infinita apología de la renuncia. No al dibujo; no a las maquetas; no a la forma; no al diseño; no a lo preconcebido; no al proyecto prejuicioso; no al simbolismo; no a lo interdisciplinar; no al uso de materiales significativos. ¿Qué nos queda entonces? Es evidente: lo verdadero, lo esencial, lo importante de las cosas, la vida misma, la economía de medios, lo sostenible, lo foto-voltaico, el lienzo en blanco, la única posibilidad de honestidad en una realidad mancillada por todo lo que de lujo innecesario existe en la arquitectura, que es tanto como decir la arquitectura misma. Lo malo es que ante este circo de la nada, muchos jóvenes profesores resonaron como poseídos de una profética revelación. ¿Cómo no se habían dado cuenta antes? ¡Por fin el discurso de la no-forma!
Con un poco de imaginación al menos, el cuadro en blanco del pintor contemporáneo podía sugerirnos una aséptica metáfora, no exenta de mala leche, sobre algunas manifestaciones de la pintura suprematista. Pero esta arquitectura nos acerca tristemente al nada recomendable mensaje de una actitud extendida entre algunos arquitectos, actitud muy cercana, en fina lectura realizada en su momento por Juan Daniel Fullaondo, a la de los más comprometidos y progresistas peudo-intelectuales de los años sesenta: un doble rostro mitad de yogui iluminado, mitad de comisario político. El lema de estos personajes estaría cercano al “viva la muerte” legionario, siendo el caso al que me refiero una especie de legión a la francesa, y que denota militantemente la retórica más vieja, tautológica y peligrosa de todas: aquélla que mitifica lo obvio, encumbra lo simple y propaga descaradamente la nada más absoluta como única posibilidad moral.
La nada sostenible. El discurso más idóneo para manipular y confundir, por parte de aquéllos que odian la arquitectura, a unos jóvenes alumnos en plenitud de sus facultades creativas. Lo peor es que además se lo premian.
2 Comments:
Desde mi punto de vista, este artículo representa uno de los momentos más brillantes de nuestra aventura en soitu. No me canso de releerlo.
Es cierto Diego. Mi grado de inspiración era directamente proporcional al de mi cabreo. Pero el reto tiene que estar en escribir bien sin cabrearse, desde la serenidad, algo que tú estás muy cerca de conseguir. Has entrenado mucho y bien.
Publicar un comentario
<< Home