miércoles, noviembre 11, 2009

Publicidad y milongas no son arquitectura


"Autor: Luis de la Cuadra; publicado en soitu.es en febrero 2008"

La puerta de Europa, Las Cuatro Torres y El sol que nunca se pone son denominaciones impuestas por sus autores a los distintos proyectos que convergen en pocos metros de Castellana. Resulta sorprendente esta densidad de alias junto a la plaza de Castilla (a lo mejor es contagioso).

Las dos torres Kío son simétricas en su pendiente, de forma que se perciben siempre de forma conjunta y desde la Castellana acentúan la dirección hacia Alcobendas (afortunadamente aclararon que se trata de una puerta y la dirección es Europa). Simplificados su volúmenes son comprendidos de forma inmediata. Por su altura, eran visibles en el perfil de la ciudad y su morfología las convierte en una referencia fácil.
Las torres de la antigua ciudad deportiva, se caracterizan por su altura. Cada una de ellas desarrolla su programa con resultados variados, en algún caso verdaderamente interesante. Me refiero a ellas como un solo proyecto, pues se trata de una operación unitaria. Desde su concepción urbanística se denominaron “Las Cuatro Torres” porque serían las más altas y es esa condición la que las hace singulares. Su recuerdo perdura por la escasez de altura del resto de la ciudad (entorno que antes parecía de torres y hoy se ha convertido en una constante horizontal).
Por último el Centro Internacional de Convenciones obtiene su forma del círculo y su sobrenombre nos aclara que es “el sol que nunca se pone” (no es una rodaja de mortadela ni un amanecer). Aún no se ha construido por lo que no podemos saber si dispondrá de rayos perimetrales o de las caritas de los soles naíf, pero dada la calidad de la trayectoria profesional de sus autores cabe esperar se convierta en un buen proyecto.

Han participado arquitectos de primer nivel, que merecían respeto tanto por su obra como por su discurso. Las tres intervenciones tienen en común el haber convertido la búsqueda de una imagen potente y fácilmente comprensible en el origen de su generación y adelantándose a dudas o motes malintencionados, han sido convenientemente apodados.

Con anterioridad a la generación del proyecto, se busca la permanencia de su resultado en la memoria del público utilizando la comparación verbal con nombres o lugares comunes asociados a tópicos visuales claros. De esta forma se obtiene una arquitectura adhesiva a los recuerdos comunes en los individuos, se trata de una reutilización y reciclaje de recuerdos. Este planteamiento está directamente relacionado con la publicidad; cada proyecto debe ser su mejor logo, algo sencillo, distinto y fácil de recordar. Pero ¿qué publicita? obviando los manidos tópicos del poder económico, el capital y otras zarandajas, podemos decir que el proyecto se autopublicita. Busca el interés del público, con una morfología elemental de sencilla transmisión oral. Esta publicidad se refuerza con una milonga que acentúa el carácter políticamente correcto de la propuesta, una explicación poética, pero asequible, sobre la generación de un proyecto en el que cualquiera puede participar; alguna referencia histórica (aunque sea tangencial) y ¡que no falten!: soluciones ecológicas de manual (el indemostrable reciclaje de aguas y los paneles solares de marras). Por último, se adula un poco al público (a todo el mundo le gusta la coba) y se niega categóricamente haber buscado un icono (surgió sólo, como los gnomos).

El interés en que la propuesta sea comprendida por cualquier observador no obliga al arquitecto a modificar su lenguaje (las maquetas siempre han sido comprendidas por el público) pero la necesidad de que la propuesta sea recordada, esa cualidad adhesiva sí obliga a simplificar su morfología. El resultado formal no debe responder a intenciones, ni a la confrontación de ideas ni a complicadas funciones, ritmos, estructuras o decisiones más o menos acertadas. La morfología de la arquitectura adhesiva no se generará al proyectar, es previa, responde a formas claras, inmediatas.
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Obtener el favor del público puede ser rentable en términos comerciales pero no es necesario para proyectar arquitectura. Contentando a todos se evitan peligros, pero sin afrontar riesgos no se debe proyectar un futuro distinto.

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