lunes, diciembre 12, 2005

No era un balón

Hoy he llevado a Hugo al colegio como hago todos los días. Me he quedado un rato viendo a todos los niños jugando en el patio, como hago todos los días. Cientos de niños jugando, gritando y corriendo por todas partes. Fútbol, cromos, combas, pilla-pilla, burro va, pokemons, … un pequeño y delicioso infierno.
Me ha llamado la atención un grupillo de niños sentados en el suelo junto a la pared del frontón. Algo apartados, parecían estar hablando de un objeto que no alcanzaba a distinguir con claridad y que pasaba de mano en mano. Me ha picado la curiosidad y me he acercado para intentar escuchar lo que decían.
El objeto en cuestión ha resultado ser un antiguo cochecito de madera medio roto, al que, entre unos y otros, le han ido colocando nuevas piezas para completarlo y determinar su auténtica naturaleza y utilidad. Al parecer, una de las niñas lo ha encontrado tirado en el suelo del garaje de su casa cuando salía con su padre para ir al colegio. Lo ha recogido y, después de pedir el pertinente permiso, se lo ha llevado en la mochila con los libros. Al llegar al patio le ha enseñado su preciado tesoro a su mejor amiga. Y ha empezado una encendida conversación de esas que solo se producen entre niños sobre la historia pasada y futura del cochecito.
Se han ido añadiendo más niños. Sale corriendo uno y encuentra una pequeña piña que clava cuidadosamente en el lugar que hace años ocupaba una rueda de madera, para devolverle al automóvil su condición de cuadrúpedo. Otro niño saca del bolsillo de su cazadora un muñequito que sienta en la posición del conductor. Un tercero, encuentra dos plumas de paloma en el suelo y las incorpora al pequeño engendro afirmando que realmente es la nave de Buzz. Parecen todos muy divertidos añadiéndole pequeños kits a su tesoro, inventando nuevas formas de jugar con él.
Contemplo sonriente la escena verdaderamente admirado de la imaginación de los pequeños. Me llama la atención un chico algo mayor que camina lentamente alrededor del grupo. Mira como, el ya ex-cochecito, pasa de mano en mano con una expresión extraña en su cara. La niña que lo encontró en su garaje, levanta la cabeza y ve también al chico. Radiante por haber captado la atención de un mayor, hacia el que yo creo que guardaba secretamente devoción profunda, le dice: “mira lo que estamos haciendo, ¿quieres jugar con nosotros?”. El chico se detiene ligeramente sorprendido. Todos los ojos de los pequeños fijos en él. Se agacha súbitamente y arranca de las manos de uno de los niños el cambiante juguete, que en este momento iba por “estación espacial europea” y lo contempla unos instantes entre sus manos. “Sois totalmente imbéciles. Todo el mundo sabe que esto es un balón”. Y dicho esto, lo lanza con todas sus fuerzas contra la pared del frontón. El tesoro estalla en mil pedazos que van cayendo lentamente alrededor del grupo de niños que quedan absolutamente paralizados.
La cara de los niños es un poema, esa cara que todos los padres vemos en nuestros hijos un instante antes de explotar a llorar. Una cara que a veces dura eternamente y que sin duda se nos queda grabada en la memoria. El chico mayor les contempla sonriente de pie con los brazos en jarras. Suelta una carcajada sorda, gira sobre sus talones y se aleja solitario.
El grupo de niños parece recuperar la vida. Lentamente se miran unos a otros. Les rodean pequeños trozos de su tesoro. La niña del garaje, todavía con el miedo en la mirada comprueba que el chico mayor, se sigue alejando. Recoge una rueda y el chasis de madera del coche. Con la ayuda de una astilla de lo que fue el parachoques, consigue colocar de nuevo la rueda en su sitio más o menos. “No pasa nada. Lo volvemos a hacer en un momento. No era un balón”.

Gracias AnKALAKAHUAgel

2 Comments:

Blogger kalakahua said...

De nada, hombre. Ya me aclarará usted quienes son las niñas ilusionadas y quién es el matón desalmado.

12 diciembre, 2005  
Blogger kalakahua said...

No tengo de eso. Como otros tantos. Probablemento lo más inteligente habría sido mantenerse al margen. Pero es una opinión personal.

12 diciembre, 2005  

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