martes, junio 29, 2010

Arquitectura desde vacios sonoros


"Autor: Santiago Carroquino; publicado en soitu.es en julio de 2009"

En los últimos años la arquitectura española, especialmente la emergente, ha devenido en un continuo Madrid – Barça en el que al igual que su variante futbolística las alineaciones parecen en constante trifulca teórico-práctica sobre los modos de entender y ejercer. Actualmente la alineación madrilista exhibe su juego desde la teoría a la práctica mientras que la de la ciudad condal se basa en el camino contrario. En generaciones anteriores los papeles eran diferentes pero fresh y pròximos tienen esta tendencia. El resto, peninsulares e isleños, asistimos al peloteo con apenas opción a replica pero sin dejar de experimentar y aplicar nuestros conocimientos en el entorno cotidiano. Si bien la condición geográfica no es del todo exacta, pues los hay más y menos cercanos a los bornes, intentaré analizar la arquitectura desde los “Vacios Sonoros”. Es decir desde la labor de estudios en diferentes ciudades en las cuales la arquitectura se va abriendo camino casi por empeños personales más que por iniciativas colegiadas, e incluso a veces en contra de estas. Si otros contertulios hablan de Dior yo trataré de Adolfo Domínguez, que siendo de igual calidad resulta más cotidiano. Seré mas grafico, si mi paisano Labordeta enseño los pueblos con la mochila al hombro, yo intentaré hacer lo propio con la arquitectura de los “vacios” y sin mochila, para proponer que, tal vez, la arquitectura no está solamente en el ombligo de las dos capitales.
El concepto de vacio sonoro describe perfectamente el entorno en el cual se mueve, nos movemos, este grupo de arquitectos. Recibimos la prensa arquitectónica e incluso oímos los ecos de la mítica “Made in Spain” tan internacionalmente exportada, pero lo que acontece no obtiene sonido alguno. En estos ámbitos la táctica suele ser mas de guerrillas, - construyo y modifico la ciudad que habito - haciendo reciclaje bien entendido de materiales y entornos.
Una primera alineación (seguirán otras) estaría compuesta por: Los del desierto desde Almería, CarroquinoFinner desde Zaragoza y Bernalte-León desde Ciudad Real.
Los del desierto www.elap.es lo componen Eva Luque y Alejandro Pascual. Su trayectoria comienza con la trascendencia de la primera decisión. Recién terminada la carrera abandonan Sevilla para trasladarse al “desierto”, más bien al mar de plástico, conscientes de que su alejamiento los hará libres de prejuicios. Este hecho, que es si un comienzo ilusionante, pronto se ve matizado por la realidad del entorno. La falta de referentes arquitectónicos es asumida por la realidad del lugar, una realidad no obviable y por tanto de necesaria incorporación en proyecto y obra. Como ellos mismos cuentan, el mar de plástico no es negable, se ve incluso desde el espacio. Su actitud es pues la siguiente: “esto es lo que hay, pues con ello debemos hacer arquitectura”. Los materiales no son buenos ni malos sino que se usan bien o mal y si el lugareño los usa porque como arquitectos no podemos hacerlo. Los resultados son evidentes en obras como el Pabellón Polideportivo en Garrucha, el Centro de Salud en Vélez-Rubio o la Guardería de la misma localidad. Todas hablan de un dialogo con el contexto, generando una conversación entre iguales sin intención de ridiculizar al contrario. Atención especial merece el uso de cortinas plásticas sanitarias en el cierre de los aseos de la Guardería, ejemplo de su actitud “bricoleur”.
En el Polideportivo el uso de la tecnología de los invernaderos del entorno, desde el entendimiento del zócalo y el vallado de cañas hasta la traslucidez de los paramentos, generan una excelente e innovadora pieza arquitectónica fácilmente asumible tanto por entorno como por usuarios.
En pleno centro logístico e intersección del aspa Madrid-Barcelona Bilbao-Valencia, Zaragoza es uno de los agujeros negros arquitectónicos que al igual que los estelares absorbe toda la información arquitectónica del perímetro sin, aparentemente, emitir respuesta. CarroquinoFinner www.carroquinofinner.com/es/ intentamos realizar una arquitectura desde la sensatez y el entorno. Finner, arquitecto alemán resultado fortuito de Erasmus en Zaragoza, entonces ciudad sin escuela de arquitectura; Carroquino, aragonés educado en Galicia que vuelve a su origen. Un interés similar por la construcción así como por poner en práctica en su localidad técnicas asumidas por la arquitectura contemporánea y el convencimiento de que la arquitectura puede resolver problemas de ciudad a través de edificios no icónicos “callados”. Las Escuelas Infantiles Oliver y Santa Isabel así como la Biblioteca y Centro de convivencia Actur hablan de esa actitud, definida por Fredy Massad como “la sensatez como principio”, que intenta aportar algo de calma y relación con los valores positivos del contexto entre la arquitectura residencial acelerada de la burbuja inmobiliaria.
La Escuela Infantil Oliver con la excusa de un nuevo equipamiento educativo realiza una arquitectura luminosa desde el interior, adaptada a las diferentes escalas de los usuarios, transponiendo en espacio construido la orografía previa y proponiendo una cubierta verde, prolongación del posible parque anexo, como mejor aportación/contraposición a los bloques colmena del entorno. La idea no es negar el entorno sino ofrecer nuevas oportunidades no cercenando las futuras.
Bernalte-León (http://bernalteleon.e.telefonica.net/index.html) realizan una arquitectura de circunstancias, entendiendo esta como la de las variables de cada entorno concreto. Su relectura de la arquitectura popular, no desde el formalismo sino desde la actitud anónima, atemporal y eficiente, es el resultado de un aferramiento al contexto potenciando los valores del lugar preexistentes al arquitecto. Solo bajo este prisma es posible apreciar la sensibilidad de obras como la Casa Patio de Ciudad Real, el Centro de Mayores en Corral de Calatrava y el Centro de Control de Tráfico en la Autovía de los Viñedos.
El Centro de Mayores se adapta a la escala y disposición de la trama tanto de las calles como del arroyo disponiendo su programa según las necesidades de silencio y respondiendo desde el anonimato a la solución necesaria al usuario.
En los tres casos es evidente la consideración del trabajo del arquitecto como canalizador de la potencialidad del entorno, por duro que este sea, aceptando como reglas del juego las determinadas por el lugar, considerándose dentro del engranaje que componen contexto-arquitectura-usuario. En ningún caso se puede acusar a esta arquitectura de sumisa, cualquiera de los autores puede refrendarlo por sus desavenencias con organismos colegiados y el costumbrismo “atradicional”. Más bien es el deseo de que la obra, no su autor, trascienda desde el anonimato y la apropiación por usuario y ecosistema.

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