viernes, febrero 26, 2010

El contenido de este articulo puede herir su sensibilidad


"Autora: María Asunción Salgado; publicado en soitu.es en noviembre de 2008"

Desde el pasado agosto, fecha en que visité Londres por última vez, estoy tratando de escribir unas líneas acerca de los pabellones instalados en Bedford Square.
Este es el tercer año en el que la city de Londres permite la instalación en su espacio urbano de dos pabellones diseñados por integrantes de la Architectural Association School of Architecture, también conocida como la AA.
Estos dos pabellones son los respectivos ganadores de sendos concursos organizados por la propia escuela: Uno es el “”AADRL Ten Pavilion Competition” de carácter más tecnológico; el otro, el “AA Summer Pavilion” centrado más en conceptos espaciales y de desarrollo formal, ofrece la posibilidad de presentarse a alumnos de cursos inferiores.
Los ganadores del DRL10 Pavilion Competition este año, fueron los arquitectos Alan Dempsey y Alvin Huang ex alumnos de la AA, en colaboración con miembros de la misma escuela. Su propuesta [C]space, es una estructura en forma de concha construida íntegramente a base de placas de hormigón prefabricado reforzado con fibra de vidrio.
En el caso del concurso para el AA’s 2008 Summer Pavilion, los ganadores fueron estudiantes de segundo y tercer curso supervisados por sus profesores. La solución ganadora titulada Swoosh (zumbido), proponía mediante una estructura en forma de doble espiral enlazada, un punto de encuentro en el espacio público londinense combinando conceptos como cohesión y fluidez.
Para los que no estén familiarizados con la enseñanza de la arquitectura en Europa, hay que decir que la AA es una de las escuelas más prestigiosas del mundo.
Su metodología de enseñanza, muy orientada a la práctica real (no tanto de la profesión como de la materialización del objeto arquitectónico), obliga tanto a alumnos como a profesores a entrar en contacto directo con la construcción de artefactos a escala real desde una edad temprana.
Y esa es precisamente la sensación que tuve al visitar estos pabellones, que se trataban de un proyecto docente fantástico (a pesar de que solo uno de ellos lo era), que a la postre, consigue resultados estupendos... y nada más.
Como ferviente apasionada de la arquitectura experimental, esta sensación generó en mi una gran inquietud, que me llevó a cuestionar la esencia misma de la arquitectura de pabellón.
¿Acaso un pabellón no es una arquitectura destinada al aprendizaje y la experimentación? Y si no es así, ¿tiene algún sentido su construcción?
En los últimos tiempos proliferan los eventos feriales en los que se ha puesto de moda invitar a grandes arquitectos internacionales a participar en la construcción de arquitecturas temporales (o pabellones) para los que se destina un presupuesto acorde con sus previsiones de durabilidad.
El resultado, una vez visto in situ más allá de lo aparecido en las revistas especializadas, resulta la mayor parte de las veces desalentador. Muchos de ellos decepcionan tanto o más que los decorados de cartón piedra de un estudio de televisión o los trajes de los artistas de circo cuando observados de cerca, se aprecian todos sus remiendos. En estos pabellones no hay nada nuevo y encima, se les ve el cartón. Todavía trato de reponerme de la impresión que me dejó el edificio Fórum de Barcelona de mis adorados Herzog y de Meuron.
En este sentido la principal virtud de los pabellones de la AA es precisamente esta, que se trata de ejercicios reales de experimentación planteados desde una escuela.
La esencia actual de las grandes ferias atenta contra el carácter experimental del que deberían hacer gala sus arquitecturas, desplazando el interés hacia aquellos proyectos arquitectónicos que suceden intra-muros. Afortunadamente, cada vez más arquitectos se ocupan de estos proyectos calificados como “menores”, que exploran de una manera distinta las características del espacio y su interacción con las personas, ajustándose a los parámetros de las instalaciones y performances heredadas del mundo del arte.
Soy consciente de que esta frase puede herir la sensibilidad de muchos arquitectos, pero a mi entender el pabellón ha muerto, ¡viva la instalación!

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