Swing y proyecto (O.F.A.: only for architects)
Creo que estoy enloqueciendo. Entre pulpos y perthes el deambular de mi mente es algo errático últimamente. Tengo una nueva idea peregrina que os expongo. En este caso está dirigida fundamentalmente a arquitectos y golfistas. Me temo que quienes no reúnan esta doble condición pensarán que esto es una idiotez mayúscula (y es muy probable que estén en lo cierto).
Como me suele ocurrir para desencadenar estos escritillos, por algún extraño motivo varias situaciones con rumbos aparentemente no conflictivos, colisionan en mi cabeza. En este caso: a) intento preparar una clase para mis jóvenes alumnos titulada “¿qué es un proyecto?”; y b) el rector de mi universidad presentó hace unos días ante la prensa un absurdo estudio en el cual se buscaban relaciones entre la cotización en bolsa de las principales empresas españolas y el handicap golfístico de sus principales directivos; la conclusión final era la constatación (no causalidad, el rector hizo mucho hincapié en este aspecto) del hecho de que las empresas con índices bursátiles más sanos, estaban dirigidas por excelentes jugadores de golf.
Existe una leyenda según la cual todos los arquitectos jugamos muy bien al golf: Tenemos mucho tiempo libre porque no trabajamos apenas (los ordenadores lo hacen todo); hacemos relaciones con el dinero y el poder; somos unos pijos, etc…. Falso. Creo haber descubierto el gran atractivo que tiene este deporte para los arquitectos, más allá de la modificación controlada de la naturaleza, la geometría de las trayectorias de la bola y la sucesión de acontecimientos en la búsqueda de un fin: El swing de golf (solo los jugadores entenderán a que me refiero) es acto complejo e individual muy similar al mecanismo de proyectar (solo los arquitectos comprenderán el término).
El (swing/proyecto) ortodoxo, va sufriendo variaciones en función de la preeminencia de unos y otros profesionales, se enseña en las escuelas. A todo el mundo el mismo. Pero no existen dos personas con exactamente el mismo (swing/proyecto). Cada uno lo particulariza, adaptando este complejo movimiento a sus propias condiciones y sensaciones. Es una combinación, una sucesión, un algoritmo de (movimientos/actitudes) de diferentes partes del (jugador/arquitecto), rítmico y coordinado. Un (jugador/arquitecto) de un nivel no inicial, habrá desarrollado ya su propio (swing/modo de proyectar), que irá puliendo a lo largo de toda su vida y adaptará a las diferentes problemáticas con las que se encuentre.
El (swing/proyecto) se practica constantemente. Es en gran medida independiente de sus efectos visibles más evidentes (donde llega la bola/como sale la construcción). Pero desde el punto de vista probabilístico, con un buen (swing/modo de proyectar), las posibilidades de éxito son mayores. Las causas de fracaso del efecto del (swing/modo de proyectar) son múltiples. Una pequeñísima variación en un aspecto puntual y parcial del (swing/proyecto) pueden desencadenar resultados desproporcionadamente negativos. También existe la suerte contraria: (swings/proyectos) horribles tienen resultados más que aceptables. Los (jugadores/arquitectos) somos viciosos de esa dinámica de repetir incansablemente una sucesión de (movimientos/razonamientos), con sentido y finalidad en si misma, que será tanto mejor cuanto mayor sea su individualidad a la vez que su adaptabilidad a las situaciones que el contexto nos proponga.
Un enorme y complejo gesto individual lo contiene todo y no es nada.
Como me suele ocurrir para desencadenar estos escritillos, por algún extraño motivo varias situaciones con rumbos aparentemente no conflictivos, colisionan en mi cabeza. En este caso: a) intento preparar una clase para mis jóvenes alumnos titulada “¿qué es un proyecto?”; y b) el rector de mi universidad presentó hace unos días ante la prensa un absurdo estudio en el cual se buscaban relaciones entre la cotización en bolsa de las principales empresas españolas y el handicap golfístico de sus principales directivos; la conclusión final era la constatación (no causalidad, el rector hizo mucho hincapié en este aspecto) del hecho de que las empresas con índices bursátiles más sanos, estaban dirigidas por excelentes jugadores de golf.
Existe una leyenda según la cual todos los arquitectos jugamos muy bien al golf: Tenemos mucho tiempo libre porque no trabajamos apenas (los ordenadores lo hacen todo); hacemos relaciones con el dinero y el poder; somos unos pijos, etc…. Falso. Creo haber descubierto el gran atractivo que tiene este deporte para los arquitectos, más allá de la modificación controlada de la naturaleza, la geometría de las trayectorias de la bola y la sucesión de acontecimientos en la búsqueda de un fin: El swing de golf (solo los jugadores entenderán a que me refiero) es acto complejo e individual muy similar al mecanismo de proyectar (solo los arquitectos comprenderán el término).
El (swing/proyecto) ortodoxo, va sufriendo variaciones en función de la preeminencia de unos y otros profesionales, se enseña en las escuelas. A todo el mundo el mismo. Pero no existen dos personas con exactamente el mismo (swing/proyecto). Cada uno lo particulariza, adaptando este complejo movimiento a sus propias condiciones y sensaciones. Es una combinación, una sucesión, un algoritmo de (movimientos/actitudes) de diferentes partes del (jugador/arquitecto), rítmico y coordinado. Un (jugador/arquitecto) de un nivel no inicial, habrá desarrollado ya su propio (swing/modo de proyectar), que irá puliendo a lo largo de toda su vida y adaptará a las diferentes problemáticas con las que se encuentre.
El (swing/proyecto) se practica constantemente. Es en gran medida independiente de sus efectos visibles más evidentes (donde llega la bola/como sale la construcción). Pero desde el punto de vista probabilístico, con un buen (swing/modo de proyectar), las posibilidades de éxito son mayores. Las causas de fracaso del efecto del (swing/modo de proyectar) son múltiples. Una pequeñísima variación en un aspecto puntual y parcial del (swing/proyecto) pueden desencadenar resultados desproporcionadamente negativos. También existe la suerte contraria: (swings/proyectos) horribles tienen resultados más que aceptables. Los (jugadores/arquitectos) somos viciosos de esa dinámica de repetir incansablemente una sucesión de (movimientos/razonamientos), con sentido y finalidad en si misma, que será tanto mejor cuanto mayor sea su individualidad a la vez que su adaptabilidad a las situaciones que el contexto nos proponga.
Un enorme y complejo gesto individual lo contiene todo y no es nada.
2 Comments:
Supongo que no habrá muchas más disciplinas que contengan este intenso y puntual vaciado del individuo, pues el que todo lo da en ambas direcciones puede acabar hundido cual titanic si ambas deciden coincidir temporalmente en fatales desenlaces. Por el contrario, aunque quizá también dañino puede suponer un resultado simultaneo en positivo de ambas disciplinas, provocando un triunfalismo excesivo con evidente fecha de caducidad. No obstante confío en lo cíclico de las sensaciones y me alegra que seas capaz de disfrutar tanto con tu swing como lo haces proyectando/llevandolacontraria.
Por cierto, lo del swing no es tan difcil de entender, lo q es jodio es llegar a sentirlo... ¿¿tu crees que podríamos llamarlo "el duende del golf"? pedazo de mamón?
Pues aunque te parezca increible, sí existe una cierta sensación, ANTES de iniciar el swing que te transmite la calidad del golpe que vas a dar, con un porcentaje de acierto realmente increible. Me da miedo decirle esto a un malagueño tan devoto de la magia como tú, porque imagino la enorme teoría de misterio que puedes ser capaz de elaborar. Pero, lo cierto es que es así.
Un abrazo bajo en energía (para no afectar al cambio climático)
Publicar un comentario
<< Home