viernes, diciembre 02, 2005

Nunca llueve en Internet

Ha amanecido un día húmedo y gris en Madrid. Un día de esos donde la niebla se pega a la vida y disuelve sus contornos. De esos donde la soledad inunda el aire. Donde el vacío dibuja la autentica realidad. Donde el miedo desenmascara al intrépido y al cobarde. Un día oscuro en el que la lluvia delicada nos devuelve la vida que el sol nos ha ido robando. Me encantan estos días. Abro las ventanas porque sé que hoy moriré un poco menos.

Estoy triste, muy triste. No me preocupa; me gusta saber que todavía puedo estar triste. Todavía siento la niebla y la lluvia. Siento todo lo que me falta, todo lo que está escondido esperando en la niebla. No sé lo que es ni donde está pero lo puedo sentir. Y sé que vivo por ello.

Enciendo el ordenador y la niebla se disipa repentinamente. Deja de llover. Paradójicamente, o no ("y se hizo la luz..."), el mundo virtual es mucho más real. Cambio de una acuarela de Turner a un cuadro hiperrrealista americano post-pop. El misterio del acercamiento y el conocimiento se sustituye por el sobresalto a la vuelta de la esquina. El aire ya no pesa, ya no existe.

No hay vacío, no hay distancia, no hay escala, no hay pudor; no hay soledad, no hay silencio. Agobiante sensación de vivir bajo un foco sofocante y eterno. No hay descanso. La acumulación pretende crear la ilusión de un falso caos. Democracia y homegeneización son los valores únicos e universales. Desaparece individuo, que se inmola bajo una luz infernal. No hay paz, estado de guerra constante donde el monstruo crece y crece eternamente sobre los cadáveres de aquellos que creemos en ella en un macabro ejercicio de antropofagia espiritual.

Hay un fallo de programación en los cimientos de esta red: no hay niebla ni llueve. Para poder tocar el aire, para poder estar y no ver, para poder elegir, para poder intuir, para descansar, para amar, para tener tiempo… para que a la muerte le cueste encontrarme.

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