lunes, mayo 31, 2010

¿Porqué caja y porqué mágica?

"Autor: Diego Fullaondo; punblicado en soitu.es en mayo de 2009"

La Caja Mágica de Perrault, se inaugura de forma efectiva, este fin de semana con el concierto de Lenny Kravitz y el Master de Tenis de Madrid. Podría esperar hasta después de ambos acontecimientos mi visita para escribir sobre este importante y nuevo equipamiento deportivo. Pero, a pesar de que muchos afirman que es imprescindible la experiencia directa para acometer una crítica, creo que tienen solo parte de razón. Sin duda la percepción física de una realidad aporta algunos datos difícilmente transmisibles por otros mecanismos más fríos y distantes. Pero, por otra parte, es justo a los profesionales de la cosa, a los que se nos supone un grado de formación suficiente, que debe permitirnos emitir un juicio fundamentado sin necesidad de recurrir a la obvia percepción directa (como al músico le basta con la partitura o al cazador con la huella). Además, ¡que coño!, así es más divertido y más arriesgado.
La llaman caja y la llaman mágica. Vayamos por partes. Caja, desde luego lo es. Un paralelepípedo perfecto. Dominique Perrault adora los volúmenes geométricos elementales, rotundos y claros. Entiende la arquitectura como el difícil ejercicio casi matemático de encajar el complejo programa que se le plantee en una envolvente platónica extremadamente simple. Esta elemental operación, en manos de un virtuoso como Perrault consigue en muchos casos resultados muy notables. Para ello, deben concurrir varias situaciones:
- Debe ser un proyecto de gran escala. Al separarnos brutalmente de la escala humana, se obtiene un doble resultado inmediato: Un chalecito cúbico de 10 metros de arista no impresiona ya a nadie; sin embargo una caja de ciento cincuenta metros de lado y treinta metros de altura, por si sola, nos deja con la boca abierta como lo haría una gigantesca nave espacial posada en la tierra. Y por otra parte, esa misma escala, permite que en su interior ocurran muchas cosas; la sucesión de espacios que realizan la transición desde la enormidad de la escala urbana hasta la modestia de una sala de trabajo o un cuarto de baño, Perrault la realiza con una variabilidad y riqueza sorprendente. Eso sí: sin salirse nunca de la rígida geometría reguladora. Su extremada simplicidad en planta se desmelena en la sección interna, alcanzando sin duda la máxima expresividad posible dentro del estrecho margen que se autoimpone. Este es el motivo por el que los proyectos del francés, siempre resultan mucho más atractivos en la realidad que en maqueta, tal y como podemos comprobar en la magnífica exposición del ICO (que por cierto, tengo entendido que ha sido prorrogada hasta el día 15 de mayo). Al contrario de lo que ocurre con otros muchos arquitectos, sus proyectos necesitan del tamaño absoluto para mostrar todos sus atractivos. En pequeño, por muy bien ejecutada que estén las maquetas, parecen casi tontorrones.
- Estos volúmenes geométricos elementales, adquieren todo su potencial en entornos urbanos construidos desde parámetros radicalmente opuestos. Funcionan excepcionalmente bien por contraste, como elemento de limpieza, claridad y centralidad que da sentido a un cierto caos circundante, amenazador y desordenado (eso al menos, es lo que debe pensar Perrault). Esta es la razón por la que sus propuestas más atractivas siempre se encuentran en áreas donde el fragmento era protagonista, o en parques y zonas verdes muy amplias, o en las porciones de ciudad más desestructuradas.
- Y finalmente: deben estar construidos con una precisión milimétrica. Una calidad material y de ejecución que esté a la altura del sólido ideal al que pretenden emular. En sus proyectos no hay lugar para la chapuza, el remate o la improvisación. Cualquier elemento constructivo, por pequeño que sea, que amenace con una disposición inadecuada la geometría ideal del edificio, puede hacer desmoronarse la frágil ilusión del orden eterno.
Por fortuna, en nuestra tenística caja, se han reunido estos tres condicionantes y podremos disfrutar de un ejemplo magnífico de la mejor arquitectura de Perrault. Como en la Biblioteca de Francia o en el Velódromo de Berlín, Perrault ha tenido la escala, el contexto y el presupuesto para desarrollar su particular forma de hacer. No ha tenido que recurrir a geometrías más complejas donde se muestra más torpe, como en la Opera de San Petersburgo. Ni hace patentes las limitaciones de un abanico geométrico tan escueto cuando la escala se reduce drásticamente, como en sus supermercados, pabellones o pasarelas. Ni queda diluido en el magma urbano cuando el entorno no le proporciona el contrapunto necesario, como su hotel en Barcelona. Eso sí, construir bien, la verdad es que lo hace siempre. Tanto que, a veces hasta me pone nervioso de lo exacto y frío que es. Pero eso es solo culpa mía. Me incomoda lo perfecto y acabado. Me parece que hay una trampa y me molesta no encontrarla.
Y vayamos con lo de mágica. Entiendo que la llaman mágica, por multifuncional; porque pueden ocurrir infinidad de cosas en su interior; porque es capaz de alojar todo tipo de eventos. Para obtener este efecto mágico, Perrault utiliza básicamente dos estrategias: la colocación de las tres cubiertas móviles de los tres recintos interiores principales; y la utilización generalizada de un cerramiento de malla metálica tensada que a la vez que delimita y protege con claridad el volumen edificado, produce una variación importante de su percepción exterior e interior en función de la luz dominante. Durante el día el paralelepípedo se dibuja con precisión relojera, mientras que por la noche, la iluminación interior genera un juego de transparencias y veladuras fantasmagóricas.
Una magia ligeramente aparatosa; una magia distante, para ser televisada y donde siempre nos queda la duda del truco de cámara. Digamos que una magia a lo David Copperfield haciendo desaparecer la Estatua de la Libertad. Yo, personalmente, siempre es sido más de Juan Tamarit, de la magia más cercana, de la habilidad, la velocidad y el despiste.
Hay, por último, algo mágico que sí espero con curiosidad comprobar en la caja. Son los espacios intersticiales entre los tres recintos principales. Espacios interiores al edificio porque estaremos dentro de la caja y habremos atravesado ya su malla metálica envolvente. Pero al mismo tiempo espacios exteriores, por su escala y porque no creo que puedan estar acondicionados térmicamente (las mallas son completamente permeables). Espacios híbridos, transitivos, público-privados, que estoy convencido serán los más interesantes de toda la caja. Unas calles, dentro de un edificio, dentro de un parque. Habrá que comprobarlo pero tiene muy buena pinta.

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