INFORMACIÓN Y CONOCIMIENTO ( Y II )
El conocimiento tiene la virtud y la servidumbre de basarse en una forma de pensamiento “a la contra”, es decir, supone una duda constante contra la eficacia informativa. El “informado” desprecia el conocimiento por lo que tiene de incertidumbre, de riesgo, de aventura personal, pero sobre todo por lo que tiene de individual, de intransferible, de inseguridad, de imprevisibilidad. El informado maneja respuestas; el que conoce no hace sino plantear interrogantes.
Con el paso del tiempo sin embargo el informado va perdiendo vigencia, lo contrario que le ocurre a la persona de conocimiento. Al envejecer las células cerebrales no son capaces de gestionar la información tan correctamente como en la juventud, produciendose retardamientos y errores en el manejo de esa información, que son detectados ràpidamente por los agentes de control social, que van “jubilando” paulatinamente a todo aquel que va perdiendo estas condiciones básicas de intercambio. Para que el sistema se desarrolle correctamente se deberá asegurar pues en todo momento su buen funcionamiento, la eficacia contrastada de una rápida gestión de la información y su divulgación inmediata. Muchos “jubilados” han sido conscientes de su utilización como entes meramente informativos durante toda una vida y han descubierto el placer de “conocer” a una edad muy tardía, pero todavía con tiempo suficiente como para disfrutar de sus propios niveles obsesivos “profundos” con intensidad, asistiendo a un fértil y póstumo proceso de “desinformación” en su vejez. (En términos de “Blade – Runner”, serían “replicantes” que consiguieron recuperar su historia).
El problema contrario estriba en un exceso de información sin vuelta atrás, que derivará con toda seguridad en una especie de locura, no exenta en muchos casos de una brutal agresividad. Cuanto mayor es el nivel de información que se posee, mayor el pánico a la desinformación, y el tiempo se va dedicando progresivamente a la estéril pero socialmente alabada ocupación de un continuo almacenamiento. La información va llenando la memoria superficial y se convierte así en una actividad exclusivista, tan sólo reconfortante en el momento en que se es capaz de dar la respuesta adecuada en el momento adecuado (con “la Red” como vehículo e instrumento más idóneo para esta actividad). Cualquier situación de incertidumbre se ve así como una debilidad de tal calibre que la personalidad se vuelve del todo vulnerable y llena de inestabilidad, casi como la de un niño malcriado al que se le niega algún capricho y responde con una pataleta. El no “poder dar respuesta” a lo que se esperaba socialmente de nosotros se convierte así en un sufrimiento patológico que podría desembocar en el suicidio, o en el peor de los casos, en la máxima agresividad hacia el prójimo mejor “informado”, al que hacemos culpable de nuestro personal fracaso. Muchas de las rebeliones contra padres o profesores de los jóvenes hiper-informados actuales tienen su explicación en este hecho.
También existen los que no pierden desde su infancia ni un minuto y luchan por desinformarse constantemente, pues saben de antemano de su esterilidad y sus peligros. Su gran intuición les ha hecho ubicarse desde el principio en el terreno del “conocimiento”, renunciando al prestigio social en aras de una vida más auténtica, más intensa. Toda su existencia podría denominarse como un proceso de “auto-disciplinar limpieza desinformativa”, que les ha permitido desarrollar al máximo sus cualidades más íntimas. Son aquellos a los que la sociedad, estupefacta, llama “genios”.
2 Comments:
Magnífica doble entrada. Pienso que muchos pensarán que estamos un poco pesados y otros muchos que estamos viejos. Todos ellos tienen razón probablemente. Pero, como en las amistades peligrosas: "No puedo evitarlo" repetido una y mil veces.
Habrá más. Un abrazo y enhorabuena.
Un chiste o sucedido que leí hace unos días me viene a la cabeza: Apoyados en la barra de un bar beben silenciosa y nórdicamente un sueco y un finlandés. Cuando el barman les sirve el décimo chupito de absenta, el sueco, levanta su copa y balbucea hacia su compañero: "!Salud! El finlandés le contempla con los ojos vidriosos y le espeta: "¿Hemos quedado para hablar o para beber?"
Javier, muy interesantes tus reflexiones.
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