La lluvia en Sevilla es una pura maravilla
Decía un conocido humorista que lo curioso de los catalanes es que cuando hablas con ellos tienes la sensación de que se están imitando a si mismos. Una sensación parecida es la que he tenido yo este entrañable fin de semana en Sevilla. Pero con toda la ciudad y todo lo que contiene. Una imitación continua y constante de todo lo que se supone típico y tópico de Andalucía. Ni un solo grito discordante. Como me dijo un amigo, un cierto aire de integrismo sureño.
Vencida ya hace tiempo mi animadversión, vasca e ignorante, de todo lo andaluz gracias a la experiencia malagueña, afirmo con bastante convencimiento de estar siendo razonablemente ecuánime, que Sevilla es la ciudad que menos me interesa de toda España. Todo dentro de un guión, bastante malo por cierto, arquetípico hasta en sus supuestos defectos. El desastre de la isla de la Cartuja, tiene algo de excesivamente previsible, de artificial, un error deseado para continuar un supuesto guión con el que viven encantados. Solo el excelente pabellón de la Navegación de Vázquez Consuegra se salva de esta quema.
El barrio de Santa Cruz, encantador en sus dos primeros recodos, pronto se aburre a si mismo generando un laberinto sí; pero en la misma medida que el polígono de Valdebernardo de Madrid, isotrópico y redundante. Y no por culpa de los ingeniosos trazados y edificios originales, sino por la falta de ambición y de convicción de sus restauradores. Simplemente repetir, imitar. Nunca entender. Los patios, los patios. ¡Si son todos iguales! Es más interesante la judería de Toledo o Gerona. Son más bonitos y variados los patios de Granada. Huele mejor en Córdoba. Está más desestructurado el centro de Málaga. Envidia de Guadalquivir que atraviesa la ciudad sin que se enteren, como no sea para que Calatrava coloque dos de sus huesos (feo de narices el de la Barqueta) o para instalar un Chillida que también da la espalda al río (en este caso creo que el responsable es el propio escultor, que debío pensar que de nuevo estaba frente a su amado cantábrico, como en Gijón. Hay Eduardo, Eduardo… Pero le han colocado dos monolitos “informativos” a ambos lados que terminan de arreglar la gracia)
Y lo moderno, sí pero menos. En la medida que sea tolerable y explicable desde los parámetros de la divina luz del sur. Eliminamos el ornamento, lo recargado…. ¡Pero si era lo único que valía algo la pena! Por lo menos volantes y faralaes, coño, que tienen gracia. Minimal de señoritos arquitectos que luego se toman un aperitivito en Las Columnas. Y la luz, eso sí, mucho hablar de la luz. Santa Justa, Moneo, madre mía, que desastre. Lo peor es que se respira un aire de suficiencia, de “sobraos”, de encantados de haberse conocido (homenaje a una amiga ex - guatemalteca), que me deja perplejo. En fin, ellos sabrán.
Pero yo lo he pasado en grande. Sofía ha cumplido un año allí. Pía tiene una traje de sevillana con zapatos a juego (con tacón, exigió) con el que esta guapísima. Hugo se hizo inseparable del caballo Caramelo al que guió cuidadosamente por toda la cuidad. Y en definitiva, a lo mejor es lo que pretenden que sea, un parque temático de la vida amable, divertida y sencilla. Para niños, vamos.
Vencida ya hace tiempo mi animadversión, vasca e ignorante, de todo lo andaluz gracias a la experiencia malagueña, afirmo con bastante convencimiento de estar siendo razonablemente ecuánime, que Sevilla es la ciudad que menos me interesa de toda España. Todo dentro de un guión, bastante malo por cierto, arquetípico hasta en sus supuestos defectos. El desastre de la isla de la Cartuja, tiene algo de excesivamente previsible, de artificial, un error deseado para continuar un supuesto guión con el que viven encantados. Solo el excelente pabellón de la Navegación de Vázquez Consuegra se salva de esta quema.
El barrio de Santa Cruz, encantador en sus dos primeros recodos, pronto se aburre a si mismo generando un laberinto sí; pero en la misma medida que el polígono de Valdebernardo de Madrid, isotrópico y redundante. Y no por culpa de los ingeniosos trazados y edificios originales, sino por la falta de ambición y de convicción de sus restauradores. Simplemente repetir, imitar. Nunca entender. Los patios, los patios. ¡Si son todos iguales! Es más interesante la judería de Toledo o Gerona. Son más bonitos y variados los patios de Granada. Huele mejor en Córdoba. Está más desestructurado el centro de Málaga. Envidia de Guadalquivir que atraviesa la ciudad sin que se enteren, como no sea para que Calatrava coloque dos de sus huesos (feo de narices el de la Barqueta) o para instalar un Chillida que también da la espalda al río (en este caso creo que el responsable es el propio escultor, que debío pensar que de nuevo estaba frente a su amado cantábrico, como en Gijón. Hay Eduardo, Eduardo… Pero le han colocado dos monolitos “informativos” a ambos lados que terminan de arreglar la gracia)
Y lo moderno, sí pero menos. En la medida que sea tolerable y explicable desde los parámetros de la divina luz del sur. Eliminamos el ornamento, lo recargado…. ¡Pero si era lo único que valía algo la pena! Por lo menos volantes y faralaes, coño, que tienen gracia. Minimal de señoritos arquitectos que luego se toman un aperitivito en Las Columnas. Y la luz, eso sí, mucho hablar de la luz. Santa Justa, Moneo, madre mía, que desastre. Lo peor es que se respira un aire de suficiencia, de “sobraos”, de encantados de haberse conocido (homenaje a una amiga ex - guatemalteca), que me deja perplejo. En fin, ellos sabrán.
Pero yo lo he pasado en grande. Sofía ha cumplido un año allí. Pía tiene una traje de sevillana con zapatos a juego (con tacón, exigió) con el que esta guapísima. Hugo se hizo inseparable del caballo Caramelo al que guió cuidadosamente por toda la cuidad. Y en definitiva, a lo mejor es lo que pretenden que sea, un parque temático de la vida amable, divertida y sencilla. Para niños, vamos.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home