Orgullo y prejuicio
Reconozco que soy una persona con mucho orgullo y bastantes prejuicios. Entre ellos está el declararme escéptica con el “cine español”. Como mi educación/encorsetamiento me impide decir que me niego a ir a ver cine español, simplemente me limito a no ir.
Me raya que la gente, justo con el cine, despache sus preferencias y manifiesten vehementemente que bajo ningún concepto verían una película española (por ejemplo, mi madre). De la misma manera, me agotan los enrollados infames que “apoyan al cine español”, aprovechando la ocasión para saludar a otras causas muy ajenas al cine y a las taquilleras. A nadie se le ocurre decir que se niega a comer tomates de Almería, mientras otros abogan por los de Murcia para apoyar el trasvase del Ebro.
La cosa es que ayer me llamaron para ir al cine. Propuesta: “La vida secreta de las palabras”. Respuesta: "Ni de coña. Antes muerta". Pero, resulta que la firmeza de una decisión, en mi caso, es inversamente proporcional al tiempo que soy capaz de mantenerla. Es decir, que a los cinco minutos dije que bueno, vale… Y fui.
No parecía una peli española. Quizá, a esto contribuía que era en inglés, que estaba ambientada en Copenhage o por ahí y que no salían ni Antonio Resines ni Paz Vega. Y, aquí viene lo peor, ME GUSTÓ!!. Si, me gustó y hasta me atrevo a recomendarla. Nunca me había pasado esto antes. Odio el rollito Alphaville por los enrollados, odio las gafas de la Coixet por espantosas, odio a la Academia por paleta, odio a Aitana Sánchez-Gijón por pesada y a todos los Bardem juntos o por separados por lo coñazo que son. Hasta odio los goyas, aunque me echen de mi profesión. Aún así, reconozco que es una peli que no está nada mal.
Así quedan mi orgullo y mis prejuicios, a los que tanto cariño tengo. Para que veais.
Me raya que la gente, justo con el cine, despache sus preferencias y manifiesten vehementemente que bajo ningún concepto verían una película española (por ejemplo, mi madre). De la misma manera, me agotan los enrollados infames que “apoyan al cine español”, aprovechando la ocasión para saludar a otras causas muy ajenas al cine y a las taquilleras. A nadie se le ocurre decir que se niega a comer tomates de Almería, mientras otros abogan por los de Murcia para apoyar el trasvase del Ebro.
La cosa es que ayer me llamaron para ir al cine. Propuesta: “La vida secreta de las palabras”. Respuesta: "Ni de coña. Antes muerta". Pero, resulta que la firmeza de una decisión, en mi caso, es inversamente proporcional al tiempo que soy capaz de mantenerla. Es decir, que a los cinco minutos dije que bueno, vale… Y fui.
No parecía una peli española. Quizá, a esto contribuía que era en inglés, que estaba ambientada en Copenhage o por ahí y que no salían ni Antonio Resines ni Paz Vega. Y, aquí viene lo peor, ME GUSTÓ!!. Si, me gustó y hasta me atrevo a recomendarla. Nunca me había pasado esto antes. Odio el rollito Alphaville por los enrollados, odio las gafas de la Coixet por espantosas, odio a la Academia por paleta, odio a Aitana Sánchez-Gijón por pesada y a todos los Bardem juntos o por separados por lo coñazo que son. Hasta odio los goyas, aunque me echen de mi profesión. Aún así, reconozco que es una peli que no está nada mal.
Así quedan mi orgullo y mis prejuicios, a los que tanto cariño tengo. Para que veais.
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