RECETA
RECETA PARA UNA DOSIS EXTRA DE MELANCOLÍA.
Ingredientes básicos:
- calzado cómodo o los pies desnudos.
- un mar.
- música de violoncello.
(El calzado blandito o la misma piel, evitaran que nos distraigamos en asuntos poco sutiles.)
Comencemos con la receta; la base es un mar, una orilla, una playa, ( para los que no tengan un mar a mano, quizá valga un bosque frondoso y umbrío, pero creo que no va a salir igual ). Una vez tenemos el mar, se recorre éste cerca de la orilla, despacio, con la mirada perdida en la delgada línea del horizonte que separa el mar y el cielo, mientras escuchamos, provistos de un “cd” ( los más “in” un i-pod ), música de violoncello, ( sinfonías, conciertos, suites, o variaciones, es igual) y dejamos que su quejido maravilloso se mezcle con el sonido del mar y con el murmullo de nuestros propios sentimientos durante un tiempo suficiente ( este varía en función de los gustos).
Si lo hemos hecho bien, nos saldrá una exquisita dosis extra de melancolía. La primera vez, probablemente saldrá demasiado intensa (puede ser que os infléis de llorar ), pero en los días sucesivos, las veces siguientes, la dosis extra será cada vez más dulce y más exquisita, y la paladeareis despacio, suavemente, con una profundidad difícil de definir.
Ingredientes básicos:
- calzado cómodo o los pies desnudos.
- un mar.
- música de violoncello.
(El calzado blandito o la misma piel, evitaran que nos distraigamos en asuntos poco sutiles.)
Comencemos con la receta; la base es un mar, una orilla, una playa, ( para los que no tengan un mar a mano, quizá valga un bosque frondoso y umbrío, pero creo que no va a salir igual ). Una vez tenemos el mar, se recorre éste cerca de la orilla, despacio, con la mirada perdida en la delgada línea del horizonte que separa el mar y el cielo, mientras escuchamos, provistos de un “cd” ( los más “in” un i-pod ), música de violoncello, ( sinfonías, conciertos, suites, o variaciones, es igual) y dejamos que su quejido maravilloso se mezcle con el sonido del mar y con el murmullo de nuestros propios sentimientos durante un tiempo suficiente ( este varía en función de los gustos).
Si lo hemos hecho bien, nos saldrá una exquisita dosis extra de melancolía. La primera vez, probablemente saldrá demasiado intensa (puede ser que os infléis de llorar ), pero en los días sucesivos, las veces siguientes, la dosis extra será cada vez más dulce y más exquisita, y la paladeareis despacio, suavemente, con una profundidad difícil de definir.
Si elaboramos la receta al atardecer y al final del largo y cálido verano, los matices llegan a ser sublimes.
Aunque tardío, mi descubrimiento del cello como instrumento solista ha sido revelador.
Inma
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