martes, abril 25, 2006


Y después de las mujeres, la comida japonesa. Como aquellas, no es que la cosa sea mejor ni peor; simplemente diferente. De la misma forma que con relación al sexo para comprender, hay que vencer ciertos tabúes católicos que rondan la pederastia, o que con respecto a la naturaleza, sus laboriosos artificios, parecen conllevar altas dosis de sadismo, en la comida se reunen todas estas supuestas patologías, configurando una suerte de antropofagia manga. Esto nos lleva a comer muslitos cruditos, capuchinos con caras ambiguas flotando sobre ellos o dulces y sonrosaditos culitos. No estan malos de verdad (creo; yo, lo reconozco, no pude en este caso vencer mis rígidos complejos jesuíticos).

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